La manipulación de la mente de los hombres y la perversión de las técnicas sobre “control del pensamiento” al servicio de intereses egoístas, es motivo de creciente inquietud. Parece infiltrarse en la actual estructura social.
La propaganda para consumidores, por ejemplo, está mayormente encauzada a manipularnos — a despertar el deseo por más cosas materiales, a alentarnos a comprar más y más, y aun a limitar nuestra libertad de elección. La víctima deja de ser dueña de sus decisiones; cae en la trampa del arte de la seducción. Leemos que podemos obtener la felicidad mediante una marca determinada de pasta dentífrica, de perfume o de cosmético; que podemos sobreponernos a los problemas, desilusiones y fracasos simplemente por medio de artículos de consumo. Este tipo de propaganda comunica sólo ilusiones, dando la impresión de que la felicidad se puede comprar. ¿Qué podemos hacer sobre esto?
Partiendo desde la base de una Mente, Dios, como lo explica la Ciencia Cristiana, podemos tratar este problema como una imposición mental y resistir eficazmente toda intención despiadada de influir el pensamiento y la acción por medio de la propaganda. La manipulación mental obra en contra de la habilidad de pensar por uno mismo.
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