[Este artículo sobre la Escuela Dominical aparece en inglés en el The Christian Science Journal de esta misma fecha.]
¿Ha pensado su iglesia filial en cómo fortalecer su Escuela Dominical? Muchas filiales han hecho planes decisivos para lograrlo. Como resultado, algunas de nuestras Escuelas Dominicales pronto serán, o ya lo son, centros educacionales más eficientes de lo que lo eran en el pasado.
Mas, el hablar de los detalles sobre cómo estas iglesias lograron llevar a cabo sus planes puede llevarnos a pasar por alto el hecho de que cada individuo y cada iglesia filial es único. El camino que llevó a uno al éxito, rara vez, si acaso, será el que haya adoptado otro; y lo que uno decide hacer debe comenzar con sus propias oraciones. Se ha comprobado una y otra vez que en nuestras iglesias las actividades humanas sólo logran el éxito si van precedidas por oraciones profundas, y si son el resultado directo de tales oraciones.
En la página 1 de Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación propia, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con buen éxito para la cristianización y la salud del género humano".
¿Estamos orando, vigilando y trabajando? ¿Estamos poniendo de lado la comodidad y el interés propios por el bien de toda la humanidad, por todos los niños del mundo? Éste es un elemento vital y del todo importante en el trabajo que hacemos por nuestras Escuelas Dominicales.
[Preparado por la Sección Escuela Dominical, Departamento de Filiales y Practicistas.]
La ineficacia que resulta de depender totalmente en medios materiales para la prosperidad de las Escuelas Dominicales, se ha comprobado más de una vez. Recurriendo directamente a métodos humanos a fin de obtener resultados, algunas iglesias han dado continua y amplia publicidad a sus Escuelas Dominicales durante algún tiempo, sólo para comprobar finalmente que no se manifestó cambio alguno en la asistencia.
Pero he aquí el caso de una iglesia en una pequeña comunidad europea que simplemente no contaba con una Escuela Dominical. Querían una y pensaban que debían tenerla. Obtuvieron el apoyo de todos los miembros para llevar a cabo este propósito. Contrariamente a otras iglesias mencionadas, los miembros de esta filial comenzaron mentalmente, no físicamente; interiormente, no exteriormente. Comenzaron con la oración. Alentaron a los miembros a ampliar su concepto mental de la Escuela Dominical y no a meramente pensar en términos de atraer a su iglesia a matrimonios con hijos. Se les pidió a los miembros que incluyeran en sus oraciones para la Escuela Dominical a todos los niños del mundo.
Los miembros respondieron a este llamado gustosa y prontamente. A los pocos meses tenían una Escuela Dominical con una asistencia de trece niños ¡todos provenientes de hogares en donde los padres no tenían interés en la Ciencia Cristiana!
En este caso, según sabemos, se planeó muy poco en un plano meramente humano, quizás nada, salvo el buscar maestros y proporcionar el local necesario. Pero es evidente que los requisitos espirituales de oración, vigilancia y trabajo fueron ampliamente compensados. Aun la inmolación propia tuvo su parte porque los miembros no trabajaron sólo para los niños de su propia comunidad, sino para todos los niños.
La lección es sencilla, ¿verdad? Orar y continuar orando. Perseverar hasta ver claro ante nosotros el camino. Nuestras oraciones, nuestro sincero recurrir a Dios, el Todo-en-todo, nos revelarán exactamente la manera propicia de actuar para satisfacer las condiciones y circunstancias específicas de nuestra iglesia. Y una vez que se ve el camino, los pasos humanos necesarios pueden seguirse gozosamente.
Lo que resulte de estas oraciones puede que sea completamente diferente de lo que esperábamos, posiblemente diferente a lo que otra iglesia haya hecho por su Escuela Dominical, pero será lo correcto para la nuestra. Y esto es lo que deseamos.
Nos impresionó mucho otro informe que recibimos. Provenía de una iglesia filial cuyo vecindario había decaído muchísimo y la asistencia a la Escuela Dominical había disminuido considerablemente. Había un gran porcentaje de delincuencia juvenil en el área.
Los miembros de esa iglesia, reconociendo la necesidad tanto de la comunidad como de la iglesia, decidieron trabajar mental e individualmente acerca del problema; decidieron orar diariamente, no sólo por los niños de la comunidad sino por todos los niños del mundo. Comprendieron ¡y quién no! que los niños de todas partes necesitan toda la ayuda posible para ser protegidos del abuso y el abandono, para liberarlos de la afición a las drogas, del crimen y de la enfermedad. Persistieron en saber que Dios ama, instruye y cuida a todos Sus pequeñuelos, y que Dios es el único poder.
A medida que transcurría el tiempo, la asistencia a la Escuela Dominical fue aumentando hasta que llegó a exceder a la de los cultos de la iglesia, y la delincuencia juvenil en esa localidad disminuyó perceptiblemente.
El trabajo de oración, aun de una sola persona, puede ser efectivo. Una maestra de una Escuela Dominical grande resolvió el problema de una asistencia insuficiente. Un viernes, el superintendente la llamó para informarle que sólo concurrirían dos alumnas a su clase del siguiente domingo. Una era una jovencita de otra religión, pero que mostraba interés por la Ciencia Cristiana, y la otra, una jovencita que a pesar de haber sido criada en la Ciencia Cristiana, se estaba alejando.
Aquel domingo la maestra se levantó muy temprano y durante tres horas trabajó para ver la impotencia del magnetismo animal en todas sus formas que trataba de alejar a los jóvenes de la Ciencia Cristiana. En aquella ciudad había varios miles de estudiantes universitarios y la maestra estaba segura de que entre ellos debía de haber muchos dentro de la categoría que describe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 570), al decir: "Millones de mentes sin prejuicios sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto están esperando anhelantes descanso y refrigerio".
Cuando la maestra llegó aquella mañana a su clase, encontró a siete jóvenes esperando. Uno era un muchacho que estudiaba en un conservatorio de música. Era cuáquero y había llegado a la ciudad la noche anterior. Al salir de su dormitorio en la universidad ese domingo por la mañana, sintió un enorme deseo de ir a la iglesia, pero no sabía dónde encontrar una. Llegó a la Iglesia de Cristo, Científico, entró y fue bienvenido en la Escuela Dominical.
Otro alumno, en uniforme de la Fuerza Aérea, dijo que se había enterado de la Ciencia Cristiana durante su reclutamiento. Pensó que le gustaría investigarla.
Un tercer alumno era una muchacha que estudiaba en una de las universidades cercanas. Se había levantado aquella mañana sin saber qué hacer ese día. Todo su conocimiento de la Ciencia Cristiana se reducía a haber visto un anuncio de la organización universitaria de la Ciencia Cristiana, pero eso la indujo a asistir a nuestra Escuela Dominical.
La maestra nos informa que mientras continuó sirviendo en esa Escuela Dominical no hubo ni una sola vez en que no asistiera a su clase por lo menos un estudiante nuevo. Comenta: “Esta experiencia me enseñó que no tratamos — o que no hemos tratado — suficientemente las fases del magnetismo animal que pretenderían alejar a la juventud de la Ciencia Cristiana y de sus Escuelas Dominicales”.
Cada Científico Cristiano puede hacer esta clase de trabajo. ¡Y qué maravillosa ayuda nos ha dado la Sra. Eddy al señalarnos en su definición de “hijos” la perfección de la idea espiritual así como las imperfecciones del concepto humano que nos enfrenta en nuestro trabajo. La definición dice: “Los pensamientos espirituales y representantes de la Vida, la Verdad y el Amor.
“Creencias sensuales y mortales; falsificaciones de la creación, cuyos originales superiores son los pensamientos de Dios, no en embrión, sino en madurez; suposiciones materiales de vida, substancia e inteligencia, opuestas a la Ciencia del ser” (Ciencia y Salud, págs. 582-583). De este modo, la Sra. Eddy nos ha mostrado exactamente lo que debemos negar al trabajar por los niños, así como las grandes cualidades espirituales por las cuales podemos regocijarnos.
Las necesidades y el bienestar de los niños hicieron que Cristo Jesús dijera: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios" (Marcos 10:14). En Mateo (18:10) se relata que Jesús dijo: "Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos".
La amorosa provisión que hizo la Sra. Eddy para los niños, está establecida y protegida por ella en los Estatutos del Manual de La Iglesia Madre. Podemos vencer la apatía, la renuencia a servir y el miedo a la incapacidad. Podemos percatarnos de que el magnetismo animal es impotente para impedir la utilidad y eficacia de nuestras Escuelas Dominicales.
Es interesante saber lo que otros han hecho. Pero el mero emular sus planes y procedimientos no hará necesariamente que tengamos éxito en nuestras Escuelas Dominicales. La manera totalmente poderosa es el espiritualizar nuestro pensamiento acerca de nuestras Escuelas Dominicales. Y esto resultará en la demostración.
