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“La realidad radiante de la creación de Dios”

Del número de septiembre de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La exposición incluía algunas vibrantes pinturas de Van Gogh. Una de ellas se titulaba “Las rosas blancas”. ¡Qué diestro el pincel que había pintado esas rosas con un dinamismo, luminosidad y profundidad superiores a la simple figura descriptiva! Ésta era una obra maestra cuya belleza y poder no estaban limitados ni localizados. Su puro resplandor más bien se proyectaba más allá del marco o el fondo. A mi juicio, iluminaba y elevaba cuanto la rodeaba. Era una lección digna de meditación.

Poco después de ver estas pinturas reparé en un escaparate del centro del distrito comercial. Exhibía un grupo de vestidos negros. El letrero tenía una brillante inscripción con esta leyenda: “Negro radiante”. Bajo una luz pura y cristalina, estos vestidos mostraban una apariencia atrayente, elegante, animada y bella, en la que el negro, en lugar de la melancolía, opacidad o pesadez con que frecuentemente se le asocia, lucía, bajo la iluminación apropiada, con la calidad del resplandor reflejado.

La belleza radiante no está, sin embargo, limitada al reino de las flores, las artes o el mundo de la moda. El toque de delicada destreza espiritual, la respuesta del corazón a las gracias interiores del Espíritu, su pureza, paz, sereno gozo e inocencia, es luz que, a más de encanto individual, difunde un resplandor radiante. Mejora cuanto la rodea.

El puro resplandor espiritual no es una impostura o fingimiento. Viene de adentro y brilla por fuera. Es el resultado de la oración, de la oración que fervientemente procura y se esfuerza por entender al Amor divino, el Alma, y la naturaleza del poder, gozo y paz del Amor. El puro resplandor espiritual proyecta una luz sana y nítida que tiende a aclarar la atmósfera, ya sea en el hogar, el vecindario o la comunidad.

¿No fue acaso un fulgor espiritual, el puro resplandor del Alma, lo que iluminó el rostro de Moisés cuando éste comulgó con el Señor en el monte Sinaí? Recordamos que este resplandor fue la cima de cuarenta días de oración que le dieron la iluminación espiritual para transcribir los Diez Mandamientos como también la determinación de impartirlos a su pueblo. Ver Éx. 34:28, 29;

La Ciencia Cristiana revela significados espirituales originales en las Escrituras y les da carácter práctico y operativo en la experiencia cotidiana. El estudio regular del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, nos lleva a la clara percepción del verdadero gobierno propio, el gobierno reflejado del Amor divino. Esta percepción espiritual ilumina la consciencia individual y la purifica con la irradiación de la bondad divina. La omnipotencia de Dios, — Su omnipresencia, Su verdad constantemente operativa, — es una revelación que todo lo ilumina, que es útil y que se adapta a toda necesidad humana.

La Sra. Eddy escribe: “Las tres grandes verdades del Espíritu, la omnipotencia, la omnipresencia y la omnisciencia, — el Espíritu poseyendo todo el poder, llenando todo el espacio, constituyendo toda la Ciencia, — contradicen por siempre la creencia de que la materia pueda ser real. Estas verdades eternas revelan la existencia primitiva como la realidad radiante de la creación de Dios, en la que todo lo que Él ha hecho es declarado bueno por Su sabiduría”.Ciencia y Salud, págs. 109–110;

Hace aproximadamente dos mil años, la estrella que resplandeció sobre un pesebre señaló el nacimiento del que iba a demostrar entre los hombres la total bondad de Dios. El puro resplandor del Amor reflejado iluminó el camino de Jesús, orientó las pasos de sus seguidores y los consoló, sanó y reformó. La luz de la sabiduría divina, como nunca antes se había visto, instruyó y corrigió al discípulo, al apóstol y, en verdad, a todo aquel que oyó con fervor.

Cuando recordamos la experiencia de Moisés en el monte Sinaí, — el resplandor puro de su rostro, — no ha de sorprender que en el monte de la transfiguración el rostro de Cristo Jesús resplandeciera “como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”. Mateo 17:2;

En su Sermón del monte, el Maestro recordó a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”. 5:14, 15;

Estos versículos bíblicos fueron tema de animada discusión entre estudiantes de la Ciencia Cristiana en una clase de la Escuela Dominical. ¿De qué modo podían proyectar su luz en sus relaciones prácticas y cotidianas con sus padres, compañeros de escuela y amigos? Los estudiantes relacionaron la luz con la comprensión de Dios en Sus muchos aspectos. El estudio de los siete sinónimos de Dios, tal como los explica la Ciencia Cristiana, había sido una fuente de gran inspiración para ellos: Mente, Alma, Espíritu, Principio, Vida, Verdad y Amor. Cada estudiante había aportado una valiosa lista de cualidades y atributos espirituales. La suma de todo ello era una expansiva comprensión de la naturaleza de Dios. Además, este estudio les había dado un sólido fundamento para expresar su propia identidad verdadera como hijos de Dios.

“¿Qué sinónimo ha tenido más influencia en tu vida y actividades?” preguntó la maestra a cada uno de los estudiantes al resumir el estudio. Para uno fue el Amor, para otro el Espíritu y para otro la Mente. La maestra esperaba la respuesta de Matilde con especial interés. Y había razón. La Superintendente de la Escuela Dominical, los maestros y otros observadores habían percibido el maravilloso cambio que se había operado en la apariencia de Matilde. ¿Podía la maestra explicarlo? — No, no tengo idea qué ha pasado. Esta muchachita sencillamente irradia alegría. Sin embargo, la maestra tuvo un indicio cuando preguntó a la estudiante — Matilde, ¿qué sinónimo tiene para ti más significado?

— Alma — dijo Matilde con una sonrisa.

—¿Y por qué Alma?

— Porque sé que soy la pura y radiante expresión del Alma radiante. Yo amo esta realidad radiante. La siento dentro de mí. La veo en todas partes y en todas las personas, como la luz del sol. Sé que es eterna, porque el Alma es eterna.

Indudablemente, citas como la siguiente de Ciencia y Salud, examinadas durante la hora de clase, habían tenido un efecto perdurable sobre Matilde, como lo tienen sobre innumerables estudiantes de la Ciencia Cristiana: “Sabiendo que el Alma y sus atributos se manifiestan eternamente por medio del hombre, el Maestro sanaba a los enfermos, daba vista a los ciegos, oído a los sordos, pies a los cojos, revelando así la acción científica de la Mente divina sobre las mentes y los cuerpos humanos, y dando una comprensión mejor del Alma y la salvación”.Ciencia y Salud, pág. 210;

El comprender a Dios y Sus atributos completa nuestra individualidad espiritual. Revela, con clara irradiación, al hombre natural y espiritual, el reflejo del Alma. Para el pensamiento no iluminado espiritualmente, este resplandor que alumbra la atmósfera que lo rodea acaso sea perceptible, pero indefinible. Para muchas personas cuyo sentido espiritual se ha desarrollado, el puro resplandor del Alma se distingue con más facilidad y su influencia se siente en igual proporción. La Sra. Eddy observa lo siguiente: “Una puesta de sol radiante, hermosa como las bendiciones cuando se echan al vuelo, se dilata y resplandece hasta desaparecer en la quietud. De ese mismo modo, una vida corregida ilumina su propia atmósfera con resplandor y comprensión espirituales”.Miscellaneous Writings, pág. 356.


Florecerá y echará renuevos Israel,
y la faz del mundo llenará
de fruto.

Isaías 27:6

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