Un hogar feliz ocupa un lugar muy alto en la lista de bendiciones que más desea la humanidad. Pero, ¿cuántos de nosotros reconocemos que ahora mismo cada uno puede comenzar a construir la clase de hogar que su corazón anhela?
En el sentido más fundamental, la construcción del hogar sólo puede empezar en el pensamiento. La clase de hogar en que vivimos depende de los materiales mentales de construcción que seleccionemos, es decir, la clase de pensamientos que abriguemos, los ideales que valoremos, los propósitos a que nos dediquemos.
Una decoración de buen gusto puede contribuir a que una casa se vea hermosa, pero la felicidad de un hogar no depende de las apariencias exteriores sino de las cualidades intrínsecas del Espíritu, del amor y de la abnegación expresados por los miembros de la casa. Tales dones interiores embellecen un hogar como ninguna otra cosa puede lograrlo, expresando la belleza del ser verdadero.
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