La curación que probablemente ha sido la más importante para mí, ocurrió justo antes de Navidad, hace algunos años. He sido Científico Cristiano toda mi vida, y ésta fue la curación en la que tuve menos ayuda de los demás. Realmente me probó que quienquiera que trabaje con suficiente tesón y confíe en Dios, puede experimentar una curación por medio de la Ciencia Cristiana.
Formaba parte del equipo de rugby de principiantes en nuestro liceo, y en una práctica cercana al fin de temporada, me di un golpe muy fuerte en el pulgar de la mano derecha. Al tratar de detener a un jugador, golpeé accidentalmente el casco de otro con mi mano. El pulgar me dolía, y cada vez que lo empleaba en el juego me dolía más. Durante el resto de la práctica declaré constantemente que mi fuerza provenía de Dios, pero sin mucho resultado.
Mi dedo estaba hinchado y si lo tocaba me dolía; pero no oré especialmente al respecto. Simplemente lo dejé de lado porque pensé que finalmente el dedo mejoraría por sí solo. Después de un par de días, mi entrenador me llevó a que me entablillaran y vendaran la mano.
Estábamos a fines del trimestre, y de pronto me di cuenta que se acercaba un importante examen de inglés. Comencé a pensar en la situación general, y me preocupé en serio. Mi dedo estaba todavía dolorido, así que no podía escribir ni legible ni rápidamente. Me encontré abrigando pensamientos negativos: “¿Cómo voy a escribir la prueba con mi dedo como está? No voy a terminar nunca, y voy a tener una mala nota para el trimestre”. Estaba muy desanimado. Entonces, finalmente, comencé a orar como lo enseña la Ciencia Cristiana, cosa que debía haber hecho cuando se presentó el problema por primera vez.
La noche anterior al examen me preparé para darlo, después me senté con el libro de texto Ciencia y Salud por la Sra. Eddy y algunos ejemplares viejos del Christian Science Sentinel que contenían artículos acerca de cómo encarar los exámenes. Oré por saber que mi inteligencia provenía de Dios, y que, puesto que era el reflejo de Dios, también podía expresar esta inteligencia. Sabía que había dado los pasos necesarios para preparar el examen, y ahora podía dejar que Dios cuidara de mí, ya que, como aprendemos en la Ciencia Cristiana, Él lo sabe todo. Entonces se calmaron mis pensamientos sobre el examen.
Después empecé a orar acerca de mi problema físico. Esta vez hice el trabajo de veras. Ya no lo dejé de lado. Afirmé que mi fuerza proviene de Dios, por lo tanto, no había razón alguna para que yo dependiera de mi dedo pulgar o de una creencia de mí mismo como persona material y limitada. También trabajé con “la declaración científica del ser”, cuyas palabras finales son: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual” (Ciencia y Salud, pág. 468). Sustituí “hombre” por “yo”, de modo que estaba expresando estas declaraciones especialmente para mí mismo. También trabajé con otra declaración de la Sra. Eddy: “Todo aquello que es gobernado por Dios jamás está privado ni por un instante de la luz y el poder de la inteligencia y la Vida” (ibid., pág. 215). Sabía que no podía ser privado de ninguna cualidad buena sino que estaba libre para expresar a Dios.
Después de haber estudiado por cerca de media hora las verdades de la Ciencia Cristiana, comí algo y me fui a dormir. Al día siguiente volví a reafirmar que mi fuerza e inteligencia proceden de Dios y que yo estaba bajo Su cuidado y Su guía. Cuando llegó el momento del examen, me saqué la tablilla de la mano y escribí la prueba, completamente libre. Fue fácil y la pasé con buen éxito.
Estoy agradecido por saber cómo emplear la Ciencia Cristiana en mi vida cotidiana y tener así curaciones como ésta. Estoy también muy agradecido por los practicistas registrados en el The Christian Science Journal y en El Heraldo de la Ciencia Cristiana, que nos dan apoyo eficaz cuando tenemos dificultades en resolver los problemass por nosotros mismos.
Edmonton, Alberta, Canadá
