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El testigo

Del número de mayo de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La puerta de atrás se cerró de golpe cuando Dorita entró corriendo a la cocina. —¡Mami, mami! — sollozó. ¡Mira mi cartel! Tiró una hoja de cartulina rota y sucia sobre la mesa de la cocina.

—¿Otra vez, fue Diego? — le preguntó su madre.

Dorita asintió con la cabeza. — Era uno de los tres mejores trabajos de toda la clase y él lo arruinó. Las lágrimas corrían por sus mejillas. — Ni siquiera tú lo llegaste a ver. Se dejó caer sobre la silla y puso su cabeza entre los brazos apoyándose sobre la mesa. —¡Ese fanfarrón grandullón! Es malo y lo odio.

La madre le sirvió un bocadillo. Estaban frente a un problema, realmente. Hacía tiempo que este muchachote, de otra escuela, molestaba a Dorita a la salida de la escuela. Hacía varias semanas que le había estado estropeando sus tareas. Una vez la empujó hacia el barro, rasgándole su chaquetín.

— Querida, — le dijo la madre quedamente, — acordamos resolver esto por medio de la Ciencia Cristiana, ¿no es así?

— Pero, mami, he tratado, — dijo Dorita. — Siempre que veía venir a Diego, me decía que él era el hijo perfecto de Dios. Pero él me odia de verdad. ¡No sé por qué! — Haciendo una mueca, casi llorando dijo, — sencillamente la Ciencia Cristiana no resultó esta vez.

Después de unos instantes, la madre contestó pensativamente: — Sabes, Cristo Jesús nunca le preguntó a una persona por qué estaba enferma, ¿no es así? Y nosotras no vamos a perder el tiempo preguntándonos por qué Diego actúa de esta manera. Puede ser que nos estemos aferrando a pensamientos que debiéramos cambiar por completo.

—¿Como cuáles?

— Bueno, ¿qué dice la Biblia sobre cómo Dios creó al hombre?

Dorita pensó un momento. — En la Escuela Dominical leemos que Dios creó al hombre a Su imagen. Ver Gén. 1:27;

— Así es — afirmó la madre — y ¿acaso ése es un hombre que odia o es odiado?

— No, no pienso que sea así — dijo Dorita y añadió rápidamente, — pero, verdaderamente, no me gusta nada de lo que hace Diego.

— Nadie espera que te gusten las acciones que son incorrectas, querida. Mas las acciones no hacen al hombre, ¿no es así?

Dorita sacudió la cabeza. —¿Qué haré, mami? — preguntó desesperadamente.

La madre permaneció quieta. Dorita sabía que estaba escuchando la respuesta que Dios, la Mente divina, le daría. De pronto la madre sonrió. — Lo único que debemos hacer es seguir las órdenes de Dios.

Los ojos de Dorita se iluminaron. —¿Las órdenes de Dios?

— Sí. Uno de los Diez Mandamientos nos dice: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”. Éx. 20:16; Querida, ¿sabes lo que quiere decir “hablar falso testimonio?”

—¡Oh! Sí. — respondió rápidamente. Vi un programa de televisión en donde un hombre estaba en el estrado de testigos en la sala del tribunal describiendo a una persona. Luego otro testigo dijo lo que hizo esa persona. El testigo tiene que jurar que esto es la verdad, toda la verdad y sólo la verdad. Mas a veces un testigo miente, y eso es contrario a la ley. Dorita dejó de hablar por unos instantes. —¡Oh! ya veo, la persona que miente está hablando falso testimonio, ¿no es así, mami?

— Exactamente, consintió la madre. — Ahora bien, sabemos que Diego es el hijo perfecto de Dios pero cuando decimos que es un fanfarrón, ¿qué es lo que estamos haciendo?

Los ojos de Dorita expresaron sorpresa. Dijo en voz baja: — Ciertamente, estoy hablando falso testimonio contra él. Eso es contrario a la ley, al menos la ley de Dios.

Luego la madre le hizo otra pregunta que la sorprendió aún más: —¿Has estado hablando falso testimonio contra ti misma, también?

—¿Contra mí? — repitió.

— Sí. ¿Te has estado viendo como una niña miedosa y fuera del cuidado protector de Dios? Una niña que 143 puede ser maltratada y odiada por alguien. Es tan importante que sepas la verdad sobre ti misma como sobre la verdad de que eres la hija de Dios, afectuosa, amada y segura.

— Yo no pensé sobre mí misma de ese modo. Sabes, acabo de pensar en unas palabras de la Sra. Eddy: “Revestido con la panoplia del Amor, el odio humano no podrá alcanzarte”.Ciencia y Salud, pág. 571. ¡Me envolveré con la armadura del Amor!

—¡Muy bien! Y recuerda, Dorita, estás totalmente fuera del alcance del odio — a pesar de que parezca que lo piensas tú u otra persona.

Después de unos días Diego arruinó otro de sus trabajos pero esta vez Dorita no regresó llorando a casa. Y no repitió simplemente palabras de Verdad sino que trató con todo su corazón de comprender realmente que tanto ella como Diego estaban envueltos en el amor de Dios. No fue fácil, y las cosas no cambiaron repentinamente. Pero al cabo de dos semanas cuando Diego la vio no le arrebató el trabajo ni la empujó. La miró y sólo exclamó en tono áspero: “¡Hola!”

Un día Dorita corrió alegremente a casa agitando un cartel. —¡Hola! Mami, ¿sabes lo que pasó? ¿Conoces a Guillermo, el amigo de Diego? Bueno, trató de arrebatarme mi cartel pero Diego no lo dejó y le dijo con tono duro: “Déjala quieta, ella es mi amiga”. Guillermo lo miró sorprendido y yo también. ¿Qué te parece eso, mami?

La madre se rió. — Pienso que ahora los dos están hablando testimonio verdadero.

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