La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. viene de Dios. Es la afirmación que la Deidad hace de sí misma, afirmación que se percibe en cierta medida a través de la niebla de la llamada consciencia humana. Es la evidencia de la automanifestación de la Mente divina única, que destruye la suposición de muchas mentes finitas y mortales. Esta autorevelación de Dios, el Espíritu, disipa la ilusión de la materia de la misma forma en que los rayos del sol disipan una niebla obscura y sombría por la simple superioridad de su propia luz y calor.
El movimiento de la Ciencia Cristiana, en realidad, es verdadero conocimiento espiritual, que desplaza las suposiciones materialistas de los mortales. La automanifestación de Dios, la inteligencia suprema única, está forzando la desaparición de las creencias falsas e ignorantes que constituyen los mortales — la niebla mental que pretende obscurecer los hechos espirituales de la armonía universal. Mary Baker Eddy, la amada Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice: “La Ciencia Cristiana está basada en las realidades del Espíritu y en sus formas y representaciones, pero estas realidades son los antípodas directos de las llamadas realidades de la materia; y las eternas verdades del Espíritu se afirman sobre su opuesto, o sea sobre la materia, en la destrucción final de todo lo que es desemejante al Espíritu”.Miscellaneous Writings, pág. 55;
La venida de la Ciencia Cristiana a la raza humana es tan irresistible como el amanecer, porque la Verdad actúa con el poder del infinito para demostrar su propia presencia y pura realidad. Ante esta majestuosa, indiscutible automanifestación de Dios, el sentido material e irreal inevitablemente tiene que desaparecer, porque los mortales no pueden detener el aparecimiento de la Verdad, así como tampoco la humanidad puede hacer retroceder al sol naciente.
Cada impulso genuino del bien desinteresado, desde el instinto más débil hasta el propósito más audaz, tiene su origen en la Mente divina única, y da prueba de la presencia de esa Mente. Nadie comprendió tan claro como la Sra. Eddy que las fuerzas de pensamiento que la llevaron a descubrir la Ciencia Cristiana, a escribir su libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, y a fundar la Iglesia de Cristo, Científico, para la protección de su descubrimiento y para su propagación por toda la humanidad en su revelada pureza, se originaron no en su personalidad humana, sino en Dios. Las fuerzas mentales que están activas en innumerables individuos hoy en día, guiándolos a investigar la Ciencia Cristiana, a amarla y a unirse a ella para trabajar por la institución que su Guía fundara con tanto amor, tampoco parten del yo, sino que son impulsadas por Dios, e ilustran la actividad universal del Amor divino que todo lo abarca. El Apóstol Pablo, inspirado por Dios, escribió: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filip. 2:12, 13;
“Entonces”, uno puede preguntarse, “si la Mente divina es el poder inevitable que está trayendo la verdad a la humanidad, ¿por qué tengo que luchar por liberarme a mí mismo y a otros de las garras del sentido material? ¿Por qué no descansar, tomar las cosas con calma y dejar que Dios las resuelva?” ¿No es esto exactamente lo que ha llevado a la humanidad a esta deplorable experiencia actual de lucha y crisis — una inercia espiritual que no quiere aceptar a Dios en Su actividad siempre presente y armoniosa; renuencia a extinguir los elementos malvados de la consciencia mortal y a practicar la inmolación propia que exige la Ciencia del cristianismo?
Es la responsabilidad de Dios el crear y mantener al hombre a Su propia imagen y semejanza. Es la responsabilidad de la humanidad el rechazar todo lo que contradiga la verdad espiritual como algo que no tiene valor y que es ilusorio. Cuando esto no se hace con energía y consagración, el error crece más y más, construyendo la torre de Babel de sus propios elementos autodestructivos hasta el punto en que el sufrimiento y el desastre son inevitables. La creencia finita, que se enfrenta en esta época con el desafío de la verdad absoluta, científica, se serpentea bajo la luz de los rayos reveladores de la Verdad, que descubren inmediatamente las creencias autodestructivas, pecaminosas, que provocan su propia ruina.
Requiere trabajo — un esfuerzo persistente, infatigable — por parte de los seres humanos, el demostrar la nada del mal y clarificar la consciencia individual de modo que la manifestación de Dios, el hombre a la imagen del Amor, pueda aparecer. Ésta es una responsabilidad individual de la cual nadie puede escapar y que nadie debería tardar en asumir. La Ciencia Cristiana está trayendo la luz solar de la Verdad a la humanidad, y aquellos que no prestan atención a su presencia renovadora, pueden ser comparados a personas que se quedan en la cama hasta tarde en cuartos obscuros con las persianas bien cerradas, sin darse cuenta de que ya ha amanecido.
La tarea de rechazar y destruir el falso sentido mortal de la existencia y todas las aparentes limitaciones de la experiencia humana, se vuelve espontánea y natural a medida que se entiende que todos los conceptos verdaderos parten del Principio divino, la Deidad, e incluyen el poder de hacer valer su dominio sobre los falsos conceptos de la mente carnal. Las formaciones del Espíritu evidencian la naturaleza infinita del Espíritu, y desarrollan su propia perfección ilimitada. La creencia de que el bien se origina en un yo humano obscurece este desarrollo e impone limitaciones desde el comienzo. Pero cuando el bien se ve como un todo universal, indivisible, una Mente infinita, el más leve destello de este bien desinteresado es recibido como una evidencia gozosa de que todo el bien está a nuestro alcance, haciendo valer sus armonías siempre presentes.
La Mente divina única incluye todo lo que existe realmente, y es en esta Mente única, y no en el ilusivo yo personal, que se encuentra toda realidad. La Sra. Eddy dice: “Dios es Todo-en-todo. Por tanto, Él existe únicamente en Sí mismo, en Su propia naturaleza y carácter, y es el ser perfecto o consciencia perfecta. Él es toda la Vida y toda la Mente que hay o puede haber. Él encierra en Sí mismo toda manifestación de Vida y Mente”. Y continúa: “Si Él es Todo, no puede tener consciencia de cosa alguna desemejante a Sí mismo; porque si Él es omnipresente no puede haber nada fuera de Sí mismo”.La Unidad del Bien, pág. 3;
Hace algunos años, mi vista pareció nublarse ligeramente. Un día mientras caminaba por la calle, pensé en las palabras “todo lo ve”, que se encuentra en la definición que la Sra. Eddy da de Dios en Ciencia y Salud (ver pág. 587). Medité profundamente sobre esta definición espiritual, y sobre la comprensión de que, puesto que Dios es la Mente única e infinita, toda visión verdadera debe empezar en Él y no en el yo, ni siquiera en la verdadera identidad espiritual. Me di cuenta de que la visión verdadera es una función de la Mente divina, porque la Mente ve todo lo que existe en su vasto universo espiritual. Y la Mente lo percibe todo con absoluta claridad, porque todo existe únicamente como pensamiento de Dios. Nada está nublado, obscurecido o escondido, para la vista de la Mente. Dios ve todo lo que es real.
Completamente absorta en el pensamiento de que Dios es Todo y lo ve todo, me olvidé de mí misma; y de pronto mi visión humana se volvió nítidamente clara. Cada pequeño objeto que alcanzaba a ver se perfilaba con toda claridad y distinción. Cada brizna de hierba se destacaba como el más fino grabado. Hasta los colores de las flores, de los árboles y del cielo, tomaron un matiz más brillante. Pude probar, en cierto grado, mi unidad con el “Nos” que todo lo ve, la Mente viéndolo todo, y el hombre reflejando esta Mente que todo lo ve.
Si nos sentimos limitados en cualquier sentido, ¿no es debido a nuestros esfuerzos errados por encontrar la fuente de nuestro entendimiento, de nuestras percepciones, de nuestra fuerza, de nuestra vida y de nuestra provisión, en el yo humano en lugar de buscarlo en nuestro Principio creativo? La identidad verdadera y espiritual del hombre es el reflejo mismo de la Deidad, en el cual el desarrollo de las capacidades y aptitudes de la Mente divina es continuo. Dios se comprende a Sí mismo, se discierne a Sí mismo, se ama a Sí mismo, se sostiene y se renueva, y es en el hombre verdadero, la idea de la Mente divina, donde este conocimiento que la Deidad tiene de sí misma, se desarrolla. Dios conociéndose a Sí mismo y el hombre expresando el conocimiento infinito que Dios tiene de Sí mismo, constituyen el único entendimiento verdadero que existe. Este “Nos” divino, haciéndose valer en la consciencia humana, constituye el movimiento de la Ciencia Cristiana y todo lo que éste revela de la realidad científica.
Mientras nos esforcemos por usar el Espíritu simplemente en provecho del yo mortal, nos atamos a la aparente experiencia mortal. Pero en el momento en que nos esforzamos honestamente por reflejar la perfección del Espíritu, no por alguna ventaja que deseemos, sino porque es maravillosamente verdadera, alcanzamos ese momento sublime de autoentrega total cuando la limitada experiencia humana comienza a desaparecer y las grandes verdades espirituales del ser real se establecen en todo su valor.
Considerada desde el punto de vista científico, la práctica de un practicista de la Ciencia Cristiana no consiste en dar tratamiento a personas desarmoniosas que necesitan ser sanadas, sino en comprender la perfección de Dios y Su reino de ideas espirituales, que aniquila las aparentes aflicciones humanas. La vista, la consciencia, la hermosura, las relaciones, la inteligencia, la actividad y la provisión del hombre son formaciones del Espíritu, emanaciones específicas del Principio divino; y entendiendo esta verdad espiritual podemos probar que la verdad espiritual es superior a la creencia humana. Las ideas espirituales incluyen toda la fuerza de la omnipotencia divina porque tienen su origen en el Principio y no en el practicista. Cristo Jesús, el sanador por excelencia, dijo a sus discípulos: “El Padre que mora en mí, él hace las obras”. Juan 14:10; La Sra. Eddy dice: “El mejor sanador es aquel que menos se hace sentir, y viene así a ser una transparencia para la Mente divina, la cual es el único médico; la Mente divina es el sanador científico”.Mis., pág. 59.
La verdadera Iglesia es la idea universal, armoniosa, de la Verdad, e incluye todo lo que está formado por el Espíritu en su universo de realidad espiritual. La Iglesia de Cristo, Científico, fundada por la Descubridora de la Ciencia Cristiana, es la transparencia humana a través de la cual la realidad universal espiritual brilla con resplandor irresistible, y por medio de la cual Dios continuará afirmando Su propia existencia, hasta que todo vestigio de la niebla del error y de las limitaciones humanas se hayan desvanecido, y el universo infinito, puro, de ideas divinas, se vea como el único universo que existe.