Casi todos nos oponemos firmemente a que se nos mesmerice. Sabemos que una persona bajo la influencia hipnótica o mesmérica está expuesta a aceptar todo tipo de creencia. El mesmerismo, así comprendido, indica una pérdida de dominio sobre nuestra consciencia, ya que permitimos que nuestro pensamiento sea gobernado por una voluntad o influencia ajena. Constituye una violación del derecho otorgado por Dios, para nuestro autogobierno. Mas hemos sido mesmerizados cada vez que hemos aceptado como verdadera una experiencia de fricción, tensión, frustración, enfermedad o una relación humana desdichada. Un estado de pensamiento extraño a nuestra verdadera consciencia como ideas de Dios ha aparentado reemplazar esta consciencia y, en consecuencia, pensamos y actuamos como si este estado de pensamiento fuera el nuestro.
La Ciencia Cristiana revela el mal y toda discordancia humana como una influencia mesmérica de la mente carnal, el hipotético opuesto de Dios, que puede y será destruido mediante el poder de la Mente verdadera, la Mente divina, cuando demostremos el gobierno de la inteligencia divina “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5;
El mal pretendería tener el poder de emponzoñar nuestra manera correcta de pensar y robarnos del gozo que producen los pensamientos y motivos inspirados por Dios. Pero el vigilar a diario el umbral de nuestra consciencia, admitiendo sólo los pensamientos angelicales que vienen de Dios y recurriendo en busca de guía a Él, que siempre está a nuestro alcance y responde a la oración verdadera, obligamos a que se retire y desaparezca el intruso que pretende entrar en nuestra mente para impedir nuestro progreso en la demostración de nuestra unidad con Dios como Su idea.
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