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La ley de Dios asegura el actuar en el momento oportuno

Del número de marzo de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hoy en día la gente cambia constantemente de lugar como en ninguna otra época anterior. Algunos deciden establecerse en otro lugar. Otros encuentran que es más conveniente cambiar de domicilio por haberse inscrito en una universidad, por progresar en los negocios, por motivos de casamiento, por nuevas oportunidades que puedan tener en otras localidades. Y aún hay otros que se sienten presionados a mudarse por causas aparentemente fuera de su dominio: reglamentos municipales, fin de un contrato de arrendamiento, necesidades económicas, o porque su casa ha sido expropiada o destruida por la guerra.

En cada caso es vital el momento oportuno. Un gerente desea encontrar un alojamiento apropiado para su familia cuando toma posesión de su nuevo cargo. El estudiante y los recién casados pueden desear coordinar el empleo con sus nuevos planes. Los refugiados huyen. Las mudanzas forzadas requieren rápidas soluciones. ¿Es mucho pedir que todo se lleve a cabo en el momento oportuno?

La Ciencia Cristiana nos asegura de que el momento ideal no tiene por qué ser excepcional sino perfectamente natural — lo que debe esperarse. Podemos estar seguros de esta afirmación cuando comprendemos que Dios es la Mente divina, la única Mente que dirige, gobierna, controla y coordina el universo. El universo es espiritual y perfecto, y expresa el ritmo y la armonía de Dios. El gobierno divino es al mismo tiempo misericordioso y justo. Nuestra comprensión de estas verdades espirituales resuelve los aprietos humanos, incluyendo aquellos que dependen del momento oportuno.

Dios, la Mente, es también Espíritu u omnipresencia. Cada acontecimiento — toda actividad verdadera — está, en realidad, gobernada por la inteligencia divina. Esta inteligencia es también nuestra Mente, porque Dios, la Mente divina, se expresa a Sí mismo mediante Su reflejo espiritual, el hombre; y en verdad nosotros somos ese hombre perfecto. Por lo tanto, demostramos nuestra unidad con la Mente perfecta a medida que somos espiritualmente receptivos a las cualidades otorgadas por Dios, como la perspicacia, el discernimiento y la sabiduría. Por este medio encontramos la habilidad de utilizar el momento oportuno.

El hombre espiritual y su unidad con Dios es el Cristo, nuestra verdadera identidad. Excluye toda acción o decisión fortuita o dejada al azar. Es imposible errar en el cálculo cuando estamos en armonía con la Mente divina, porque la Mente del todo amable puede concebir únicamente ideas perfectamente relacionadas. En la medida en que expresamos las cualidades de Dios, ellas armonizan cada fase de nuestra actividad humana.

El actuar en el momento oportuno está asegurado cuando subordinamos el juicio humano a la voluntad divina; cuando nuestros deseos e inclinaciones están en armonía con la Mente divina y escuchamos calladamente para ser guiados correctamente.

No se puede forzar el momento oportuno como tampoco puede apresurarse el amanecer o el atardecer. Sólo la paciente y absoluta confianza en el momento oportuno dispuesto por Dios logra la coordinación armoniosa tan deseable en los asuntos diarios.

Lo que satisface más que todo es la convicción confiada y serena de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” Rom. 8:28; — no solamente en la crisis sino en toda actividad planeada: en llegar puntualmente a una entrevista, en solicitar inscripción en un establecimiento de enseñanza, en elegir el sitio en que se construirá un edificio, en cumplir con las obligaciones financieras o en dar dinero con fines filantrópicos.

El actuar en el momento oportuno en cada acontecimiento humano puede estar siempre bajo la jurisdicción de la Mente divina. Ningún acontecimiento puede ser demasiado remoto o insignificante para el cuidado infinito de Dios. Él coordina la necesidad y la provisión. Él relaciona la correcta aspiración con la actividad que satisface. Él retribuye exactamente por el trabajo bien hecho, porque la justicia es un atributo del Principio divino, la Mente. Dios hace todas estas cosas cuando entendemos Su gobierno y lo expresamos.

Por lo tanto, cuando nuestra imperfecta opinión argumenta que es “demasiado pronto” o “muy tarde”, nuestro discernimiento espiritual iluminado nos muestra que la Mente infalible no podría concebir ni la acción precipitada ni la acción atrasada. La única acción verdadera es el desarrollo ordenado del conocimiento de la Mente, que está siempre perfectamente coordinada y es útil en todas partes.

Cuando las personas o las familias necesitan establecerse en otro lugar, este paso se desarrolla armoniosamente en la medida en que todos a los que les concierne son sensibles únicamente a la supremacía de la Mente infalible. Si tan sólo uno de los que participan comprende esto, lo relacionado con el empaque, las reservas y el viaje por cualquier medio, puede reflejar el exacto momento oportuno.

Mi esposo y yo comprobamos esto cuando llegamos a la conclusión de que nuestras profesiones individuales necesitaban un lugar con el mínimo de mantenimiento. Aunque nuestra casa estaba en venta desde el principio del año, no se vendió hasta la primavera. Una familia que necesitaba exactamente lo que nosotros ofrecíamos consultó al agente de ventas y rápidamente eligió nuestra casa. Hubiera sido inoportuna la venta rápida de la casa puesto que el lugar a donde nos íbamos a mudar no estaba disponible.

Cada uno de nosotros es precioso para Dios. Podemos experimentar humanamente el perfecto sentido del momento oportuno que está implícito en el gobierno de Dios sobre Sus hijos. Podemos expresar claramente ahora una secuencia ordenada del bien. Como dice la Sra. Eddy: “Sus modos proclaman la hermosura de la santidad, y Su multiforme sabiduría brilla a través del mundo visible en vislumbres de verdades eternas”.Miscellaneous Writings, pág. 363.

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