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Cuando la Ciencia Cristiana me fue presentada...

Del número de mayo de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando la Ciencia Cristiana me fue presentada hace casi cincuenta años, me hallaba en completa obscuridad, declarando que Dios no existía. En consecuencia, si Dios no existía, tampoco había vida eterna, y me parecía haber llegado al fin de todo y no quería continuar viviendo. Había pasado por la dolorosa experiencia de perder una hijita después de una operación. Una amiga me prestó el libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, el cual leí por cerca de un mes, pero no estuve de acuerdo con lo que decía.

Transcurrieron dos años durante los cuales traté de salir del horrible abismo en que me encontraba. Entonces el libro de texto me fue ofrecido nuevamente. Esta vez lo leí con pensamiento receptivo. En efecto, de inmediato puse en práctica lo que estaba aprendiendo y descubrí que mis oraciones hallaban respuesta. Mi primera curación fue la de una dura callosidad en la planta de un pie.

Mi hijo, al llegar a la misma edad que tenía mi hija al fallecer, comenzó a mostrar síntomas de la misma enfermedad. Parecía como si estuviera soñando el mismo sueño. A pesar de mi temor que casi era terror, mi hijo fue sanado mediante la devota ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Puesto que el niño contaba menos de dieciséis años, se me informó que debía llamar a un médico para cumplir con la ley del país. Mientras aguardábamos la llegada del médico, me puse a leer de Ciencia y Salud. Entonces el niño preguntó si podía comer una naranja, a pesar de que hasta ese momento había estado tan enfermo que no había podido retener en el estómago ni el agua que bebía.

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