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¡No tiene por qué amargarse!

Del número de septiembre de 1975 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Vencer la amargura puede ser a veces una tarea difícil. Necesitamos superar cualquier autocompasión, cinismo, y resentimiento de todo aquello que trata de hundirnos.

He aquí una forma de hacerlo en la Ciencia Cristiana: Podemos orar para percibir que la turbación por la que humanamente atravesamos, no es realmente la verdad acerca del hombre que Dios ha creado. Podemos orar para comenzar a despertar al hecho de que, en nuestra naturaleza verdadera otorgada por Dios, no hay nada que pueda amargarnos. Ninguna persona, situación ni circunstancia, jamás pueden afectar nuestra identidad espiritual como el hombre de Dios.

Esta oración es práctica. Purifica nuestra consciencia, disipa la opresión en nuestros corazones, disuelve heridas profundas, y elimina las asperezas y pesadumbres de nuestra experiencia humana. Comenzamos a disfrutar de la vida nuevamente. Como una esposa le dijo a su marido, que venía saliendo de una experiencia similar: “Bienvenido otra vez a la tierra de los vivientes”.

¿Qué es lo que causa todo esto? ¿Las palabras con que oramos? ¡No! Es el poder de Dios, al cual despertamos debido a nuestras oraciones. Es estar más conscientes de que Dios mantiene intacto lo que Él crea. El hombre de la creación de Dios — el hombre que realmente todos somos — nunca puede ser agraviado, ultrajado o maltratado. Él ha sido creado espiritual y sano, y es divinamente sostenido completo e invulnerable.

Pablo tiene que haber vislumbrado esta verdad cuando escribió: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 8:38, 39;

El Amor divino tiene sólo el bien para el hombre, Su creación; lo mantiene libre, sano, amado y completamente libre de toda mentira de la creencia mortal. Y he aquí el único culpable oculto detrás de la amargura — la creencia mortal.

En la medida que creemos que somos meros mortales, luchando por lograr algo en la materia, estamos sembrando semilla de amargura y desesperación en nuestra vida.

Lo que nos sana e impide que cometamos este error, es nuestra comprensión de que en la creación de Dios — la única creación de la que realmente formamos parte, existe sólo el bien. Lo único que verdaderamente podemos experimentar, como parte de la creación espiritual de Dios, es el bien que el Amor divino imparte — el amor y ternura incesantes, la realización y satisfacción continuas.

En esta atmósfera espiritual, el ambiente del Amor divino, ¿qué puede amargarnos? ¿Qué hay ahí de que podamos estar envidiosos, celosos, o nos haga egoístas o dominantes? ¿Cómo es posible que nos afecte?

El comprender que en la atmósfera del Amor divino no hay nada que pueda amargarnos, impide que la creencia mortal nos ataque — mediante la consciencia humana.

A medida que, por medio de la oración percibimos más de nuestra identidad verdadera, inmortal e invulnerable, comenzamos a sobreponernos a una virtual situación de amargura. Hallamos el discernimiento espiritual para comenzar a ver a través de la bruma de los sentimientos heridos. Reemplazamos la frustración por la actividad dada por Dios, echamos fuera la desesperación por medio de los recursos otorgados por Dios, vencemos el odio con el perdón aprobado por Dios, y superamos la derrota con el valor y la dignidad que Dios imparte.

Por lo general, esto no ocurre de la noche a la mañana. Ello implica oración y acción consistentes de nuestra parte cada vez que vacilemos, dudemos o erremos verbal o mentalmente. Significa que debemos aprender a amar, en cierta medida, como Cristo Jesús amó. La Sra. Eddy escribe acerca del Maestro: “¡Sin embargo, mirad su amor! Tan pronto como rompió las ligaduras de la tumba, se apresuró en ir a consolar a sus infieles seguidores y apaciguar sus temores”.Message to The Mother Church for 1902, pág. 19;

¿Recuerda usted a José, en el Antiguo Testamento? Ciertamente tuvo toda la razón humana posible para sentirse amargado. Fue traicionado, vendido como esclavo, acusado de inmoralidad, y encarcelado por algo que él no hizo.

Pero, como el The Interpreter’s Bible subraya, José no cayó en el cinismo, la rebeldía, la venganza o el desaliento durante la experiencia que vivió por trece años. Ver Gén. 37:2; 41:46; The Interpreter’s Bible (New York: Abingdon Press, 1952), I, 800. ¡Trece años! ¡Imagínese! Él había aprovechado cada oportunidad para hacer lo bueno que debía hacer, y hacerlo bien. Porque estaba trabajando con Dios para el bien de todos.

A medida que nosotros también trabajamos con Dios, orando para comprender la realidad de Su creación, veremos, al igual que José, que no hay ninguna razón para amargarse. Dios tiene reservada una obra maravillosa para todos nosotros, y no podemos perder tiempo estando inactivos e improductivos a causa de la amargura.

Entonces no seremos engañados tan fácilmente, convirtiéndonos en amargados, cínicos o desilusionados. Veremos al hombre como Dios lo creó, que no puede ser afectado por todo este sueño mortal. Este logro nos traerá paz y convicción espirituales, y nos capacitará para hacer frente y sanar lo que sea erróneo en nuestra experiencia. Comenzaremos nuevamente a disfrutar de la gente y a estar preparados para hacer lo que es justo.

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