Existe un vínculo — uno que es inseparable — entre cada individuo y la Vida eterna, Dios, el Alma. ¿Cuál es este vínculo? ¿Cómo podemos hallarlo?
¿Qué es lo que establece el vínculo entre madre e hijo? ¿No es acaso el amor? ¿Qué es lo que establece el vínculo entre amigos? ¿No es acaso el amor, el respeto, los intereses comunes? Los hijos llegan a la edad madura y abandonan el techo paterno. A menudo mantienen poco contacto con el hogar. Aún así, pasados muchos años, tal vez bajo la presión de dificultades económicas, enfermedad o desesperanza, vuelvan al hogar. ¿No es acaso el vínculo entre padres e hijos una de las más poderosas expresiones de amor?
Considerada espiritualmente, la vida del hombre es el vínculo indestructible con su creador, su unión con Dios, la fuente de toda vida y de todo ser, porque, en realidad, el hombre es la idea espiritual de Dios. Bien vale la pena que busquemos y entendamos este parentesco. De acuerdo con las Sagradas Escrituras, Dios es el Amor divino, y las enseñanzas de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. concuerdan con esta afirmación.
En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, hace innumerables referencias sobre este asunto. Vemos que escribe: “Estando el hombre real unido a su Hacedor por medio de la Ciencia, los mortales sólo necesitan apartarse del pecado y perder de vista la entidad mortal, para encontrar al Cristo, al hombre verdadero y su relación con Dios, y para reconocer su parentesco divino”.Ciencia y Salud, pág. 316; También escribe: “Sólo por el reconocimiento de la supremacía del Espíritu, que anula las pretensiones de la materia, pueden los mortales desechar la mortalidad y hallar el vínculo espiritual indisoluble que establece al hombre por siempre en la semejanza divina, inseparable de su creador”.ibid., pág. 491;
Cuando una persona está sólida y ventajosamente empleada, uno de los factores fundamentales que la hacen sentirse segura en su empleo es una relación armoniosa con sus empleadores. Una relación familiar es a menudo fructífera y satisfactoria debido a los lazos estrechos que unen a los miembros de la familia.
De manera similar, a medida que aprendemos que el hombre verdadero está inseparablemente unido a su creador, Dios, y que cada uno de nosotros es realmente ese hombre espiritual, hallamos seguridad, fortaleza, esperanza y una riqueza de substancia que ninguna situación humana puede darnos ni quitarnos. El estudio sincero de la Ciencia Cristiana abrirá la puerta del pensamiento a esta verdad, que se le irá aclarando y profundizando con cada nuevo descubrimiento respecto al verdadero ser de cada uno de nosotros como hijos de Dios.
El hombre mortal no es este hijo de Dios. No hay ningún vínculo entre Dios y el hombre mortal. Pero cuando correcta y sinceramente buscamos la existencia espiritual, empezamos a vislumbrar la verdad divina de que no somos ni nunca hemos sido mortales sino que en todo momento siempre hemos sido los hijos de Dios.
¿Hay alguien que crea que una ecuación matemática puede estar separada del principio de las matemáticas? Difícilmente. Del mismo modo, el hijo de Dios, el ser real — el suyo y el mío, no puede estar separado del Principio divino, o sea, Dios.
¿Cuáles son algunos de los modos de pensamiento que adelantan el reconocimiento de este vínculo vital? La oración, la amabilidad, el amor desinteresado, el servicio a la humanidad, la honradez, la pureza. Estas cualidades, junto con muchas otras que expresan nuestra identidad verdadera, si las vivimos diariamente, hacen que este vínculo vital se evidencie.
Cristo Jesús se conocía a sí mismo como un ser que nunca nació y que nunca moriría. Conocía su unión espiritual vital. Oró de este modo: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. Juan 17:5; El corto capítulo en que aparece este versículo es una oración sagrada. Jesús estaba orando para sí y para sus amados alumnos, o discípulos, como se los llamaba entonces. Nosotros somos sus discípulos si le seguimos. Podemos orar en la misma forma que lo hizo Jesús en el versículo recién mencionado.
Las torturas mentales por las que atravesamos a veces, provienen de un concepto equivocado de uno mismo y de los demás, y son innecesarias. Uno se olvida o no lo sabe aún, que es el hijo de Dios. El que está sufriendo necesita tener una consciencia clara de este vínculo vital. Cada uno de nosotros, en todas partes, es libre para descubrir este vínculo entre el creador de todos los seres y él mismo.
Si alguien fuere a tirar de un extremo de una colcha, podría mover toda la colcha. Así, la más mínima comprensión de nuestro parentesco con Dios, el bien, eterno e infinito, nos hace empezar a ver este parentesco. Comenzamos, pues, en pequeña escala, a vivirlo, a ser sus testigos y a expresarlo. En otras palabras, hemos encontrado el vínculo de la realidad y de la supervivencia. El vínculo de la Vida; la Vida que es Dios y que es la fuente de nuestra vida individual aquí y ahora.
La Biblia muestra este vínculo vital y cómo fue demostrado por tanta gente, tantos grupos de individuos, naciones, soldados cristianos y simples servidores.
Los ilustres patriarcas del Antiguo Testamento ejemplifican algo de esta unión vital entre su vida individual y el Padre de toda la vida.
La muchacha que servía a la esposa de Naamán debe haber sabido algo de este vínculo vital cuando se aventuró a proponer que su señor fuera a donde estaba Eliseo para ser sanado de su lepra. Era tan grande la convicción que tenia la muchacha de este poder, que tal convicción llegó hasta Naamán, el cual obedeció y obtuvo el beneficio de una curación. Ver 2 Reyes, cap. 5.
Usted que está leyendo este artículo posee este vínculo vital. Puede llegar a estar consciente de él mediante el estudio diligente de la Ciencia Cristiana y mediante el vivir lo que va descubriendo. Vale la pena el esfuerzo y la obediencia que se exigen. ¡Puede cambiar toda su vida!