¿Debemos usar paracaídas, salidas de incendio, cerraduras y llaves, cinturones de seguridad en los automóviles, guantes para retirar los platos calientes del horno, etc.? ¿Se contradice el uso de esas precauciones humanas con el requisito de la Ciencia Cristiana de que nuestra seguridad y curación han de depender de Dios, el Espíritu divino?
Escribe la Sra. Eddy: “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación”.Ciencia y Salud, pág. 167; Pero en otra parte nos advierte que “Uno no debiera permanecer en la tempestad si el cuerpo se está helando, ni detenerse en las llamas devoradoras. Mientras no se puedan prevenir los malos efectos, debiera evitarse lo que los ocasione”.ibid., pág. 329;
Las conflagraciones destructivas, los accidentes y las situaciones criminales son errores del sentido material, desviaciones de la mente mortal. No existen en Dios, la Verdad; y Dios, la Verdad, no está en ellos. Dios no tiene necesidad de dispositivos materiales para contrarrestar los peligros de estos fenómenos antinaturales, pues para Él no existen. Por medio de la comprensión de que Dios es todo, no sólo podemos vencer los malos resultados que se pudieran derivar de estas falsas imágenes mentales, sino también las falsas imágenes mismas.
En cada caso, el medio absoluto y científico de prevenir los efectos perjudiciales de una situación peligrosa es comprender la irrealidad de la situación a la luz de la verdad de que Dios es todo, ajustando nuestros pensamientos y actos a la norma divina del bien. La Ciencia Cristiana enseña que el hombre, en realidad, es verdaderamente inmortal y que nunca está sujeto a peligros porque en vista de que Dios, el Amor divino, es todo, no existe el mal. La consciencia real del hombre refleja la Mente divina y está invariablemente colmada de pensamientos de amor y armonía, de salud y de la actividad del bien. El hombre está sostenido por Dios, el Espíritu, y Él le preserva en la perfecta semejanza del Amor.
Evidentemente, este hombre perfecto y espiritual no necesita dispositivos de seguridad. Nunca se encuentra en una situación peligrosa, pues no hay peligro alguno en el Espíritu. Jamás lo tocan las condiciones mortales que, en verdad, no tienen más substancia que el sueño. El hombre perfecto y espiritual existe en la consciencia de la totalidad del Amor divino y no conoce un poder o una presencia amenazadores, ni llamas destructivas, ni vientos helados, ni accidentes, ni malicia o codicia, ni fosa peligrosa en la que pueda caer desde el pináculo del bien inmortal.
Aunque algunos hombres y mujeres han tenido vislumbres de este concepto absoluto e inmortal del ser verdadero a través de su estudio de la Ciencia Cristiana, muchos admitirán, con humildad, que su comprensión de la idea divina es más ocasional que invariable. Son conscientes de que las sugestiones hipnóticas de la mente mortal o carnal pasan fugazmente por la atmósfera de su pensamiento. Se sienten tentados a creer en las sugestiones del mal: de que son una entidad física separada de Dios y de que corren peligro por causa de poderes antagónicos. ¿Quién puede decir que nunca, ni por un momento, deja que los pensamientos negativos encuentren asidero en su consciencia, esto es, los pensamientos negativos de creer, de vez en cuando, que existe vida en la materia?
Cuando Cristo Jesús fue tentado por el sentido material, respondió con presteza: “Vete, Satanás”. Y agregó: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”. Mateo 4:10; La sugestión del sentido corporal era que usara su comprensión de la ley divina de la armonía para manipular el ilusorio sentido de la vida — que al arrojarse del pináculo del templo pondría a prueba la voluntad de Dios de salvarle. Aunque el tentador arguyó: “Escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”, Jesús rechazó la sutil sugestión diciendo: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”. versículos 6, 7;
Nosotros hacemos lo que Jesús se negó a hacer y “tentamos” — probamos — al Señor nuestro Dios cuando admitimos la creencia de un mundo mortal y sus peligros y recurrimos a un sentido finito y personal del poder de Dios para que nos salve de esos peligros. Probar a Dios es tratar de traer Su poder salvador a un sueño humano sólo en situaciones especiales y conforme a nuestras propias condiciones, cuando nos sentimos renuentes a desprendernos del sueño por entero de acuerdo con la inspiración ordenada y progresiva de Su voluntad.
Refiriéndose a los fanáticos que no están en guardia espiritualmente y que, por ende, cuando llega el momento de prueba sucumben al mesmerismo y aceptan los argumentos del error, la Sra. Eddy afirma: “Esos individuos dicen: ‘¿Diría usted que debiera escapar de una casa en llamas, o que me quedara en ella?’ Y agrega: ‘Yo diría que debiera estar usted fuera de ella, y sabría que lo está”.Miscellaneous Writings, pág. 335.
El poder salvador en cualquier situación peligrosa es saber la verdad con absoluta convicción: que en realidad nunca hemos estado en una situación peligrosa y que no lo estamos ahora. Entonces, la falsa creencia en una situación peligrosa se desvanece en la nada. Dios, la Verdad, nos libera completamente de ella. Pero hasta que esta comprensión de la verdad espiritual para contrarrestar los efectos del peligro aparente, por medio de una demostración paso a paso de la Ciencia Cristiana, se alcance por completo, el estudiante prudente, siguiendo la enseñanza de la Sra. Eddy, no habrá de “permanecer en la tempestad” ni “detenerse en las llamas devoradoras”. Hasta que pueda “prevenir los malos efectos” mediante la demostración de que Dios, el bien, es todo, evitará “lo que los ocasione” y tomará las precauciones humanas normales para evitarlos.