La puerta de atrás se cerró de golpe cuando Dorita entró corriendo a la cocina. —¡Mami, mami! — sollozó. ¡Mira mi cartel! Tiró una hoja de cartulina rota y sucia sobre la mesa de la cocina.
—¿Otra vez, fue Diego? — le preguntó su madre.
Dorita asintió con la cabeza. — Era uno de los tres mejores trabajos de toda la clase y él lo arruinó. Las lágrimas corrían por sus mejillas. — Ni siquiera tú lo llegaste a ver. Se dejó caer sobre la silla y puso su cabeza entre los brazos apoyándose sobre la mesa. —¡Ese fanfarrón grandullón! Es malo y lo odio.
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