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Crítica y curación

Del número de julio de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como estudiante de música en la universidad, me tocó un día la gran oportunidad de ser solista principal de violín en uno de los conciertos mensuales del estudiantado. Al terminar mi actuación, el aplauso fue entusiasta. Sin embargo, acabada la función, al encaminarnos hacia las salidas, el tenor más destacado entre los estudiantes de música, me dirigió estas palabras: “¡Eh, Carl! ¡Desafinaste!”

Ya hace mucho que he olvidado cualquier otro comentario que se me hiciera acerca de ese concierto. Pero, después de aproximadamente dos semanas durante las cuales insistí conmigo mismo de que el tenor no sólo había sido descortés sino que también había estado equivocado, me di cuenta de que, efectivamente, había desafinado. Y me di a la tarea de practicar con mi violín para procurar que mis notas fueran afinadas en conciertos futuros.

El problema de saber cuándo y cómo se “redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”, 2 Tim. 4:2; como dice San Pablo, parece ser difícil. Como sabemos que la crítica es a menudo desconcertante, tendemos, como cristianos, a clasificarla como un mal y a denunciarla bajo toda circunstancia. O si acaso aprendemos a aceptar la censura y a sacarle provecho, solemos a veces esperar que otros también puedan aceptarla.

La critica constructiva es casi esencialmente práctica para el progreso humano. Pero el criticar a un individuo sólo es constructivo cuando se hace con un amor que se esfuerza por comprender a ese individuo. El hecho de que nosotros podamos aceptar críticas sin desconcertarnos, no significa que otros puedan aceptarlas de nuestra parte.

La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. nos ayuda a ser mejores cristianos. Nos muestra cómo ayudarnos los unos a los otros. En efecto, cuando aplicamos sus reglas relativas a la crítica constructiva, podemos separar del individuo no sólo el mal pensar y el mal obrar, sino también la enfermedad, y podemos destruir estos males. Pero si se utilizan algunas de las verdades acerca de Dios y el hombre para protegerse uno mismo de la crítica, o si estas verdades se substituyen intelectualmente por el valor que se requiere cuando se “redarguye, reprende, exhorta”, el resultado remeda las grandes realidades del ser espiritual y fracasa en la curación cristiana.

Las realidades del ser son Dios perfecto y hombre perfecto. Dios es la única Mente infinita, y el hombre es la idea espiritual de esta Mente. La verdad acerca de cualquier individuo es su perfección como idea de Dios. Si un individuo expresa algo no incluido en esta verdad, ya sea que desafine, obre con egoísmo, o que se sienta enfermo, tal individuo continuará expresando el error hasta que él mismo lo reconozca como error y lo abandone, o hasta que alguna otra persona lo ayude señalándole su error o se lo destruya. La curación se logra cuando se ve la perfección del hombre otorgada por Dios, pero esta contemplación no es mero ejercicio intelectual.

El aprender a ver la perfección incluye el expresar activamente las cualidades derivadas de Dios que podemos ver en nosotros mismos. El valor moral, por ejemplo, nos mueve a enfrentar sin temor y sin vacilación un deber que pudiera parecernos desagradable. Pero es muy posible que antes que alcancemos este valor moral tengamos que demostrar primero nuestra habilidad de sacar provecho cuando otra persona cumple con este deber hacia nosotros. Debemos primero ser capaces de aceptar la censura y de sacarle provecho, antes de poder censurar a otros. Y nuestra demostrada habilidad de poder separar el error del individuo es requisito previo de nuestra habilidad de ver la perfección del hombre individual.

En el capítulo “La Oración” del libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy nos dice: “Debiéramos examinarnos para conocer cuáles son los afectos y propósitos de nuestro corazón, porque sólo de este modo podemos saber honradamente lo que somos. Si un amigo nos informa de alguna falta, ¿escuchamos el reproche con paciencia, y damos crédito a lo que se nos dice? ¿No damos más bien gracias porque no somos ‘como los demás hombres’?” Y sigue diciendo: “El mal está en la censura inmerecida, — en la falsedad que a nadie beneficia”.Ciencia y Salud, págs. 8–9;

En un artículo intitulado “Ama a tus enemigos”, la Sra. Eddy escribe: “Todas las cosas que la envidia, el odio, la venganza — los más implacables motivos que gobiernan a la mente mortal — todas las cosas que éstos traten de hacer, ‘a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien’ ”.Miscellaneous Writings, pág. 10; Todo individuo que esté tratando de adquirir la habilidad de sanar por medio de la oración necesita aprender esta lección. Necesita desarrollarse no sólo por medio del estudio y de la inspiración, sino por medio del reconocimiento del bien del que puede ser objeto debido a los pensamientos y actos tanto de amigos como de enemigos. A medida que aprende que los pensamientos malos no tienen origen verdadero, adquiere la habilidad de separar la crítica constructiva de la destructiva. La crítica constructiva le ayuda a mejorarse y la destructiva le da una oportunidad de amar a sus enemigos. Entonces cada experiencia revela el poder guiador y corrector de la Verdad y del Amor divinos. Es el aprender así las lecciones lo que nos capacita para censurar el error en el pensamiento ajeno. Según las palabras de Cristo Jesús: “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano”. Lucas 6:42.

El que suponga que está capacitado cuando no lo está, se engaña a sí mismo. El tratar de justificar una censura prematura con el argumento de que la persona a quien se dirige la censura debería apreciar lo que se está haciendo por ella, es egoísta.

A lo largo de este proceso de aprendizaje, la mayoría de nosotros erramos muchas veces al censurar antes de que la persona esté lista para aceptar la censura. Pero si somos lo bastante compasivos para darnos cuenta de que la censura no es aceptada, y si somos lo bastante bondadosos para orar para que el Amor divino nos muestre lo que será aceptado, podremos reconocer la censura que nuestro egoísmo se merece, y podremos alcanzar la bendición que abrirá nuestros ojos a la verdad sanadora. Entonces podremos ver el error que necesita censurarse, error nuestro o de otro, como separado del individuo, e irreal. Y podemos ver al hombre perfecto de la creación de Dios.

Tanto el mal pensar como la enfermedad son irreales, ya que no son creados por la Mente divina. Comprendiendo esto, podemos destruirlos.

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