Cuando un negocio se está yendo en bancarrota — cuando las ventas están bajando y las pérdidas aumentando — ha llegado la hora de recurrir a Dios más que nunca y de espiritualizar nuestro pensamiento.
Esta espiritualización de pensamiento empieza cuando uno se compromete sin reservas — cuando uno se entrega de todo corazón al servicio de Dios. Como nos relata la Biblia sobre cómo el Rey Ezequías cumplió con su responsabilidad durante su buen reinado en Israel: “En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón, y fue prosperado”. 2 Crón. 31:21;
Ésa fue mi manera de proceder cuando se me pidió que administrara un negocio que estaba yendo a la bancarrota. Me hice el propósito de dirigir cada fase del mismo siguiendo normas cristianas. Sabía que Dios es el Principio divino. La Ciencia Cristiana me lo había enseñado. Decidí no transigir al aplicar las cualidades del Principio en este negocio. No iba a tratar de sacar ventaja a costa de los empleados o de los proveedores. No iba a permitir nada turbio en las cuentas de gastos o en los asuntos relacionados con la administración pública. No iba a recurrir a los artificios del alcohol o a los agasajos de dudosa moral con el fin de conseguir negocios.
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