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¿Qué puede darnos la magia?

Del número de septiembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es evidente que la magia está tratando de volver a florecer. La gran cantidad de gente que vemos en la sección dedicada a las ciencias ocultas en las librerías, nos lo confirma. La gente dice que el raciocinio no ha dado solución al problema del sufrimiento y al de la escasez.

¿Hará retroceder la humanidad el reloj del tiempo? ¿Descenderá a los ritos paganos con la esperanza de liberarse de las fantasías espantosas de la infancia de la raza humana? ¿Puede la superstición primitiva proporcionar lo que el intelecto y la tecnología no han logrado?

El cristiano auténtico sabe que la magia no soluciona nada. Aunque las distintas formas de magia — astrología, adivinación, brujería, magia negra, nicromancia, magia vudú y otras — no son técnicamente idénticas, tienen de mancomún la dependencia en la mente humana mortal y falible. El mago mismo es la fuente de “poder” y es él mismo el fin al cual se dirige el “poder” — un estado fundamentalmente egoísta.

El “poder” en que depende la magia actúa por medio de la sugestión y la manipulación de la mentalidad de la persona que ha accedido a ella, realizada por la mentalidad voluntariosa de otra persona. Esta manipulación mental no tiene nada que ver con la realidad de la existencia que Jesús demostró en su vida dedicada a sanar y a enseñar, sino que nos aleja cada vez más de esta realidad. El intento de usar este tipo de manipulación, o magia, retarda el despertar de la humanidad a la realidad omnipresente del bien, porque invalida la habilidad de la gente para recurrir a la fuente de todo el bien, Dios.

¿Por qué es que la creencia en la magia inevitablemente aparta a las personas de la bondad que desean y se esfuerzan por alcanzar? La magia, dependiendo completamente de la manipulación mental, fomenta y aumenta las influencias corruptoras de la mente mortal. Es un círculo vicioso que conduce de lo malo a lo peor, culminando en la quiebra moral o en la falta de reconocimiento del mal que encierra el mal, y esto termina en caos y destrucción.

La Ciencia Cristiana demuestra que la magia carece completamente de poder, porque la fuente de su poder, la mente mortal, no tiene poder. El pensamiento mortal y material parece impresionante, pero es ficticio, evoca imágenes ilusorias que no tienen substancia. Dios, la Mente divina, es la única Mente verdadera; y el hombre, en realidad, expresa esta Mente que es todo acción y de todo amable. La Ciencia Cristiana nos enseña, como lo enseñó Cristo Jesús, que Dios es todopoderoso. Pablo nos dice: “No hay autoridad sino de parte de Dios”. Rom. 13:1;

La afirmación de la omnipotencia de Dios requiere una negación del poder de la hechicería. Si la magia tuviera alguna existencia o poder, tendría que ser parte de Dios o, de lo contrario, ser una fuerza opuesta. ¿Cómo podría Dios, que es todo poder y enteramente bueno, tener un lado malo en Su naturaleza o crear un opositor? Pero la comprensión de Dios como omnipotente, todo poder, destruye el aparente poder de la magia y con él su aparente realidad.

La magia, al carecer de poder y realidad, no puede ser de ninguna manera la solución para la necesidad humana. No sólo carece de capacidad verdadera para resolver problemas, sino que las soluciones que pretende son ciertamente nocivas. Pero podemos hacer frente a los problemas rechazando lo humano y aceptando el todopoder divino.

En la Ciencia Cristiana el hombre es concebido como el hijo espiritual de Dios, — puro, perfecto e inmaculado, a quien nada le falta. No puede ser material, hijo de la malvada mente mortal o del sentido diabólico. Dios es nuestro Padre amoroso, por eso podemos recurrir a Él en busca de provisión. La aparente carencia que la magia pretendería remediar — falta de dinero, de amor o de felicidad — es solucionada por el reconocimiento de Dios como la fuente de todo nuestro ser. Realmente no carecemos de nada que sea necesario para nuestra salud, bienestar o felicidad. La Sra. Eddy escribe: “El ‘oído divino’ no es un nervio auditivo. Es la Mente que todo lo oye y todo lo sabe, la cual siempre conoce y satisfará toda necesidad del hombre”.Ciencia y Salud, pág. 7;

Y cuando el Padre que es todo amor satisface la necesidad humana, lo hace de la mejor manera: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?” Mateo 7:9; ¿Cuánto más se expresará la bondad infinita de Dios en provisión adecuada y abundante para toda necesidad? Cada vez que la Ciencia Cristiana se aplica correctamente, la necesidad humana es satisfecha sin dañar a nadie. Más aún, beneficia a todos.

Con la magia vemos el efecto contrario. Ésta se basa en un supuesto equilibrio entre el bien y el mal, en el cual el bien para alguien debe balancearse por el mal para otro. En contraste, la ley de Dios, el Amor divino, asegura la abundancia del bien para todos y la eliminación total del mal. El poder divino no está limitado a los problemas individuales, sino que, en las palabras de la Sra. Eddy: “... a la humanidad entera y a toda hora el Amor divino suministra todo el bien”.Ciencia y Salud, pág. 494;

Es vano todo intento de usar la magia como medio para conseguir que la provisión de Dios llegue a la humanidad. El hombre no gobierna a Dios; Dios gobierna al hombre. Por eso, Dios — la omnipotencia — no necesita de nada fuera de sí mismo para traer la armonía a la experiencia humana. Pablo declara: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Filip 4:19; De estas palabras no podemos inferir que Él hace esto valiéndose de medios mágicos.

La Ciencia Cristiana no tiene absolutamente nada en común con la magia. En cambio, nos exige que dejemos de depender de un “poder” personal — la base de la magia — y que recurramos al poder divino. Tampoco es el poder de Dios de ninguna manera sobrenatural, sino que se manifiesta en nuestra experiencia de la misma forma en que se manifestó en la de los discípulos de Jesús — como resultado natural de entender la verdadera naturaleza de Dios y nuestro parentesco con Él. “Ahora, como entonces”, escribe la Sra. Eddy, “estas obras poderosas no son sobrenaturales, sino supremamente naturales”.Ciencia y Salud, pág. xi.

De acuerdo con lo expuesto ¿qué puede darnos la magia? Nada real ni duradero; sólo una apariencia, si eso fuera posible, y en cambio mucho sufrimiento. En la proporción en que reconocemos que la fuente de nuestra provisión es Dios, no la magia, somos provistos abundantemente en nuestra vida diaria.

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