Cuando comencé a enseñar en la Escuela Dominical, quería inspirar en mis alumnos el deseo de estudiar la Lección-Sermón. Pronto me di cuenta de que sólo a medida que la lección se convertía en algo vitalmente práctico en lo que concierne a mi propia vida entonces podía persuadir a mis alumnos a que descubrieran la utilidad de la lección para ellos mismos.
Cuando estudio, escucho y tomo el tiempo necesario para pausar y meditar sobre el significado de alguna palabra o frase, particularmente en lo que atañe a asuntos importantes para mí. Convierto ciertas declaraciones en cada lección en afirmaciones o negaciones que se relacionan con las necesidades de curación, regeneración o comprensión espiritual, tanto mías como las de mis alumnos.
El verdadero progreso espiritual es expansivo, de manera que estas necesidades que ahora menciono se relacionan tanto con los intereses o problemas públicos como con las cuestiones más íntimas y subjetivas. Como maestra de la Escuela Dominical, tengo muy presente los intereses y problemas de mis alumnos. Hacia el fin de semana estos factores cobran aún más importancia a medida que medito sobre la lección.
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