Al exaltar las virtudes de cierto producto, el locutor de la televisión declaró, de dientes afuera, que se podía confiar en el producto hecho por cierta empresa. Esta declaración, un tanto dudosa, me hizo pensar en el Principio, palabra que se usa en la Ciencia Cristiana como sinónimo de Dios. Pensé para mí mismo: “¡Se puede confiar siempre en el Principio!”
Cualquiera que sea la dificultad, es importante que nos demos cuenta de que siempre hay algo en qué apoyarnos cuando tenemos problemas, estamos confusos, o cuando sentimos que todo se viene abajo. El Principio divino, omnipotente y completamente bueno, siempre está a nuestro alcance, en todo momento.
Al comprender y probar que Dios es Principio, lo vemos a Él más y más como invariable, constante, justo, firme, exacto. Vemos a Dios como la Verdad pura, perfecta y siempre verídica. Reconocemos Su poder infinito, y con plena confianza ponemos todos nuestros asuntos bajo Su armonioso gobierno.
Un punto primordial en la Ciencia Cristiana es la relación que existe entre el Principio, o Espíritu, y su expresión directa, el hombre. La Ciencia Cristiana enseña que el hombre verdadero y espiritual refleja las cualidades de Dios. La Sra. Eddy dice en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “El hombre es, y eternamente ha sido, el reflejo de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 471; Cuando comprendemos nuestra identidad verdadera como reflejo perfecto del Principio, todos podemos demostrar las cualidades de Dios y empezar a hacer las obras que hizo Jesús.
El Maestro les dijo a sus discípulos cuando les enseñaba: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12; Cristo Jesús demostró verdaderamente la maravillosa identidad a la semejanza de Dios que tiene el hombre, mediante sus palabras y obras. Probó en innumerables oportunidades su declaración: “Yo y el Padre uno somos”. 10:30.
Cuando comprendemos que realmente sólo manifestamos cualidades de Dios, podemos percibir claramente lo que necesitamos hacer para corregir cualquier creencia equivocada en una situación aparentemente incontrolable. Al tener presente que el Principio nos guía, y que el hombre refleja la integridad y todas las otras cualidades del Principio, estamos dispuestos a aceptar lo que realmente gobierna, es decir, el Principio.
El tener la certeza de que el Principio gobierna, me ayudó cuando tuve que cambiar de empleo. Antes de irme, hice un arreglo muy amistoco con mi empleador para que todo mi trabajo fuera hecho sin demora por otras personas.
Después de pocas semanas de estar trabajando muy contento en mi nuevo empleo, me di cuenta de que había recibido sólo una pequeña cantidad del dinero que me adeudaba mi anterior empleador. Pregunté a qué se debía esto y me dieron la impresión de que no solamente no iba a recibir el resto del dinero sino que mi ex empleador, a quien yo consideraba un amigo, no era íntegro. Me quedé muy perplejo. Sintiéndome confuso y molesto, recurrí a la Ciencia Cristiana para sanar la situación. Percibí claramente que el Principio gobernaba la situación. Reconocí que necesitaba aclarar el concepto que yo tenía de mi amigo. Vi que el hombre refleja todas las cualidades de Dios, incluyendo la integridad.
Entonces sentí la necesidad de escribirle sobre diferentes asuntos, incluso la deuda que tenía conmigo. Hasta ese momento había aceptado lo que un subalterno había dicho sobre mi amigo, pero no me había comunicado directamente con él. Recibí inmediatamente de él una carta muy amable, junto con un cheque por toda la deuda, en la que me decía que la tardanza se debió a un error de la secretaria. ¡Sentí una gran satisfacción! No sólo por haber recibido el dinero sino por haber protegido una preciada amistad, que se ha hecho más recompensadora con el correr de los años.
Todos estamos bajo la mano guiadora del Principio, la fuerza divina que eleva nuestro pensamiento por sobre innumerables restricciones y males que exigen nuestra atención. El Principio, un amigo verdadero, está siempre pronto, siempre activo, siempre presente.
¡Se puede confiar en él!