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Juan ayuda a su maestra

Del número de septiembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Te gusta ayudar a tu maestra? Hace cuatro años, cuando Juan era alumno en mi clase de segundo grado, él tenía apenas ocho años de edad. Pero tan joven como era, hizo algo muy importante para mí.

La madre de Juan me dijo que él estaba inscrito en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Ésta fue la primera vez que yo oía las palabras “Ciencia Cristiana”. Ella me dijo que la base de la Ciencia Cristiana es el Amor.

Juan y su familia eran muy amables y bondadosos conmigo. ¿Qué era lo que los hacía expresar tanto amor? Visité su iglesia esperando encontrar la respuesta a mi pregunta. No entendí mucho de lo que oí, pero sabía que tenía que seguir para saber de qué se trataba.

Varias semanas después vino Juan corriendo hacia mí un lunes por la mañana en el colegio.

—¿Me haría usted el favor de guardarme esto hasta que regrese yo a casa? — me pidió, al mismo tiempo que me daba un pedazo de papel.

— Por supuesto. ¿Qués es esto? — le pregunté.

— Es mi tarea de la Escuela Dominical, y me olvidé dejarla en casa — respondió Juan.

—¿Me harías el favor de dejarme verla? — le pregunté.

— Cómo no — dijo, sonriendo lleno de satisfacción. Su tarea consistía en aprender y emplear uno de los Artículos de Fe de la Ciencia Cristiana, que Mary Baker Eddy da en su libro Ciencia y Salud. La tarea de Juan era el sexto artículo, que dice: “Y prometemos solemnemente verlar, y orar por tener en nosotros aquella Mente que estaba también en Cristo Jesús; hacer con los demás lo que quisiéramos que hicieren con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros”.Ciencia y Salud, pág. 497;

—¿Puedo copiar tu tarea de manera que yo también pueda aprender el artículo sexto? — le pedí a él.

— Sí — dijo, sonriendo.

Esa tarea significó mucho para nosotros dos ese año a medida que tratábamos de vivir el bello pensamiento expresado en el sexto artículo de fe. Ambos procuramos tratar a los demás tan bondadosamente como nosotros queríamos que ellos nos trataran. Queríamos esmerarnos por ser tan bondadosos como Jesús, por ser, “misericordiosos, justos y puros”.

Casi cada semana mientras Juan estuvo en mi clase de segundo grado, me ayudó para que aprendiera más acerca de la Ciencia Cristiana y del amor de Dios al compartir su tarea de la Escuela Dominical conmigo.

Su familia me habló acerca de la Lección-Sermón que los Científicos Cristianos estudian durante la semana y escuchan en la iglesia los domingos. Ellos me enseñaron cómo leerla yo misma, usando la Biblia y Ciencia y Salud con un librito llamado el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, que indica las páginas a leer en los dos libros.

La lectura de la Lección-Sermón cada semana y el ir a la iglesia me ayudaron a hacerme una Científica Cristiana. Esta Ciencia ha cambiado mi vida y me ha hecho muy feliz. Ahora también soy una maestra de la Escuela Dominical.

Estoy muy agradecida de que Juan estuviera en mi clase del colegio hace cuatro años y especialmente agradecida de que él y su familia dejaran que su luz brillara. Sin darse cuenta, Juan me había enseñado cómo este pasaje favorito de la Biblia realmente opera: “Y un niño los pastoreará”. Isa. 11:6.

Deja que tu luz brille en todas partes, vive el amor que la Ciencia Cristiana te enseña. ¡De esta manera estarás ayudando a tu maestro o maestra y a tus amigos de la manera más maravillosa del mundo!

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