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La percepción verdadera

Del número de mayo de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La visión verdadera es discernimiento espiritual, o una comprensión correcta de Dios. La Biblia se refiere a la vista como una actividad de la Deidad. Leemos en ella: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31;

En la Ciencia Cristiana, el hombre — la identidad verdadera, la de usted y la mía — es revelada como la idea perfecta de Dios, la Mente divina. La Mente desarrolla su propia idea, y la idea por siempre existe y funciona en la Mente como su expresión infinita. La Mente crea su idea y le proporciona todas las cualidades y facultades que constituyen la naturaleza divina. La Mente conoce a su propia idea porque la Mente lo sabe todo. La Mente ve a su propia idea porque la Mente lo ve todo. La Mente origina y gobierna la acción y el funcionamiento de su idea, pues la Mente es todo acción. Puesto que la Mente lo sabe todo, lo ve todo y es todo acción, la idea de la Mente, el hombre, nunca puede estar separado de la visión y, por lo tanto, nunca puede perder su vista. Dios es el único creador, el único Ego, el gran Yo soy; y el hombre, la semejanza de Dios, no tiene ni ser, ni ego, ni identidad, ni individualidad, separados de Dios.

La Mente que todo lo sabe crea a su idea, el hombre. La Mente que todo lo ve forma la visión, la facultad perceptiva, la habilidad de contemplar y amar la creación de Dios. La Mente que es todo acción garantiza el desempeño pleno de la facultad visual verdadera. La Sra. Eddy escribe: “El Amor jamás pierde de vista la hermosura. Su aureola se posa sobre su objeto”.Ciencia y Salud, pág. 248; La Mente que es del todo afectuosa se manifiesta a sí misma como bondad eterna. Su presencia misma es una bendición. La Mente inmortal se expresa a sí misma en substancia inmutable y realización perpetua. La facultad perceptiva de la Mente, que el hombre refleja, puede manifestar únicamente las cualidades de Dios, que son eternas, constructivas, infinitamente buenas y puras.

El temor, la duda, un sentido de incertidumbre, influencias dañinas de la tal llamada mente mortal, la autocondenación, el automesmerismo, no existen en la Mente divina. No pueden ni obscurecer ni estorbar la visión pura, la percepción sacra o total de la Mente. La idea de Dios, la identidad verdadera del hombre, está equipada de sentido espiritual, y el sentido espiritual es la percepción o comprensión del Espíritu, Dios, el bien. La Sra. Eddy declara en Ciencia y Salud: “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante para entender a Dios”.ibid., pág. 209;

La percepción espiritual no está localizada, no está en la materia ni es de la materia, no es producida por un organismo material ni depende de tal. La percepción espiritual es el don de Dios del cual leemos en la Biblia: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17; La percepción espiritual no puede ser desfigurada, distorsionada, o torcida por elementos carnales, un ambiente material, o por una tal llamada difícil experiencia humana. Por el contrario, la percepción espiritual moldea y mejora la experiencia y ambiente humanos, y eleva el pensamiento humano a alturas espirituales, al reconocimiento del reino de los cielos dentro de nosotros.

La percepción o visión espiritual destruye las mentiras acerca de una visión imperfecta. La falta de vista normal indica que aún estamos aceptando, en cierta medida, la creencia de que el hombre es un mortal desamparado, una criatura limitada, que depende de las impresiones de los sentidos materiales para poder estar consciente de su propio ser y de un universo que se supone existe fuera de él. Debido a esta falsa creencia mortal el hombre padece o de miopía o de presbicia, o sufre otras dificultades. Cree que está limitado por el sentido material, separado del bien que la Mente divina o la Vida ya incluye. Pero la verdad es que el hombre funciona y tiene su ser, como idea, en la Mente, y posee todas las facultades que la Mente le ha otorgado eternamente.

El profeta Isaías escribe: “Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis.. . Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán”. Isa. 35:3–5; Como cristianos científicos podemos aferrarnos a esta profecía y vencer el temor y el desaliento. No somos engañados por el testimonio de los sentidos materiales. No podemos perder nuestra vista, nuestra claridad o visión espiritual, ni tampoco podemos estar separados de ella, porque la omnipotencia de Dios Mismo, reconocida, es el cumplimiento de toda visión, de toda vista espiritual, la eficacia y revelación de la Verdad eterna.

La vista, por lo tanto, es una facultad del Alma, la visión exacta y clara de la Verdad, la Mente eterna. El hombre, la imagen y semejanza de Dios, refleja la vista perfecta de la Mente. Él contempla la perfección y la armonía en todas las ideas espirituales. Ve la gracia, la pureza, la belleza, la hermosura y la plenitud del Espíritu que se manifiestan por siempre en la creación de Dios. Cuando en nuestras relaciones con los demás tenemos la tentación de aceptar al hombre como pecador, poco amable, avaro, detestable, deberíamos detenernos y preguntarnos si éste es el testimonio del sentido espiritual o el de la mente mortal. Únicamente cuando invertimos los argumentos falsos de los sentidos materiales y aceptamos la evidencia incontestable de los sentidos del Alma, podemos cumplir con el mandato de la Biblia: “Examinadlo todo; retened lo bueno”. 1 Tesal. 5:21;

El ver al hombre como idea espiritual de Dios elimina la pretensión mesmérica de que el hombre es material y sujeto a los caprichos del error. Los accidentes, la enfermedad, la muerte, son desconocidos para la consciencia espiritual y no pueden impedir la actividad espiritual que es originada, gobernada y sostenida por la Mente divina. El hombre de Dios es libre, está en paz, y es gobernado por el Principio divino. Está siempre expresando la Vida, la Verdad y el Amor en el reino infinito del Espíritu.

Cristo Jesús pudo curar la ceguera porque vio que la vista perfecta era divinamente natural, en acuerdo con la ley de Dios. Vio la creación de Dios en su plenitud y perfección siempre presentes. La Ciencia Cristiana enseña que puesto que la vista es en realidad una facultad de Dios, la Mente divina, nunca puede deteriorarse o perderse debido a accidentes, enfermedad o vejez. Por lo tanto, si parece que hemos aceptado una visión limitada de las cosas, podemos corregir esto reclamando más firmemente la herencia de pureza, inmortalidad y receptividad del bien que le pertenecen al hombre. Nuestro pensamiento se aclara, se fortalece y se enfoca correctamente cuando aprendemos que el hombre no depende de los sentidos materiales para su percepción verdadera.

La percepción verdadera es una facultad de la Mente pura. Es la capacidad espiritual de estar consciente de Dios y de la realidad espiritual que nadie, sino los puros de corazón, pueden conocer. Ese pensamiento no está contaminado con creencias extrañas o materiales y, por consiguiente, conoce la realidad sin imperfecciones. Refiriéndose a esta claridad de la percepción espiritual y su poder sanador como lo manifestó el Maestro, la Sra. Eddy escribe: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto y es universal, y que el hombre es puro y santo”.Ciencia y Salud, págs. 476–477.

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