En cierta ocasión un amigo me describió detalladamente una casa que yo debía ir a ver al lado de una carretera por la cual pasaría por primera vez. Por su descripción, imaginé una extensa casa de campo muy bien cuidada. Cuando llegué al lugar, encontré simplemente una casucha deteriorada por la intemperie. Él y yo la vimos bajo el aspecto que nuestros pensamientos destacaron. Mi amigo sólo podía hablarme de lo que él había visto, no podía predecir con exactitud lo que yo vería.
Podemos creer que sabemos lo que ocurrirá en una fiesta bien planeada. Y también es posible que tengamos una buena idea sobre cómo será el lugar, las personas que asistirán y el programa de actividades. No obstante, lo que verdaderamente ocurre a cada momento depende de nuestros pensamientos y actitud. Por ejemplo, si nuestra actitud hacia los huéspedes es apática, es posible que la fiesta resulte un fracaso, pero si nuestra actitud es cálida y amistosa, los huéspedes responderán y la fiesta tendrá éxito.
Estas consideraciones son útiles ahora que mucha gente predice el futuro públicamente, intentando influirlo. Algunas predicciones se basan sobre expectativas lógicas deducidas de la manera en que se han ido desarrollando los acontecimientos o las actitudes. La tendencia de los acontecimientos parecería entonces estar predeterminada. De continuar esta tendencia, la predicción puede parecer razonable. Si la secuencia de los hechos es alarmante y la profecía es infausta debe hacerse algo, y puede lograrse invirtiendo la expectativa y el resultado.
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