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Nunca me había parecido deseable el...

Del número de marzo de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nunca me había parecido deseable el jubilarme. Por más de cuarenta años mi exigente y recompensadora manera de vivir había sido enseñar a niños pequeños en escuelas públicas. Pero ahora había llegado la edad de retirarme. Al año siguiente se aplicarían nuevos métodos para enseñar a leer y yo quería continuar y participar en el nuevo método. También tenía yo pensamientos temerosos y adversos presagiando un futuro cargado de actividades inútiles y con mucho tiempo para rumiar. Estos pensamientos constantemente me asaltaban y tenía que destruirlos.

Un día, casi al término de mis clases, con el corazón oprimido por el temor del porvenir, vi esta parte del siguiente Estatuto escrito por la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sección 15): “Dios requiere todo nuestro corazón, y Él proporciona, dentro de los anchurosos canales de La Iglesia Madre, ocupaciones y deberes suficientes para todos sus miembros”. ¡Fue como un rayo de sol después de un día tormentoso! Decidí acatar este Estatuto, y esperar y ver el desarrollo de los acontecimientos. En esa época concurría regularmente a los cultos de la iglesia, pero no participaba en sus actividades. Resolví no aceptar llamadas durante mi retiro para sustituir a profesores o para servir de tutora.

Pocos días después de adoptar esta decisión, la secretaria de la iglesia me pidió que tan pronto como terminase el ciclo escolar, reemplazase a dos señoras del Comité de Distribución de Literatura que estarían ausentes todo el verano. ¡Había comenzado el desarrollo de los acontecimientos! Gradualmente, trabajando y asociándome con los cariñosos miembros del comité, me di más cuenta de los innumerables y beneficiosos medios por los cuales las verdades espirituales procedentes de la Mente divina podían ser utilizadas para solucionar mis problemas personales así como para resolver los de nuestra iglesia y sus actividades. Este trabajo de comité fue una oportunidad para crecer en entendimiento espiritual, lo mismo que para ayudar desinteresadamente. ¡Amé toda esa actividad inmensamente!

Al otoño siguiente cuando las escuelas iniciaron sus clases, me pidieron que ayudase en la Sala de Lectura de nuestra iglesia en el centro de la ciudad. ¡Esto también era parte de la demostración! Acepté, a pesar de no estar segura de mi habilidad para desempeñar tan importante trabajo. Esta actividad resultó ser una maravillosa ocasión para comprender mejor los problemas de los que viven o trabajan en el centro de la ciudad y los medios con que nuestra Sala de Lectura puede ayudar a los que buscan la verdad y a los que se detienen frente a nuestras vitrinas a leer. Uno siente una dicha interior que viene como resultado de compartir el mensaje sanador y reconfortante de la Ciencia Cristiana. Los dos medio días que pasé en la Sala de Lectura, cada semana, fueron experiencias interesantes y satisfactorias.

Antes de finalizar mi primer año de retiro, me di cuenta de que alguien debía preocuparse del gran tablero de anuncios del Monitor, ubicado cerca de la puerta de la oficina de la iglesia, con el fin de hacer resaltar la historia actual de nuestro magnífico periódico internacional The Christian Science Monitor. Me sentí feliz de intentarlo y llegué a ser miembro del Comité Informativo para propagar la circulación del Monitor; así tuve la oportunidad de contribuir a sus actividades. De esta manera aprendí a conocer y a querer a otro grupo de colaboradores de nuestra iglesia y sentí la necesidad de estudiar de verdad el Monitor.

La magnitud mundial de la visión de la Sra. Eddy para el Monitor se reveló en mi pensamiento. Mediante el Monitor, ella incluyó afectuosamente a toda la humanidad en pensamientos de hermandad, ayuda y pureza de propósito. ¡Es maravilloso constatar que la última aportación de la Sra. Eddy al mundo ha sido preservada en toda su pureza y calidad por los encargados de imprimir el diario! En la actualidad su mérito ha conquistado el reconocimiento mundial. ¡Qué privilegio haber participado aunque fuera en pequeña medida en la expansión de su circulación para que el Monitor pueda expresar más ampliamente los propósitos de la Sra. Eddy! Ella dice en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 353), al denominar cada una de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana: “Al siguiente lo nombré Monitor para que divulgue íntegramente la Ciencia que opera inagotablemente. La finalidad del Monitor es no hacer daño a nadie, sino bendecir a toda la humanidad”.

El deseo de ser obediente al mencionado Estatuto del Manual demostró ser un punto decisivo, un desarrollo en mi vida, por lo que estoy muy agradecida. Los años de retiro han sido muy ocupados, y sin duda los más felices de mi vida.


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