Un simple lápiz negro tenía la inscripción: “La mitad de presión, el doble de velocidad”. Una aguda máxima, reflexionó el observador, pero ¿qué es la presión, y de dónde proviene la velocidad? En Ciencia y Salud la Sra. Eddy hace, muy acertadamente, la siguiente pregunta: “Si la Mente es el único actor, ¿cómo puede ser automático el mecanismo?” Ciencia y Salud, pág. 399; En esta era de tremendas presiones y altas velocidades conviene comprender que, en realidad, la Mente divina es el único actor, y que sólo la Mente divina produce, siente, manifiesta y gobierna la acción.
El descubrimiento de la Sra. Eddy de que la Mente es Dios, por lo tanto infinita, y que todo es Mente, abrió para el mundo las potencialidades inconmensurables de la Mente. Y como el pensamiento humano traduce todas las cosas en función de la materia, a este descubrimiento ha seguido lo que parece ser una era de progreso e invención materiales sin precedentes, anulando en todo sentido las restricciones de la materia. Se ha descubierto que los conceptos humanos de tiempo, espacio, distancia, son puramente relativos a medida que se ha comprobado que su limitación disminuye en la proporción en que el conocimiento humano aumenta. Los valores económicos, y la estructura social igualmente, están experimentando cambios revolucionarios. Sin embargo, la contradicción de la mente humana es tal, que con todos sus mecanismos para ahorrar trabajo, acelerar el transporte, y hacer esfuerzos para mejorar las condiciones sociales, la presión de la vida aumenta y la tiranía de la esclavitud humana no disminuye.
Prediciendo la transformación que el advenimiento de la Verdad produciría en el pensamiento humano, Cristo Jesús dijo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. Lucas 21:28; Es evidente que él comprendió que la fermentación del mal auguraba el reino de la armonía espiritual.
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