Cuando un negocio se está yendo en bancarrota — cuando las ventas están bajando y las pérdidas aumentando — ha llegado la hora de recurrir a Dios más que nunca y de espiritualizar nuestro pensamiento.
Esta espiritualización de pensamiento empieza cuando uno se compromete sin reservas — cuando uno se entrega de todo corazón al servicio de Dios. Como nos relata la Biblia sobre cómo el Rey Ezequías cumplió con su responsabilidad durante su buen reinado en Israel: “En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón, y fue prosperado”. 2 Crón. 31:21;
Ésa fue mi manera de proceder cuando se me pidió que administrara un negocio que estaba yendo a la bancarrota. Me hice el propósito de dirigir cada fase del mismo siguiendo normas cristianas. Sabía que Dios es el Principio divino. La Ciencia Cristiana me lo había enseñado. Decidí no transigir al aplicar las cualidades del Principio en este negocio. No iba a tratar de sacar ventaja a costa de los empleados o de los proveedores. No iba a permitir nada turbio en las cuentas de gastos o en los asuntos relacionados con la administración pública. No iba a recurrir a los artificios del alcohol o a los agasajos de dudosa moral con el fin de conseguir negocios.
Decidí que si un negocio dirigido sobre estas bases no podía sobrevivir — una creencia mantenida por muchos hombres de negocios — entonces este negocio tendría simplemente que ir a la bancarrota. En otras palabras, mi compromiso era total, sin vacilación ni retroceso.
Lo que siguió no fue fácil. Tuve que poner mi pensamiento en orden. Primero, debía ver claramente lo que un negocio realmente es.
La mayoría de la gente piensa que los negocios son una propiedad personal, responsabilidad personal, riesgo personal y ganancia personal — punto de vista que está completamente centrado en la persona en lugar de estar centrado en Dios. Pero la Ciencia Cristiana nos ayuda a alcanzar una comprensión más elevada, más espiritual, de lo que es un negocio, por ello, cuando emprendí esta espiritualización necesaria de mi pensamiento sobre lo que estaba haciendo, vi que toda la actividad que llamamos negocio es una expresión de ideas ilimitadas — ideas que son espirituales, perfectas y siempre bajo el gobierno de la única Mente, Dios. Estas ideas pueden ser expresadas en cada caso de manera que bendigan a todos los interesados en el negocio — empleados, proveedores, clientes y, por consiguiente, a la comunidad, así como a los propietarios. Visto de esta manera el negocio llega a ser un medio de dar, más bien que de obtener. Y estará cada vez más centralizado en Dios, y cada vez menos en uno mismo.
La Ciencia Cristiana nos enseña que al tratar con las necesidades y los problemas de los empleados debemos ver claramente que no hay que abusar de la posición superior ni del poder, como si éstos confirieran el derecho de dirigir arbitrariamente a la gente y dominarla. Al orar para ver la verdad espiritual acerca de cada individuo — para ver a cada hombre en su verdadera identidad espiritual, igual para todos a los ojos de Dios, aunque individualmente distinta en la manera de expresar las cualidades divinas — sabemos que no hay hombre ni tarea que no sea importante. Todos podemos trabajar juntos y eficazmente; combinando nuestros talentos individuales y respetando la tarea y contribución de cada uno.
¿Eliminó esta comprensión todos mis problemas con el personal? No, pero los redujo progresivamente a medida que mi comprensión crecía. Y cuando era ineludible hacer una corrección, oraba para tomar decisiones que abarcaran tanto al Principio como al Amor.
Un temor que acosa el pensamiento de la mayoría de los hombres de negocios es el miedo a la baja en las ventas. Pero la Sra. Eddy ha escrito mucho sobre provisión, y al estudiar sus obras junto con referencias de la Biblia, podemos ver que la verdadera provisión no es material. Está constituida de ideas — ideas correctas y espirituales. Así es cómo la Mente se expresa a sí misma y así es cómo refleja el hombre la Mente divina.
Evidentemente todo producto o servicio vendido por un negocio debe ser concebido en el pensamiento antes de que llegue a ser algo valioso y necesario para los demás. Por lo tanto, un negocio no depende primordialmente de las ventas. Es susceptible de ser mejorado en su base mental. Necesita de una mayor afluencia de ideas correctas, las verdades espirituales que proporcionan energía y conducen a la acción eficaz. Y la fuente de ideas correctas, Dios, es ilimitada y está disponible instantáneamente.
Cuando empecé a comprender estas verdades espirituales, me preocupaba cada vez menos por buscar más ventas y cada vez más por averiguar las necesidades del cliente y buscar las ideas espirituales que me permitirían satisfacerlas. ¿Qué sucedió? El efecto llamado ventas aumentó porque dejamos de luchar para obtener más ventas y recurrimos, en cambio, a la Mente en busca de lo que se necesita para ayudar a otros. Estábamos demostrando la verdad expresada por la Sra. Eddy, cuando escribe: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Miscellaneous Writings, pág. 307.
Esto fue muy cierto, especialmente en un año difícil. Al empezar el año perdimos un contrato anual que representaba el 27 por ciento del total de las ventas. Sin embargo, al finalizar el año, habíamos establecido un nuevo record de ventas para la compañía. Es interesante notar que el aumento del volumen no se debió a nuevos negocios grandes, sino simplemente a un constante aumento de unidades pequeñas de nuevos negocios. El progreso indudablemente se debió a la comprensión espiritualizada acerca de provisión, que satisfizo el sentido humano de necesidad en el negocio.
El confiar en el Principio divino es también de gran valor práctico para hacer frente a las presiones en los negocios.
La causa principal de la presión en los negocios no es el trabajo agobiador, sino la sensación de que uno está a merced de fuerzas que no domina y no puede dominar. Un hombre que esté en la más alta posición administrativa puede sentirse prácticamente indefenso al enfrentar condiciones adversas del mercado, cambios inesperados de los competidores, exigencias de los trabajadores aparentemente irreconciliables, pérdida de clientes, y nuevas leyes y disposiciones gubernamentales restrictivas. El ejecutivo no gobierna esas fuerzas, aunque tiene la responsabilidad de enfrentarlas. Esto puede producir una severa presión mental que algunas personas tratan de evitar usando drogas tranquilizantes, comiendo demasiado, teniendo relaciones sexuales extramaritales, dependiendo del alcohol o teniendo un interés desmesurado en el golf o en otros deportes.
La Ciencia Cristiana me salvó más de una vez de un colapso nervioso motivado primordialmente por la falta de habilidad para enfrentar las fuerzas y las presiones de los negocios. Más de una vez me vi aparentemente al extremo de los recursos humanos, sin nadie a quien recurrir, sino a Dios — y eso fue lo que hice, totalmente y con la confianza como la de un niño.
Aprendí que era necesario corregir mentalmente dos cosas: Primero, debía establecer mejor y aceptar en mi pensamiento el Todo de Dios, la presencia de Dios y el gobierno omnipotente de Dios sobre cada aspecto de la vida y sus actividades. Me di cuenta de que no podía haber fuerzas fuera del gobierno de Dios, y que no podía haber fuerzas del mal, de merma, o de casualidad porque son desemejantes del bien. Pero debía aceptar más plenamente que Dios es todo el bien y el único bien. Debía entender claramente que yo no era una persona humana limitada luchando contra fuerzas incontrolables; mi tarea era reflejar, como hombre, la presencia de Dios y Su gobierno perfecto.
En segundo lugar, vi que debía luchar para estar consciente de la verdad espiritual todo el día y no dejar la Ciencia Cristiana en casa, “en los libros”. Esto significaba que debía calmarme y constantemente recurrir a Dios, sabiendo que Él estaba conmigo, apoyándome y guiándome siempre. Significaba recurrir a Dios para encontrar respuestas — tanto en las pequeñas cosas como en las grandes. Significaba aferrarme en la realidad del gobierno de Dios sobre los acontecimientos, sobre mí mismo y sobre todo lo que se relacionaba conmigo.
A medida que espiritualizaba mi pensamiento, el negocio que había estado lleno de problemas, mejoró. La baja se convirtió en alza y el negocio se triplicó en tamaño en los siete años siguientes. Todos los que estaban relacionados con él se beneficiaron — empleados, proveedores, clientes, propietarios y la comunidad en general. Éste es el poder sanador del Cristo, la acción de la ley de Dios. Un negocio realmente próspero es una expresión continua de ideas correctas, y estas ideas, cuando se comprenden y utilizan, bendicen a todos aquellos que están relacionados con ellas.
Así que, hermanos, estad firmes,
y retened la doctrina
que habéis aprendido.
2 Tesalonicenses 2:15
    