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Los juegos de azar y la salud

Del número de agosto de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una curación por medio de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. demuestra el hecho de que el hombre está gobernado por la perfecta ley divina de la salud. Esta ley contradice directamente las llamadas leyes del azar. Las leyes del azar son leyes materiales. De hecho, son inherentes a la naturaleza misma de la materia. Las leyes de Dios son espirituales, porque Dios es Espíritu. Sus leyes son leyes de certeza absoluta. Cuando se entienden y aplican, anulan las leyes del azar. Y sanan sus efectos: el pecado, la enfermedad y la muerte.

Apostar en cualquier tipo de juego, significa buscar la ganancia o el placer a través de las leyes del azar. Nadie que se interese seriamente en sanar mediante la aplicación de las leyes de Dios se prestará a apostar a sabiendas. Tampoco apoyará en ninguna forma cualquier actividad que promueva, aliente o trate de legalizar juegos de azar. Esto no es una cuestión de superstición o de dogma religioso; es una cuestión de sentido común. Si uno persigue una meta determinada, no va a trabajar conscientemente contra el logro de esa meta.

Cuando nos enfrentan la enfermedad y las leyes que declaran su probable evolución, podemos desafiar la enfermedad y sus leyes respectivas. En el universo de Dios no hay probabilidades, sino sólo certezas. Dios, el Principio divino, el Amor, es causa. El hombre es la idea o el reflejo del Principio. El hombre es efecto. En esta causa y efecto no está comprendido el azar.

Tenemos autoridad divina para recurrir a la ley divina del Principio único, el Amor, para liberar a la víctima de las llamadas leyes de la salud. Y si reconocemos la presencia de la fuente de esta autoridad divina, podemos afirmar confiadamente nuestro dominio sobre la enfermedad y sus leyes respectivas de probabilidad. Entonces la respuesta a la pregunta: “¿Cuáles son las probabilidades de que el paciente sane?” será: “En el Principio no hay casualidades. El hombre es siempre el reflejo perfecto del Principio divino, el Amor — y siempre está bien”.

La ciencia médica prescribe tratamiento para un individuo sobre la base de la probabilidad. Sobre la misma base predice probables fallas en un número determinado de casos o bajo ciertas circunstancias adversas. La Ciencia Cristiana trata al paciente sobre la base de la presencia constante de la inteligencia divina. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La inteligencia es omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Es la cualidad primaria y eterna de la Mente infinita, del Principio trino y uno, — Vida, Verdad y Amor,— llamado Dios”.Ciencia y Salud, pág. 469;

Si bien a la creencia materialista puede parecerle difícil comprender que la única Mente verdadera del hombre todo lo sabe, que está siempre presente, que es todopoderosa, la Ciencia Cristiana enseña cómo demostrar la verdad de esta Mente única. Reconociendo a Dios, a quien Cristo Jesús se refirió en el Padrenuestro como “Padre nuestro que estás en los cielos”, cuya voluntad se hace “como en el cielo, así también en la tierra”, Mateo 6:9, 10. nos encontramos pensando más bien espiritual que materialmente. Nuestro reconocimiento de la presencia y del poder de esta Mente, Vida, Verdad, Amor únicos, nos capacita para reconocer, en una forma que está por encima del concepto material de las cosas, la certeza con que el Principio divino gobierna al hombre. Las leyes de la probabilidad material son refutadas y la enfermedad es sanada.

¡Cuán esencial es, si queremos reconocer la inteligencia divina, negar en todas las formas posibles las leyes del azar! Muchas de estas leyes parecen formar parte de nuestra experiencia humana diaria. Dependemos de los entendidos en las perspectivas del mercado, comercio, condiciones subterráneas que auguran producción de petróleo, perspectivas de la producción y consumo de alimentos, y el tiempo, y hasta de los acontecimientos que afectan el costo de las primas de seguros. Pero a medida que aprendemos a comprender y expresar la inteligencia divina, esta dependencia va dando lugar a la habilidad de conocer con certeza las necesidades de la humanidad y cómo suplirlas con comprensión espiritual.

En algunos aspectos de nuestra experiencia somos capaces de superar las creencias en la probabilidad. En otros, lo mejor que podemos hacer ahora es aprender a usarlas con prudencia — en lugar de dejar que ellas nos usen a nosotros — y tener como meta el día en que dependamos de la certeza de la Mente solamente. Pero el logro de nuestra plena capacidad para destruir las falsas leyes que causan el sufrimiento de la humanidad, sólo se alcanzará en la medida en que honestamente hagamos todo lo que ahora somos capaces de hacer en ese sentido. Y el paso más simple que podemos dar es rechazar como destructiva para nuestras metas mismas, toda sugestión de que el juego puede darnos placer o provecho. Este paso nos conduce naturalmente a examinar nuestras actitudes en los negocios y a determinar mediante la oración hasta qué punto podemos ser influidos por las llamadas leyes del azar, y qué podríamos hacer para empezar a reemplazarlas con la inteligencia divina.

A medida que llegamos a ver nuestra salud y a nosotros mismos como reflejos de la Vida, la Verdad y el Amor, rechazando como falsa toda ley que relacione nuestro bienestar con condiciones materiales, encontramos que somos más y más capaces de mantener nuestra propia salud y de ayudar a los demás a mantener o recuperar la suya. Las curaciones se vuelven demostraciones decisivas de la presencia y del poder del Principio divino. Y desaparecerá el deseo de divertirse, estimularse o enriquecerse mediante leyes del azar.

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