El estar atento a la guía divina nos espiritualiza, y mejora nuestra experiencia porque nos aleja del materialismo y de un concepto limitado y finito del ser. Equivale a la oración, pues, el estar atento, el oír con atención, no depende del oído físico. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos da el significado espiritual de “oídos”: “No los órganos de los llamados sentidos corporales, sino el entendimiento espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 585 ;
La Biblia tiene mucho que decirnos acerca de escuchar íntimamente, atentamente, y obedecer, en palabras como: “oíd”, “estadme atentos”, “estad atentos a mí”. El servidor de Dios, Le obedece al expresar Sus perfectas cualidades. ¡Cuán reconfortante es comprender que Dios, la Mente, es glorificado en el hombre verdadero y espiritual, Su idea! Este pensamiento nos enaltece y nos estimula a hacer un esfuerzo metafísico más elevado y a mantener una comunión más íntima con Dios mediante la oración, para poder ser un reflejo cabal de Él.
La quietud es necesaria para escuchar atentamente y comprender las instrucciones de Dios. Se necesita humildad para estar dispuestos a dejar de lado el estímulo de los sentidos materiales, que nos lleva a actuar impulsivamente y a satisfacer la voluntad humana. El confiar en Dios tranquiliza, mitiga el temor y la ansiedad, aliviando la tensión. En la quietud receptiva escuchamos la idea adecuada que Dios nos da. Al recibir y obedecer los mensajes de Dios, el oído atento demuestra la unidad del hombre con Dios, la unidad que inspira, instruye, alegra y da paz.
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