Aun en medio de la vergüenza y la degradación es posible encontrar dos cualidades de pensamiento que, si se educan, pueden invertir todo curso degradante y elevar a la persona a la sublimidad de la visión y expresión espirituales. Estas cualidades son el conocimiento de sí mismo y la humildad.
La alegoría del jardín del Edén representa los variados tipos del pensamiento humano depravado: desobediencia, obstinación, vanagloria de la rectitud propia, para nombrar sólo algunos. Pero aún entre ellos podemos percibir estas dos cualidades redentoras que son esenciales para todo progreso y curación espirituales. Son expresadas por Eva cuando ella dice: “La serpiente me engañó, y comí”. Gén. 3:13;
La Sra. Eddy comenta la disposición de Eva de admitir su culpa y aceptar la responsabilidad de corregirla sin intentar siquiera justificarse a sí misma. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “Ella ha aprendido ya que el sentido corporal es la serpiente. Por lo tanto es la primera en abandonar la creencia en el origen material del hombre y en percibir la creación espiritual. Esto más tarde capacitó a la mujer para ser madre de Jesús, y para ver junto al sepulcro al Salvador resucitado, que pronto había de manifestar al hombre inmortal, creado por Dios. Esto habilitó también a la mujer para ser la primera en interpretar las Escrituras en su sentido verdadero, que revela el origen espiritual del hombre”.Ciencia y Salud, págs. 533534;
Si proezas espirituales tan significativas como éstas pueden identificarse con la simple expresión de humildad de Eva en su anhelo de enfrentar su error y corregirlo, por cierto que toda la humanidad puede ver la importancia de vencer la vanagloria de la propia rectitud del sentido corporal con la humildad y la receptividad espiritual.
La insensible convicción de la virtud personal y de la equidad de los sentidos materiales explica dos de los mayores enemigos del hombre mortal. Ellos lo enceguecen no solamente con respecto a sus defectos personales sino también con relación a la bondad espiritual y a la inteligencia expresadas en el universo. Estos rasgos falsos de la mente carnal son barreras contra el progreso. Impiden el reconocimiento y la aceptación de las ideas divinas que podrían elevar, purificar y sanar a la humanidad individual y colectivamente. Interrumpen el flujo del innovador pensamiento espiritual y expansivo, que puede resolver los problemas mundiales y redimir a la humanidad de la maldición de la suposición del sentido físico, y del afán de labrar la tierra de la creencia material. Seguramente la humanidad anhela vencerlos.
Nadie puede agregar agua a un recipiente que ya está lleno de hielo. Si nuestra mente está llena de pensamientos mortales premeditados, duramente congelados por la vanagloria de la propia rectitud — si no queremos cambiar nuestros pensamientos materiales por las ideas espirituales, u obedecer los conceptos morales que en cierto grado son mejores que los conceptos depravados de la mente carnal — nunca ascenderemos en nuestra comprensión y demostración de la verdad. La Sra. Eddy escribe: “Uno nunca puede ascender, sin que antes haya descendido en su propia estimación”.Miscellaneous Writings, pág. 356; Tampoco puede ser verdaderamente feliz hasta que no lo haya logrado.
En el pedestal del amor propio es seguro que estamos solos y solitarios. Convencidos de nuestras propias virtudes personales y superioridad intelectual, despreciamos al mundo en un espléndido aislamiento. Nos beneficiamos poco o nada con las ideas que Dios, la Mente divina, está derramando en la consciencia humana por medio del Cristo. Nos apartamos del bien que otros están reflejando como ideas de Dios. Agradeciendo a Dios porque no somos pecadores como otros, dejamos de progresar en el intento de lograr la verdadera consciencia y la demostración de la armonía eterna, la libertad y la paz infinita y espiritual, a que tienen derecho los hombres y mujeres creados por el Padre divino.
La oración para vencer la vanagloria de la propia rectitud es muy importante cuando reconocemos que es un gran obstáculo para nuestro progreso y el progreso del mundo. Y ciertamente podemos saber que en esta oración hallamos respuesta. Cuando la Sra. Eddy era Pastor de La Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, E. U. A., escribió el poema “Apacienta mis ovejas”, en el que devotamente afirma la confianza en Dios para hacer que el pensamiento obedezca la Verdad. La segunda estrofa empieza así:
Tú al rebelde rendirás,
y al duro has de herir;
de su sueño al mundo habrás
Tú de sacudir.Poems, pág. 14.
La serpiente, el sentido corporal, engaña al hombre mortal — lo hace creer con tal convicción de que él y su prójimo son seres físicos de origen material que le es difícil considerar ninguna otra posibilidad. Pero la Ciencia Cristiana nos asegura que quienes recurren a Dios en oración, que humildemente admiten sus defectos mortales y se esfuerzan por vencerlos, recibirán la ayuda divina. La Ciencia nos persuade a abandonar la creencia falsa y a aceptar la idea a la manera del Cristo del origen y naturaleza espirituales del hombre verdadero que la consciencia humana perdió cuando, según las imágenes de la alegoría del jardín de Edén, Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal.
La rebeldía y la vanagloria de la propia rectitud que congelan el pensamiento humano en un molde de creencias falsas y materiales pueden, por un tiempo, impedir que la humanidad disfrute de la bondad del universo de Dios induciéndola a admitir solamente el testimonio de los sentidos físicos. Mas por la gracia de Dios, las cualidades del conocimiento de sí mismo, y la humildad simbolizadas por Eva, están siempre presentes para anularlas. Cuando se expresan, hacen que la mente humana abandone las impresiones falsas y materiales, por muy convincentes que parezcan, y que acepte la evidencia del sentido espiritual, que da la única comprensión del ser verdadero.
La humanidad nunca llega a tal punto de depravación para que no tenga esperanza. El Cristo está siempre presente para acallar la vanagloria de la propia rectitud. Quiebra el mesmerismo del sentido corporal y hace que el pensamiento humano obedezca la idea espiritual, la verdad del ser, que es la consciencia verdadera del hombre, el cielo y la armonía del Alma.
