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Ámate a ti mismo

Del número de agosto de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús cuál era el más grande mandamiento en la ley, probablemente no se sorprendieron cuando les respondió que era amar a Dios con todo su corazón y con toda su mente, y con todas sus fuerzas y con toda su alma. Entonces el Maestro les declaró un segundo gran mandamiento del Antiguo Testamento, y ése era el de amar a su prójimo.

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy contesta la pregunta “¿Cuáles son las demandas de la Ciencia del Alma?” de esta manera: “La primera demanda de esta Ciencia es: ‘No tendrás otros dioses delante de mí.’ Este mi es el Espíritu. Por lo tanto el mandato significa esto: No tendrás ninguna inteligencia, vida, substancia, verdad ni amor, sino aquellos que sean espirituales. La segunda es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ ”.Ciencia y Salud, pág. 467;

Ama a tu prójimo. Cuán a menudo oímos esta cita como si fuera la descripción completa. Mas esto no fue todo lo que dijo Jesús. Había una condición al amor que predicaba. Su palabras fueron: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39;

Pero ¿qué significa amarse a sí mismo? Sin lugar a dudas, el amor que el Maestro enseñó no era el amor propio ya que esto es sólo egoísmo. Ni tampoco lo opuesto al egoísmo, es decir, la falta de estimación propia, que es egoísmo disimulado. ¿Qué es entonces? ¿Es algo entre los dos extremos? ¿Cómo sabemos que lo estamos expresando? ¿Es algo deliberado o algo de lo cual sólo nos damos cuenta después de expresarlo?

Éstas fueron algunas de las preguntas que me vinieron al pensamiento la semana en que el tema de la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; era “Amor”. Todavía reflexionaba acerca de ellas ese domingo al entrar al sitio de estacionamiento de la iglesia. Al hacer esto, vi a alguien que tenía dificultad para caminar. Generalmente un ujier ayuda a las personas, pero no ocurrió así esta vez. De modo que fui a ayudarlo, y sentimos mutua felicidad al entrar juntos a la iglesia, mi compañero por la ayuda amistosa que se le brindaba, y yo por la oportunidad de poder ofrecerla.

Al leer algunos himnos antes del culto, recordé de repente una deuda que tenía. No era de gran importancia, pero hacía varios meses que la había contraído. ¡Cuán agradecida me sentí por haberla recordado! Pero estaba aún más agradecida porque lo que sentí era gratitud. Porque hubo una época, y no muy lejana, en que me hubiera condenado rotundamente por ser tan desmemoriada, hasta irresponsable. Y allí estaba yo, libre de toda sugestión de autocondenación. La Sra. Eddy nos dice: “Los efectos de la Ciencia Cristiana no pueden verse tanto como pueden sentirse”.Ciencia y Salud, pág. 323; No quiere decir que no deban ser condenados los rasgos humanos erróneos, tales como negligencia, olvido, irresponsabilidad, o permitir que el hábito nos domine, ellos deben condenarse. Mas el amor cristianamente científico significa que jamás condenamos a la persona, aun cuando sea uno mismo. Después, finalizado el servicio, pagué mi deuda.

Y luego tuve la respuesta del Amor. ¡Naturalmente! Amar al prójimo es utilizar toda oportunidad para ayudarlo. Y amarse a sí mismo es no permitirse jamás el dejar de ayudar. Amar al prójimo es pagarle lo que le debemos, ya sea dinero o algo más importante — y nunca condenarse a sí mismo por no recordar con prontitud como uno cree que debiera haberlo hecho. Amarse a sí mismo es estar agradecido por saber que, como hijo perfecto de Dios, no hay nada que condenar en uno, y que como expresión de la Mente, uno no puede caer en el artificio del olvido.

Amar al prójimo es tener la humildad de saber que tanto él como uno mismo, estamos en unión con el Padre; que si amamos a Dios debemos amar a Su expresión, — el prójimo y a uno mismo. “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?” Mal. 2: 10 ;

Otra vez, ¡naturalmente! Es así cómo y por qué podemos y tenemos que amarnos a nosotros mismos, ya que en el grado en que no nos amamos a nosotros mismos, no solamente no estamos amando lo suficiente a nuestro prójimo, sino que tampoco estamos amando a Dios del modo que Él nos ama. Y nuestro deber es amar así. Es un — uno que podemos cumplir con gozo pleno. “Porque linaje suyo somos”. Hechos 17:28.

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