En la Biblia encontramos muchos relatos de curaciones que se realizaron confiando totalmente en medios espirituales. Por ejemplo, en los relatos de la Biblia acerca del ministerio sanador de Cristo Jesús no se menciona que él haya usado jamás remedios materiales. Su trabajo sanador se realizó por medios espirituales solamente.
La base del éxito que tuvo el Maestro en la curación fue su absoluta convicción de que Dios es Espíritu y que el hombre es Su hijo perfecto. Es evidente que Jesús no aceptó como verdadero el cuadro de enfermedad que presentaban los sentidos materiales. Fue la confianza del Maestro en el Amor divino y su obediencia a la Mente divina, su Padre, a quien él siempre escuchaba, lo que le permitió curar con certeza científica a todos los que buscaron su ayuda.
Es obvio que el Maestro esperaba que aquellos que lo seguían realizaran trabajos de curación y regeneración. El Evangelio según San Juan lo muestra diciendo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12; He aquí el gran desafío de nuestra época. Sin embargo, estas obras de las que habló Jesús pueden realizarse únicamente mediante la obediencia al Principio divino, el Amor.
Jesús nos da una regla que puede ser tomada como fundamental para el éxito en la curación. Nos previene diciendo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. vers. 15; Es interesante destacar que el Dr. R. F. Weymouth en su traducción titulada The New Testament in Modern Speech (El Nuevo Testamento en Lenguaje Moderno), traduce esas palabras del Maestro así: “Si me amáis, obedeceréis mis mandamientos”.
En los siglos siguientes, estos sencillos mandamientos quedaron tan obscurecidos por el credo y el dogma que la habilidad para sanar por medios espirituales solamente, prácticamente se perdió. Hace alrededor de un siglo, Mary Baker Eddy descubrió la Ciencia subyacente en los preceptos o mandamientos de Jesús. Llamó a su descubrimiento Ciencia Cristiana y, en obediencia a la revelación y guía divinas, lo ha presentado en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud para que todos lo lean y entiendan.
Refiriéndose a estas reglas de la Ciencia divina, la Sra. Eddy dice: “Quienquiera que desee demostrar la curación por la Ciencia Cristiana, tiene que atenerse estrictamente a sus reglas, tener en cuenta cada una de sus proposiciones, y avanzar desde los rudimentos fijados. No hay nada que sea difícil ni penoso en esta tarea, cuando el camino es señalado; pero sólo la abnegación, la sinceridad, el cristianismo y la persistencia alcanzan el premio, como suele pasar en todas las actividades de la vida”.Ciencia y Salud, pág. 462; Un requisito para tener éxito en la demostración de la curación por la Ciencia Cristiana es la completa obediencia a sus reglas.
El estudiante de Ciencia Cristiana encuentra muy pronto que si es completamente obediente a las reglas de la Ciencia divina, entonces experimenta curación y regeneración. Sin embargo, el estudiante sensato sabe que preocuparse únicamente de la letra de la Ciencia es inútil. Sabe que para tener éxito en su práctica de la Ciencia Cristiana, necesita que su atención a la letra esté acompañada de la expresión activa del Amor divino. Encontramos en Ciencia y Salud, bajo el título marginal “Principio y práctica” lo siguiente: “La parte vital, el corazón y el alma de la Ciencia Cristiana, es el Amor. Sin el Amor, la letra no es sino el cuerpo muerto de la Ciencia, — sin pulso, frío, inanimado”.ibid., pág. 113;
En su práctica, el estudiante de Ciencia Cristiana encuentra a veces que a pesar de un trabajo de oración consagrado, no se obtiene una curación completa. En lo que puede parecerle una situación desesperada, puede tener la tentación de creer que la Ciencia Cristiana no sana, o que no sana como lo hacía antes, o que da resultado en otros pero no en él. Hasta puede pensar que sería una buena idea probar la medicina material, la cirugía, la higiene, las vitaminas y otras cosas.
Esta sugestión agresiva es simplemente magnetismo animal, o la creencia en un poder aparte del Espíritu divino, y a menudo es esta sugestión, oculta en el pensamiento, la que puede obstruir la realización completa y dichosa de la curación. Por lo tanto, es importante que el estudiante de Ciencia Cristiana reconozca las sugestiones mentales agresivas por lo que son: suposiciones del sentido material, no realidades divinas. La materia no ayuda al hombre creado por Dios. La materia no tiene realidad. El hombre es, y siempre ha sido, totalmente espiritual. Ni por un solo instante deja de ser nada menos que la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. Cuando nos identificamos con este hombre, obtenemos dominio sobre las discordancias materiales.
Las sugestiones mentales agresivas, en cualquier forma que se presenten, deben ser tratadas obedeciendo las instrucciones de la Sra. Eddy dadas en el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sec. 6), bajo el título “Alerta al deber”. Aquí ella escribe: “Será deber de todo miembro de esta Iglesia defenderse a diario de toda sugestión mental agresiva, y no dejarse inducir a olvido o negligencia en cuanto a su deber para con Dios, para con su Guía y para con la humanidad. Por sus obras será juzgado, — y justificado o condenado”.
Para dominar el magnetismo animal eficazmente, debe ser visto siempre como nada. Puede aparecer como algo, pero no tiene poder ni realidad. No se lo domina eficazmente hasta que no se reduzca a su nada original.
Cultivar las cualidades espiritualmente motivadas — la diligencia, prontitud, y persistencia — ayudan al estudiante de cualquier materia a disciplinar su pensamiento y de ese modo obtener dominio sobre la materia. El estudiante de Ciencia Cristiana, como cualquier otro estudiante, necesita desarrollar estas cualidades. No puede esperar tener éxito en su práctica de la Ciencia divina si no lo hace. Puede vencer los Goliats de la actualidad con la misma devoción al único Dios que empleó David tan exitosamente hace muchos siglos.
Si fracasamos en obtener una curación, debemos examinar nuestros pensamientos para asegurarnos que los estamos manteniendo llenos de Vida, Verdad y Amor y que ninguna sugestión agresiva esté oculta y sin dominar.
Si vemos que no estamos dispuestos a examinarnos, podemos saber que el hombre refleja perfectamente el Principio divino. Si necesitamos una devoción más profunda, podemos recordar a Naamán, ese “hombre valeroso en extremo”, el general sirio que fue sanado de lepra cuando estuvo dispuesto a ser receptivo a la simple indicación del profeta Eliseo: “Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio”. 2 Reyes 5:1, 10.
Como el Naamán de antaño, el estudiante de Ciencia Cristiana de hoy en día, aprende que la mansedumbre y la espiritualidad abren el camino al poder sanador del único Espíritu divino para purificar y limpiar la consciencia humana de todo lo que sea desemejante a Dios. Entonces, él también puede regocijarse con la prueba positiva de la curación.
Por medio de la obediencia dedicada a los mandamientos de Dios, podemos demostrar con certeza este método de curación que es totalmente espiritual y científico.
