Dios, el Espíritu, el Alma, es Todo-en-todo. Él es el bien infinito. Por lo tanto, el bien llena todo el espacio, constituye toda presencia y poder, es la única substancia. El bien es universal. No hay acción, ni consciencia, ni realidad sino el bien. Si comprendemos estos hechos espirituales, nunca temeremos que podamos estar excluidos del bien porque, siendo universal, el bien está al alcance de todos como la verdad del ser.
Cristo Jesús atribuyó a Dios el bien que expresó y demostró cuando dijo: “Ninguno hay bueno sino uno: Dios”. Mateo 19:17. Jesús es nuestro Mostrador del camino. De él aprendemos que nuestra fuerza al demostrar el bien que destruye el mal, surge de la identificación del bien con la naturaleza universal de Dios. No proviene de un sentido aislado de bondad personal.
En la práctica de la Ciencia Cristiana es importante que nos identifiquemos a nosotros mismos y a los demás con el bien universal, y que evitemos identificar a alguien con la creencia general en el mal universal, que se manifiesta en pecado, enfermedad y muerte. Debemos negar vigorosamente la pretensión de la mente mortal de falsificar la verdad del único bien universal con la sugestión del único mal universal. La totalidad de Dios no permite la posibilidad de un opuesto del bien.
Cuando reconocemos que la fuerza del mal no aumenta ni se vuelve más real por su pretensión de universalidad, podemos probar que los pensamientos de muchos no pueden actuar como una ley en nuestra experiencia individual. La salud es universal, un estado divino de consciencia que está siempre individualizado en el hombre. Bajo el gobierno de Dios, el bien omnímodo, el hombre es la eterna expresión del amor, la alegría, la pureza, la sabiduría y la realidad espiritual de Dios.
Al comprender la naturaleza universal de Dios como Principio divino, el bien infinito, somos liberados del temor y del sufrimiento que el mentiroso universal, la creencia general en el mal, quiere imponerle al género humano. Todo lo que parezca obstruir nuestra consciencia del bien cederá entonces al Cristo, la verdadera idea de Dios, y a las verdades espirituales del ser, y somos sanados.
Alabad a Jehová,
porque él es bueno;
porque para siempre es su misericordia.
Salmo 107:1