Conocí la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. en 1921 a raíz de una curación que experimentó un miembro de mi familia. Después de examinar esta religión me di cuenta de inmediato que había encontrado la “perla preciosa” (Mateo 13:46). Entonces le pedí a la practicista que nos había demostrado el mérito de esta Ciencia que me consiguiera un ejemplar del libro de texto Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy y que me subscribiera a la edición francesa de El Heraldo de la Ciencia Cristiana. En aquella época no había publicación periódica traducida al portugués.
Tengo que admitir que no fue fácil asimilar todo lo que leí en el libro de texto. Mas, poco a poco, comencé a comprender y a familiarizarme con su lenguaje tan poco común. Me esforcé por practicar lo que comprendía y muchas veces los resultados fueron satisfactorios. En este esfuerzo me ayudaron mucho los artículos del Heraldo. Cuando leía un testimonio que me causaba impresión por su demostración de la curación por la Mente, analizaba la explicación que daba el testificante. Así fui adquiriendo una comprensión de las demandas morales y espirituales de la Ciencia relacionadas con el trabajo metafísico exitoso.
En 1955, tomé instrucción en clase. Esto fue para mí una experiencia maravillosa. Terminado el curso, a invitación de algunos compañeros de clase, visité varias ciudades de los Estados Unidos de América.
Entre las innumerables demostraciones que he tenido del poder sanador de Dios, quisiera relatar la siguiente:
Un día en que me encontraba paseándome por el jardín de mi casa, observé a una paloma volando en busca del palomar, una caja de madera que siempre colgaba en la muralla del garage. El día anterior el jardinero, después de cortar la hiedra que cubría la muralla, se había olvidado de ponerla nuevamente en su lugar. Como todavía la escalera del jardinero se encontraba allí arrimada a la muralla de tres metros de altura, decidí colgar la palomerita en el sitio de costumbre.
Subí la escalera con todo cuidado y al colgar la caja me sujeté de una rama de hiedra que colgaba de la muralla, pero la escalera resbaló, la rama se quebró y caí al pavimento quebrando los tacones de mis zapatos. Cuando traté de levantarme no pude mover las piernas. Sentí el ruido de huesos quebrados en los tobillos y sufrí graves lesiones en las articulaciones de ambas rodillas. Recordé estas palabras del libro de texto (pág. 424): “Los accidentes son desconocidos para Dios, la Mente inmortal, y tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el concepto correcto de la dirección infalible de Dios y de esta manera sacar a luz la armonía”. De inmediato comencé también a repetir “la declaración científica del ser” tantas veces como pude, orando sinceramente por comprender. La declaración comienza con estas palabras: "No hay vida, verdad, inteligencia ni substancia en la materia" (Ciencia y Salud, pág. 468).
Al poco rato me sentí lo suficientemente fuerte como para levantarme, y cojeando me acerqué a una ventana donde se encontraba mi hermana. Me ayudó a subir los peldaños de la escalera y me acostó en un diván en mi sala de estudio. Le pedí que me dejara sola y que no dijera nada a nadie de lo ocurrido. Sin embargo, a mi padre al notar mi ausencia, se le dijo lo sucedido y vino a verme. Insistió en llamar a un cirujano o llevarme al hospital. No acepté y le pedí me dejara hacer mi demostración por medio de la oración en la Ciencia Cristiana. Permanecí en esta condición durante tres días. En medio del dolor me esforcé por reconocer mi verdadera identidad como reflejo de Dios. Sabía que mi estado espiritual era indestructible y eterno.
En este empeño finalmente pude demostrar, por lo menos en cierta medida, la verdad de esta declaración de la Sra. Eddy (ibid., pág. 516): “El hombre, hecho a Su semejanza, posee y refleja el dominio de Dios sobre toda la tierra”. Durante la mañana del cuarto día me levanté, me vestí y bajé a almorzar con mi familia, y en la tarde fui a la iglesia a dar gracias por esta maravillosa curación.
Mi gratitud a Dios por Cristo Jesús, el Mostrador del camino, y por la Ciencia Cristiana y su Descubridora y Fundadora, la Sra. Eddy, no tiene límites. Gracias a ella he encontrado el camino de la Vida, la Verdad y el Amor.
También estoy agradecida por las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, especialmente por el Heraldo, que se publica en doce idiomas y cuyos artículos son apropiados para solucionar cualquier problema humano.
San Pablo, Brasil
