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Como Enoc

Del número de octubre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Enoc nunca murió. Con significación espiritual, la Biblia nos habla de alguien cuyos días fueron “trescientos sesenta y cinco años. Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”. Gén. 5:23, 24; La Ciencia Cristiana revela como un hecho la posibilidad de vida inmortal que insinúa este pasaje. En realidad, el hombre nunca muere. La Vida es Espíritu, Dios. En el Espíritu, la Vida eterna del hombre, no existe la muerte.

El hecho de que alguien en el concepto humano de la vida pueda dejar la vida sin abandonar su existencia consciente, es una parte definitiva de las enseñanzas de Cristo Jesús. Cuando ya hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro, Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Juan 11:25, 26; Y demostró la autoridad de esta declaración al resucitar a Lázaro. Mas a pesar de esta experiencia de resurrección, posteriormente Lázaro murió y tuvo que ser sepultado, o así pareció ser. Pero, ¿sabemos acaso cómo fue la experiencia de Lázaro cuando murió?

En la época en que la historia de Enoc fue escrita, evidentemente era más fácil aceptar el concepto de traslación sin un proceso de muerte. Hoy en día la inflexibilidad de la creencia en la vida material y en la muerte, no parece permitir tal posibilidad. Para comenzar a destruir la persistencia de esta creencia y admitir lo que insinúa la experiencia de Enoc y aceptar la promesa de Cristo Jesús, necesitamos reconocer lo que enseña la Ciencia Cristiana: que el cuerpo de una persona es un concepto mental. Se compone de los pensamientos que la persona abriga acerca de sí misma y también de lo que ha aceptado de los pensamientos que otros tienen de la vida en general y acerca de su persona en particular. Éste es el punto de vista humano. Pero lo que la persona es realmente, es lo que Dios sabe acerca de ella. Aquel que está aprendiendo acerca de esta realidad espiritual — su Vida e identidad verdadera — está saliendo del sentido material y mortal de la vida y entrando al concepto espiritual e inmortal.

De manera que cuando vemos partir a alguien de este sentido humano de existencia, el cuerpo que vemos está compuesto mayormente de pensamientos que no son suyos. Pero él mismo puede experimentar o no experimentar el proceso llamado muerte. En la medida en que sus pensamientos acerca de sí mismo sean espirituales, se originan en el Espíritu, no en las mentes de los hombres. Camina con Dios, como lo hizo Enoc. ¿Acaso no prometió Jesús: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”? 5:24;

Por lo tanto, cuando suponemos que vemos morir a alguien, no podemos determinar por lo que vemos hasta qué grado la persona está experimentando una transición. Si ha aceptado las verdades del ser espiritual, su experiencia puede que no sea en ese instante una prueba severa. De hecho, en el grado en que sus pensamientos acerca de sí misma sean lo que Dios sabe acerca de ella, puede ser que no esté consciente de estar pasando por el proceso que los ojos humanos suponen que está atravesando.

La muerte jamás es una realidad. Siempre es un sueño. Quien está consciente del sueño puede ser que sueñe que está experimentando la muerte. Pero quien está consciente de la Vida eterna y de su propia identidad espiritual como la idea de esa Vida, no sueña ese sueño. La creencia de otros, de que hay un cuerpo donde existía la vida y del cual ésta se ha ido, puede inducirlos a que sueñen el sueño de la muerte con sus propios puntos de vista acerca de este cuerpo en particular como los protagonistas. Pero en la medida en que la persona está consciente de que Dios es su Vida y de que su identidad es la idea espiritual de la Vida, entonces ella misma no es parte del sueño.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice: “Los mortales se despiertan del sueño de la muerte con cuerpos invisibles para aquellos que creen que entierran el cuerpo”.Ciencia y Salud, pág. 429; Y también dice: “Si vosotros o yo aparentásemos morir, no estaríamos muertos. El fallecimiento aparente, causado por una mayoría de creencias humanas de que el hombre debe morir, o producido por asesinos mentales, no confuta en lo más mínimo la Ciencia Cristiana; más bien evidencia la verdad de su proposición básica de que los pensamientos mortales, en creencia, gobiernan la materialidad llamada erróneamente vida en el cuerpo o en la materia”.ibid., pág. 164;

Claro está que nosotros no podemos simplemente desear no morir. Pero sí podemos optar por vivir en la consciencia de la realidad espiritual en lugar de en el sueño de la existencia material, que es el sueño de la mortalidad. En este sentido podemos negarnos a aceptar el sueño de la muerte cada momento de cada día, y el resultado es el triunfo progresivo sobre el pecado, el temor y la enfermedad — es decir, sobre todo aquello que parece causar la muerte. Nuestra vida humana se vuelve entonces un continuo caminar con la Vida divina — un caminar que no conoce fin ni transición.

Una parte esencial en nuestro triunfo sobre la muerte es nuestro rechazo del sentido mortal acerca del hombre dondequiera que veamos al hombre. Mientras consideremos a los demás como personalidades materiales, continuaremos participando en el sueño de la gente que ha nacido en la materia y que muere en ella o para salir de ella. Y en tanto que consintamos mentalmente en este sueño, nos preparamos para aceptarlo en el momento en que los demás puedan pensar que nuestra experiencia humana ha terminado. Pero podemos en cambio obedecer el mandato de Pablo: “Nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne”. 2 Cor. 5:16.

Cuando consciente y concienzudamente rechazamos las creencias materiales acerca de la vida y del hombre, y aceptamos las cualidades eternas de la Vida divina y la identidad espiritual — no solamente para nosotros mismos sino también para los demás — veremos que nuestra experiencia humana es una serie de victorias sobre las sugestiones de la creencia mortal y material. A medida que conscientemente nos negamos a aceptar que la muerte sea un hecho para cualquier persona, jamás consintiendo que es un paso legítimo en la vida de alguien, comprenderemos y comprobaremos las realidades de la Vida inmortal.

Entonces, como Enoc, caminaremos con Dios, y estaremos conscientes de que Él solo es la Vida. Digan o no los demás que “le llevó Dios”, en nuestro caminar con Él sabremos que nunca hemos estado separados de la Vida.

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