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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

Josué, servidor de Moisés

Del número de octubre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Superado sólo por Moisés, Josué, llamado alternativamente Oseas y Josué (ver Números 13:8, 16), fue el más destacado dirigente de los israelitas durante los prolongados años de prueba y peregrinaje por el desierto. Al igual que Moisés, Josué, el “hijo de Nun”, sin duda nació en Egipto antes del comienzo del éxodo, y mantuvo noblemente la tradición de la tribu de Efraín — nombrada así por el segundo hijo de José— una tribu especialmente bendecida por Jacob, prefiriéndola a la engendrada por el hijo mayor, Manasés (ver Génesis 48:1, 11—14).

En Éxodo 17:9–14, nos es presentada por primera vez la proeza militar de Josué, cuando Israel hizo frente a un ataque encabezado por los amalequitas y Josué fue llamado para reunir las fuerzas de los hebreos y contraatacar a sus enemigos. Su hazaña fue un gran éxito. Alentado por Moisés, quien miraba el combate desde un monte cercano, “Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada”, un triunfo registrado a su favor “para memoria en un libro”.

Más significativo aún fue el desempeño de Josué como “servidor” de Moisés, como su siervo, su hombre de confianza, que trabajó con él en varias ocasiones. Así está claramente implícito que fue Josué quien acompañó al gran Legislador cuando “subió al monte de Dios” para permanecer allí el conocido período de “cuarenta días y cuarenta noches” (Éxodo 24:13–18). Después de esta prolongada ausencia, los dos hombres descendieron del monte juntos; y a medida que avanzaban un extraño clamor, que provenía del distante campamento de los israelitas, se hizo más y más claro. Josué lo interpretó naturalmente como “alarido de pelea” (Éxodo 32:17), pero Moisés, cuyos cánticos son repetidamente relatados en la Biblia (ver Deuteronomio 31:22, 30) y cuyo oído bien podía haber estado afinado con los tonos musicales, dijo: “Voz de cantar oigo yo”. En verdad, fueron cánticos y alborozos conjuntamente con la adoración del becerro de oro lo que encontraron a su llegada. Esto hizo que Moisés destrozara con furia las tablas de la ley y censurara esas prácticas paganas.

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