Adrián había tomado clases de natación durante tres veranos. En la primera clase lloró al meter la cara en el agua. Pero de esto ya hacía mucho tiempo. Ahora tenía seis años y nadaba casi todos los días con sus amigos. Le gustaba nadar bajo el agua e ir a buscar cosas al fondo de la piscina. A él y a su amigo Pedro les encantaba caminar por el trampolín imaginándose que estaban dando un paseo vestidos con su mejor ropa. Gritaban y se reían al saltar del borde del trampolín y zambullirse de pie.
Un día, al ir a su clase de natación Adrián oyó que su maestra decía “Formen fila al lado del trampolín”. De pronto Adrián sintió mucho miedo. Se colocó al final de la fila y dejó que los otros chicos pasaran primero para no tener que zambullirse. Pero esto no dio resultado. La maestra lo vio y le dijo que se zambullera de cabeza. A Adrián no le gustó nada. Después que se zambulló decidió que nunca más lo haría. Al volver a casa se sintió desdichado y pensó que sus maestras eran malas.
La lección siguiente fue todavía peor. Cuando la maestra les dijo a los niños que se pusieran en fila al lado del trampolín, Adrián se deslizó hasta un banco y se sentó muy ca- lladito. Esperaba que nadie notara que estaba allí. Pero pronto lo descubrieron. Su maestra sabía que no era bueno que Adrián se dejara dominar por el miedo y lo llevó hasta el trampolín. Adrián gritó: “¡Suélteme, no me toque!” Esto no le resultó. Se zambulló cuatro veces y se sintió más decidido que nunca a no volver a hacerlo.
Ese día cuando Adrián y su madre volvían a casa en auto, hablaron acerca de Dios. Desde los dos años el niño asistía a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Le gustaba aprender lo que le enseñaban acerca de Dios y de los hombres que no sentían miedo y que escuchaban a Dios en las narraciones de la Biblia.
Cuando su mamá le recordó que el temor a zambullirse era un falso temor, él comenzó a sonreir un poco. Recordó uno de los himnos de la Sra. Eddy que era su preferido. En parte dice:
y al conocerle, la verdad
vence el temor.Christian Science Hymnal, No. 161 ;
Se dio cuenta de que si tenía que vencer el temor, tendría que comprender la verdad.
Adrián y su madre comenzaron a decir en voz alta algunas verdades que necesitaban saber para vencer el temor. Dios está siempre con Sus hijos. Es verdad. Los ayuda cada vez que ellos buscan Su apoyo. Es verdad. Adrián sabía que él era realmente el hijo de Dios. Es verdad. Y el hijo de Dios no puede conocer el miedo porque el miedo no es parte de Dios. Adrián sabía que todo esto es verdad.
Recordó cómo una vez cuando se había despertado de noche sintiendo mucho miedo, su madre lo había tranquilizado. Lo abrazó y le dijo que recordara la bienaventuranza: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. Adrián sabía qué significaba ser de limpio corazón. Su madre le había recordado que en una mente llena de pensamientos puros y buenos no hay lugar para pensamientos de temor. Había vuelto solo a su cama esa noche, y se durmió, teniendo sólo pensamientos buenos y verdaderos. Esa vez había visto realmente que Dios es el Amor divino y que no hay temor en el Amor.
Recordó esa feliz experiencia. Ahora quedaría otra vez libre de temor. De modo que cuando volvió a la escuela, pidió que lo llevaran a nadar y practicar zambullidas. Lo hizo varias veces hasta que se convenció que lo hacía bien. Al día siguiente practicó otra vez y hasta pidió a un amigo que le mostrara cómo zambullirse, para hacerlo realmente bien.
En la clase siguiente, cuando la maestra le pidió a los niños que formaran fila al lado del trampolín, Adrián se sintió feliz de veras. Se lanzó sin que nadie se lo pidiera, sin ayuda alguna. La maestra estaba muy contenta también. Cuando vino la otra maestra más tarde, le pidieron a Adrián que demostrara cómo se zambullía. Lo hizo nuevamente y al nadar hacia la superficie oyó que la clase lo aplaudía. ¡Qué día más maravilloso!
