Cierto día, mientras iba manejando por la ciudad, me di cuenta de que no podía leer las señales de tránsito a menos que estuviera cerca de ellas. En ese tiempo yo planeaba hacer un largo viaje en automóvil. Para entonces ya usaba anteojos, y mi licencia de conductor requería que los usara para conducir, de manera que decidí orar seriamente sobre la situación.
Usé como base de mi trabajo metafísico estas palabras de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 368): “Negad la existencia de la materia, y podréis destruir la creencia en condiciones materiales”. Encontré también otra declaración muy útil en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) por la Sra. Eddy (pág. 206): “El auténtico Científico Cristiano está afirmando la armonía constantemente en palabra y obra, mental y oralmente, repitiendo perpetuamente este diapasón celestial: 'El bien es mi Dios, y mi Dios es el bien. El Amor es mi Dios, y mi Dios es Amor' ”. Leí detenidamente el versículo bíblico (Gén. 1: 31): “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera".
Resolví ver solamente el bien, y comprender la nada del mal. Rechacé e invertí mentalmente todas las sugestiones del error, negándoles lugar o poder. Puesto que Dios es el bien y es Todo, ¿cómo puede existir nada sino el bien? Me esforcé en ver el bien en todas partes, en encontrar lo bueno en la gente, lugares y cosas.
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