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Espiritualizando el pensamiento al trabajar para Dios

Del número de mayo de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un joven Científico Cristiano, que iniciaba su carrera, se vio frente a una de las situaciones profesionales más desafiantes que jamás había vivido.

Era un periodista que trabajaba para una agencia noticiosa metropolitana de Londres que servía a los principales diarios británicos. El personal — compuesto de reporteros jóvenes de varias provincias de Inglaterra, sudafricanos, australianos, canadienses, todos buscando el éxito en “Fleet Street” — era altamente competitivo.

Era un trabajo arduo y se bebía mucho. Las horas eran largas: se comenzaba a trabajar a las seis de la mañana y los reportajes, que se tomaban directamente de la red de emisoras policiales, versaban sobre crímenes. El trabajo continuaba hasta las dos o tres de la mañana del día siguiente. La mayor parte del tiempo de los periodistas se empleaba en relatos de violencia o desastres, o sobre temas obscenos que incluían los peores elementos de la naturaleza humana.

Y, para colmo, el director a cargo de la oficina de operaciones editoriales, no sólo era el reportero profesional más despiadado que el periodista jamás había conocido, sino que era un sádico en sus relaciones con el personal. Oprimía a las mujeres periodistas y trataba de quebrantar la moral de los hombres. Sería poco decir que la agencia estaba dominada por el odio, la desconfianza y hasta por la violencia reprimida.

Siendo una persona que no bebía ni fumaba y que era “religiosa” por añadidura, el Científico Cristiano, en medio de todo esto, parecía el blanco perfecto para un trato bastante rudo.

Pero no resultó así, a pesar de que inicialmente el cuadro parecía tenebroso. Tan tenebroso, que el Científico Cristiano se preguntó melancólicamente: “Realmente, ¿qué estoy haciendo aquí?” Ciertamente, ésa era una de las mejores preguntas que se podía hacer pues lo obligó a recurrir a su conocimiento de la Ciencia Cristiana a fin de hallar una respuesta satisfactoria.

Rápidamente el periodista se percató de que la respuesta debería ser espiritual y no humana. Él jamás podría encontrar satisfacción en su trabajo y felicidad en su vida, si creía depender de una organización humana o estar a la merced de jefes humanos.

Como dice el Apóstol Pablo: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”. Col. 3:23, 24;

Reduciendo el problema a lo fundamental, el periodista razonó que la única relación que importaba era aquella entre él y Dios. El único empleo de importancia era trabajar para Dios, sirviéndole mediante la expresión de Sus cualidades divinas. Mary Baker Eddy escribe: “La única ambición verdadera consiste en servir a Dios y ayudar a la raza”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 3;

Mas, ¿cómo servir a Dios en ese ambiente impuro de la agencia noticiosa? Una canción popular de aquellos tiempos que alentaba a eliminar lo negativo y acentuar lo positivo ofrecía una indicación práctica. Él vio que la Ciencia Cristiana requería que él siguiera adelante — que movilizara y utilizara las aptitudes que Dios le había dado.

A medida que meditaba sobre las cualidades que podía aplicar a la situación, el joven Científico Cristiano razonó que lo que la agencia noticiosa, sus empleados y el director necesitaban más que nada era una buena dosis de amor. Mas el amor no desechaba otras cualidades tales como la firmeza y el valor en defensa del Principio. No descartaba la diligencia, la exactitud, la ingeniosidad, la persistencia, la articulación, la comunicación — cualidades altamente valoradas en el periodismo y que verdaderamente provienen de Dios, la Mente divina.

A medida que un Científico Cristiano progresa, expande su percepción e intuición espirituales. El periodista le dio gran importancia a todo el capítulo titulado “La Ciencia Cristiana contra el Espiritismo” del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Particularmente estudió el pasaje en donde ella habla del don profético del pensamiento al estar en armonía con la verdad científica del ser. “La siempre presente Mente divina y el pensamiento que está en relación con esta Mente tienen la prerrogativa de conocer el pasado, el presente y el futuro.

“El conocimiento de la Ciencia del ser le capacita a uno para comunicarse más ampliamente con la Mente divina, para prever y predecir los acontecimientos que conciernen al bienestar universal, para estar divinamente inspirado, — hasta para alcanzar una perspectiva más vasta de la Mente ilimitada”.Ciencia y Salud, pág. 84;

El periodista estaba intrigado por la coincidencia entre esta búsqueda por percepción espiritual y las exigencias diarias del trabajo periodístico por previsión, intuición e inspiración. Con mucha alegría se dio cuenta de que al trabajar para Dios podía utilizar dinámicamente todas estas cualidades espirituales al mismo tiempo que cumplía directamente con sus obligaciones hacia sus empleadores humanos.

A medida que el periodista aplicaba esta comprensión espiritual en los meses que siguieron, su carrera florecía. Adquirió reputación por desarrollar reportajes exclusivos. Muchas veces el tema era constructivo y sanador.

Su relación con los demás reporteros era agradable. En un comienzo, la relación con el director era no más que satisfactoria, pero a medida que transcurría el tiempo, se desarrolló un respeto mutuo entre ellos. El Científico Cristiano no excusaba las características más desagradables del director, mas apreciaba su destreza profesional y su consciencia social. El director demostraba un respeto reservado por los principios que sostenía el Científico Cristiano, tal es así que el periodista fue la única persona a quien el director invitó a su casa para que conociera a su familia.

Los hechos no deben ser exagerados. El director no se reformó ni se hizo Científico Cristiano. A decir verdad, eventualmente fue despedido. ¿Quién lo reemplazó? El Científico Cristiano, el hombre más joven que jamás hubiera ocupado ese puesto. Pero aún después de esto, los dos hombres mantuvieron una relación cordial. El ambiente en la agencia mejoró, y el joven Científico Cristiano había aprendido una lección que llegaría a tener gran significancia en los años venideros.

Para quienes el trabajo diario parece no satisfacerlos o recompensarlos, la Ciencia Cristiana ofrece una perspectiva espiritual rejuvenecedora. ¿Acaso ve usted al hombre como esclavo de una organización humana, dependiente de empleadores humanos para su promoción, sustento y realización? Si es así, muy bien puede ser que su trabajo esté cargado de desesperación y frustración.

La Sra. Eddy dice: “Todos somos escultores, elaborando variadas formas, modelando y cincelando el pensamiento”. Si se acepta el modelo mortal e imperfecto, continúa: “El resultado es que estáis propensos a seguir esos patrones inferiores, limitando así la obra de vuestra vida, y adoptando en vuestra experiencia el diseño angular y deforme de los modelos de la materia”. En cambio, ella insiste en que “tenemos que formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o de lo contrario no los esculpiremos jamás en vidas grandes y nobles”.ibid., pág. 248.

El Científico Cristiano que practica esta Ciencia comprende que su tarea diaria consiste en demostrar alegremente sus cualidades otorgadas por Dios. Le brinda a su empleador humano el respeto y la lealtad debidos pero sabe que Dios es su empleador espiritual, y por lo tanto, su único y verdadero empleador.

La aplicación exitosa de este conocimiento garantiza un empleo que es constructivo para la sociedad y estimulante para la persona, que es remunerado adecuadamente, y que amplía su experiencia y oportunidades a fin de brindar un mejor servicio.

Sólo Dios puede gobernar nuestra ocupación y progreso, y de Dios sólo pueden venir manifestaciones del bien.

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