Hay algo que puede hacerse acerca de la economía. Podemos saber la verdad. Al trabajar y orar para conocer la verdad espiritual que contrarresta la fábula material, podemos establecer para nosotros mismos un correcto sentido de provisión, oportunidad y existencia ordenada y ayudar a establecerlo para los demás. La Ciencia Cristiana enseña cómo llevar esto a la práctica. La Verdad está siempre disponible, en cualquier época, para sanar e invertir el error que argumenta: “Estos son tiempos difíciles”.
La economía incluye conceptos tales como destreza ejecutiva, mayordomía, reglamentación. Tiene que ver con la dirección y con el funcionamiento correcto de diversos sistemas organizados. También se la define como el plan del Creador, los designios de la Providencia. Al referirse a los efectos de un tratamiento en la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy usa la palabra “economía” de la siguiente manera: “Tanto la Ciencia como la consciencia obran ahora en la economía del ser conforme a la ley de la Mente, que finalmente impone su supremacía absoluta”.Ciencia y Salud, pág. 423;
La economía del Espíritu se manifiesta no como un mundo mortal limitado y físico sino como el mundo de la Mente consciente, puramente ilimitado y metafísico. En este mundo espiritualmente mental, todo es armonía y orden. Entender que el control inteligente reside en el Principio divino, el Amor, libera a los hombres de la falsa responsabilidad o del temor de que una economía pueda estar o que está fuera de control.
Hay quienes creen que porque parecemos vivir en un mundo material, siempre sujetos a la tensión y a la inseguridad de las cambiantes condiciones económicas, siempre hay una ley mortal básica operando en favor de los limitados intereses propios. Y así parece ser. Cualquier esfuerzo que se haga para superar la angustia que producen los fluctuantes ciclos económicos, debe tener en cuenta esta creencia. Esta así llamada ley de intereses propios actúa para inducir a los hombres a actuar o a no actuar, a hacer algo o a no hacerlo, a comprar o a vender, sin tener en cuenta a los demás o desobedeciendo los reglamentos necesarios, al punto de caer en una indiferencia egoísta. Algunos, viendo la necesidad de restringir las fuerzas que causan la depresión, la recesión y la inflación, tratan de aprobar y hacer cumplir disposiciones, controles y leyes incompletas en un esfuerzo por ajustar y estabilizar la economía.
Ambos de estos puntos de vista ignoran al Principio divino supremo y gobernante — sí, a Dios mismo que lo gobierna todo. La Biblia declara: “De Jehová es la tierra y su plenitud”. Salmo 24:1; En realidad todo lo que existe pertenece a Dios, y Dios lo crea, mantiene, dirige y sostiene.
Tanto el hombre como el universo existen para dar cumplimiento y expresión al designio y propósito bien ordenados de la única Mente infinita, o Principio divino. En este universo armonioso y espiritual las fluctuaciones desordenadas de las economías mortales no tienen lugar ni poder. En la economía del Espíritu, el Espíritu suministra lo que el Espíritu demanda.
El error y los deseos mundanos están relacionados con el concepto de inflación. El materialismo busca en la materia todas las cosas buenas de la vida. Las personas que escuchan únicamente el clamor de sus propias necesidades mortales y egoístas no pueden oír o prestar atención en su consciencia individual a la guía de la Verdad, o sea al Cristo. No prestando atención a esta guía pueden actuar en detrimento de su propio bienestar. El concepto de “yo primero”, a la larga coloca al “yo” al final.
Los motivos mal dirigidos de la búsqueda egoísta hace que aumente, crezca y se infle la creencia errónea de que el bien es en cierta manera escaso. Al creer que la limitación del bien es real, la gente se mesmeriza con esta creencia, y esto tiende a influir a otros. Esta influencia falsa sólo sirve para limitar el bien en la experiencia humana; obscurece la acción y la manera de pensar correctas.
Cuando las condiciones llamadas inflación, recesión o depresión parece que empiezan a desarrollarse, son como una llama, y al ser alimentadas por el temor, aumentan y consumen todo lo que encuentran a su paso. Pero esta destrucción aparente se detiene cuando se reconoce la barrera de la inteligencia, la valla del Principio, que exclama con autoridad: “No más”.
Desde el punto de vista de la Verdad universal podemos ver por entre la neblina del amor propio y del desenfreno, y percibir la infinitud del bien que no se mide como una posesión material de los así llamados bienes — tierras, dinero, réditos, etc.— sino como la abundancia infinita de la substancia espiritual en la cual la realidad de la Verdad es de primordial importancia.
Lo que la Verdad conoce refuta lo que el temor humano falsamente cree. Tal conocimiento es la inteligencia divina, la cualidad primaria de la Mente. Esta Mente o inteligencia está proporcionando el bien infinito, manteniendo a sus ideas con sus propios recursos individualmente. Al resolver problemas nacionales — y esto es lo que en la mayoría de los casos presentan las economías desequilibradas — la manera eficaz de resolverlos es aumentando el sentido de dar y recibir y que un mayor número de habitantes espiritualicen su concepto de dar y recibir.
Cristo Jesús mostró la necesidad de recibir y dar sobre una base más espiritual. Indicó que debemos valernos de nuestro heredado bien espiritual y alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al extranjero, vestir al desnudo y cuidar del enfermo y del prisionero. Cuando nos mantenemos ocupados haciendo lo que Jesús nos indicó que hiciéramos, es decir, cuando incluimos a toda la humanidad en nuestro amor reflejando el Amor de manera activa, heredamos el reino.
Cuando expresamos las cualidades provenientes de Dios y usamos nuestras habilidades en bien de los demás, esta expresión activa actúa en nosotros, como individuos, para liberarnos de los efectos de la creencia en la inflación o recesión mundiales. Cuando tratamos de magnificar el bien y hacer el bien, respondemos a la necesidad de bien que el mundo tiene. Esto ayuda a aquietar el temor y las pasiones destructoras del egoísmo.
La salvación es una responsabilidad individual. Cada uno puede actuar para liberarse de las falsedades del temor. Cuando así lo hace, no solamente se libera de la carencia y la limitación, sino que con su ejemplo señala el camino para los demás de manera que ellos también puedan liberarse.
El tiempo y el esfuerzo que se dedican a la administración de los recursos actuales no tiene por qué disminuir el bien, sino que pueden renovarlo periódicamente. Los hombres pueden actuar bajo la dirección de la única Mente para detener los dioses materiales de este mundo. Todos tenemos la libertad de conocer y demostrar un correcto sentido de provisión, para buscar nuestra propia unidad con el bien infinito, para beber en el manantial del sentido espiritual y para alimentarnos con la substancia del Alma. Dios siempre bendice y dirige a los Suyos. Y es nuestro privilegio y derecho el que nosotros mismos comprobemos que estamos protegidos y cobijados bajo los brazos abiertos del Principio supremo que lo gobierna todo.
Es obligación de aquellos que como Científicos Cristianos nombran a Cristo, que presten atención a la declaración de la Sra. Eddy en el Manual de La Iglesia Madre: “Dios exige que la sabiduría, la economía y el amor fraternal caractericen todos los actos de los miembros de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico”.Man., Art. XXIV, Sec. 5; La obediencia a este requisito trae bendiciones.
¿Pueden las economías enfermas, al igual que los cuerpos enfermos, ser sanadas en la Ciencia Cristiana? La respuesta es que sí; y sobre la misma base, porque la Verdad destruye toda forma de error. La creencia en una economía enferma, al igual que una creencia en un cuerpo enfermo es sanada cuando la Mente inteligente actúa para eliminar el temor, el pecado y las creencias de codicia, carencia, desobediencia y limitación en el pensamiento de los individuos y de los grupos de individuos. Dios gobierna la economía del universo del Espíritu.
Cuando las condiciones económicas estaban desequilibradas en Jerusalén, Pablo dijo en su carta a los Corintios: “Si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad”. 2 Cor. 8:12–14;
Estar dispuesto a dar es lo más importante. Los individuos pueden, y deben, hacer que el talento, las aptitudes y las habilidades que provienen de Dios se manifiesten por medio de obras constructivas y buenas para con el prójimo a fin de que a causa de ellas glorifiquen a Dios, el Dador de todo bien. Este esfuerzo amoroso multiplica el bien y de esa manera actúa para invertir la creencia de que el bien de toda índole escasea o que está desequilibrado o fuera de control. El dar desinteresado desmiente la inflación egoísta y la economía que se derrumba. Cumple con la demanda del amor a la manera del Cristo: “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8.
    