En la tarde del domingo que precede a la próxima Lección-Sermón, me permito el privilegio de tener una cita con nuestra Guía, la Sra. Eddy, por medio de la Lección-Sermón. Marco los libros a medida que voy leyendo las referencias correspondientes. Lo hago lentamente con una sensación de feliz sosiego, pues soy la invitada de Dios a un banquete espiritual.
Utilizando el tamaño grande del Trimestral, hago gran cantidad de anotaciones, haciendo un resumen de cada sección después que la concluyo. Empezando con el Texto Áureo, busco cuidadosamente lo que puede parecerme el modelo o tema principal. Cuando encuentro uno, ¡el descubrimiento es regocijante! Siento como si tuviese la pelota y corriera hacia la meta de mayor comprensión espiritual. El discernir el propósito del mensaje de la semana, me coloca en la compañía de los elegidos: miles de nosotros — aquí, allí, en todas partes — trabajando y orando con unidad y energía y con directivas específicas.
Puesto que “la inspiración restituye la vestimenta entera de la justicia de Cristo” (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 242), considero la Lección-Sermón no como un deber, sino como una delicia. Me resisto a caer en el error de verla como una mera lectura maquinal.
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