El punto importante del temario de la reunión era la elección de un discípulo para que ocupara el lugar de Judas Iscariote. Estaban presentes en esa reunión cerca de ciento veinte cristianos en el aposento alto donde vivían los once discípulos, y todos, hombres y mujeres, oraban.
Tres años antes, Cristo Jesús había elegido los doce apóstoles con la sabiduría que le provenía de su Padre, Dios. Ahora, por primera vez, los discípulos encaraban la necesidad de elegir a uno de entre ellos mismos.
Según lo señaló Pedro, la elección estaba de acuerdo con la profecía bíblica, y explicó que el elegido sería uno de aquellos que tuviera experiencia personal de la enseñanza y resurrección del Maestro. Dijo así: “Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección”. Hechos 1:21, 22;
Barsabás y Matías fueron propuestos como candidatos. Entonces los discípulos oraron para ser guiados. Sabían que era la manera de pensar espiritual y profunda de estos hombres lo que determinaba su aptitud para el cargo. Solamente Dios sabía cuál de los dos era el más digno de ser elegido. Sinceramente recurrieron a Él para que los guiara, y sólo después de esta preparación humilde y cuidadosa, basada en la oración, votaron, y Matías fue elegido.
Hoy, grupos de cristianos en todo el mundo, — miembros de las filiales de la Iglesia de Cristo, Científico,— anualmente se ven ante la necesidad de elegir, entre sus propios miembros, a quienes habrán de desempeñar importantes cargos en la iglesia. El propósito de una iglesia, como en los primeros días de la historia cristiana, es el de dar testimonio de la naturaleza de la ley de Dios, la ley universal del Amor, y de su poder de salvar a la humanidad de la enfermedad, el pecado y la muerte como se demostró en la vida y resurrección de Cristo Jesús.
Ahora, como entonces, se necesitan personas que desempeñen diversos cargos para llevar a cabo el trabajo diario de la organización y cumplir este propósito. Todos los miembros, tanto hombres como mujeres, tienen una doble responsabilidad en estas elecciones — estar dispuestos a servir si se les llama, y deseosos de dar su voto de una manera tan basada en la oración y tan ajena a las consideraciones personales, como la de sus antecesores cuando eligieron a Matías.
Cada filial de la Iglesia de Cristo, Científico, es una organización democrática, y la igualdad de derechos de los miembros es definida claramente por la Sra. Eddy en un pasaje que comienza refiriéndose a la “Carta Magna de la Ciencia Cristiana” que dice en parte: “La iglesia es el portavoz de la Ciencia Cristiana, — su ley y evangelio concuerdan con Cristo Jesús; sus reglamentos son la salud, la santidad y la inmortalidad, — igualdad de derechos y privilegios, igualdad de los sexos, rotación en los cargos”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 247;
Todo miembro, de cualquier sexo, grado de antigüedad, raza, edad o nivel de educación, tiene el privilegio de ser votado, siempre que llene los requisitos del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, y cumpla con los reglamentos de la iglesia filial de la cual es miembro. Todos tienen derecho a votar. Hay igualdad de oportunidades e igualdad de responsabilidades.
Todo cargo en la iglesia es de sagrada confianza, ya sea el de presidente, tesorero, Lector, o miembro de la junta directiva. El deber es principalmente religioso, el cual debe desempeñarse como un servicio divino más bien que humano. En consecuencia, es la madurez espiritual, más bien que la condición o experiencia humana, lo que determina la aptitud de la persona.
Esto no le quita importancia a la aptitud humana. Un Lector deberá ser capaz de leer con claridad, y un tesorero de sumar una columna de números. Pero se espera que la aptitud más grande esté unida a la demostración más plena de cualidades espirituales. La inteligencia, paciencia, tacto, buen humor y orden de un buen presidente; la integridad, perspicacia y sabiduría de un buen miembro de la junta directiva, provienen de Dios, el Espíritu divino. Y es de esperarse de aquel que se consagra al propósito de Iglesia y ya es experimentado en demostrar la superioridad del poder espiritual sobre el sentido material, que progrese en su manifestación de las cualidades derivadas de Dios, necesarias para desempeñar los deberes humanos pertinentes.
La gran importancia de elegir a los Lectores mediante la oración, sin prejuicio personal, es subrayada en un mensaje de la Sra. Eddy en el que dice: “Deseo corregir la opinión de que prefiero a un hombre y no a una mujer como Primer Lector en la Iglesia de Cristo, Científico. Mi preferencia radica en la persona más capaz para desempeñar esta importante función. Si el Primer Lector y el Segundo Lector son alumnos míos, entonces, sin tomar en cuenta el sexo, preferiré a aquél cuyo discernimiento sea más espiritual”. Y luego agrega: “Lo que nuestras iglesias necesitan es esa consagrada y desinteresada calidad de pensamiento que espiritualiza a la congregación”.ibid., pág. 249;
Espiritualidad, consagración, desinterés. Los miembros que desarrollan estas cualidades en sí mismos contribuyen también al crecimiento de su iglesia beneficiándola y fortaleciendo su poder sanador. Y al acrecentar sus cualidades para disponerse a la elección de este importante cargo de Lector, también están acrecentando la habilidad de su iglesia para cumplir con el requisito de rotación en los cargos.
¿Mas cómo puede realmente avaluarse el valor espiritual de otro miembro de la iglesia? Sólo Dios, la Mente divina, puede discernir las riquezas secretas del corazón y asegurar el mejor nombramiento. La Sra. Eddy escribe: “Dios escoge para la misión más alta al que haya progresado a calificaciones tales para desempeñarla que cualquier abuso de esa misión se hace imposible”.Ciencia y Salud, pág. 455; Por cierto, en una asamblea de la iglesia para elecciones, antes de votar, es sabio orar con profunda sinceridad para obtener la guía necesaria; orar con el mismo espíritu con que los discípulos lo hicieron en esa primera elección de la iglesia cristiana: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido”. Hechos 1:24.
    