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La actividad se origina en Dios

Del número de octubre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un simple lápiz negro tenía la inscripción: “La mitad de presión, el doble de velocidad”. Una aguda máxima, reflexionó el observador, pero ¿qué es la presión, y de dónde proviene la velocidad? En Ciencia y Salud la Sra. Eddy hace, muy acertadamente, la siguiente pregunta: “Si la Mente es el único actor, ¿cómo puede ser automático el mecanismo?” Ciencia y Salud, pág. 399; En esta era de tremendas presiones y altas velocidades conviene comprender que, en realidad, la Mente divina es el único actor, y que sólo la Mente divina produce, siente, manifiesta y gobierna la acción.

El descubrimiento de la Sra. Eddy de que la Mente es Dios, por lo tanto infinita, y que todo es Mente, abrió para el mundo las potencialidades inconmensurables de la Mente. Y como el pensamiento humano traduce todas las cosas en función de la materia, a este descubrimiento ha seguido lo que parece ser una era de progreso e invención materiales sin precedentes, anulando en todo sentido las restricciones de la materia. Se ha descubierto que los conceptos humanos de tiempo, espacio, distancia, son puramente relativos a medida que se ha comprobado que su limitación disminuye en la proporción en que el conocimiento humano aumenta. Los valores económicos, y la estructura social igualmente, están experimentando cambios revolucionarios. Sin embargo, la contradicción de la mente humana es tal, que con todos sus mecanismos para ahorrar trabajo, acelerar el transporte, y hacer esfuerzos para mejorar las condiciones sociales, la presión de la vida aumenta y la tiranía de la esclavitud humana no disminuye.

Prediciendo la transformación que el advenimiento de la Verdad produciría en el pensamiento humano, Cristo Jesús dijo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. Lucas 21:28; Es evidente que él comprendió que la fermentación del mal auguraba el reino de la armonía espiritual.

En un pasaje digno de cuidadoso análisis, en el libro de texto se expone que: “La realidad espiritual es la verdad científica en todas las cosas. La realidad espiritual, repetida en la acción del hombre y de todo el universo, es armoniosa y es el ideal de la Verdad. Las realidades espirituales no están invertidas; la discordancia opuesta, que no tiene parecido alguno a la espiritualidad, no es real”.Ciencia y Salud, pág. 207;

“La realidad espiritual es la verdad científica en todas las cosas”. La Ciencia Cristiana revela la realidad espiritual de que Dios es Todo, y define a Dios como Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor. Su razonamiento es que, puesto que Dios es Todo, todo es Mente, y la Mente es el bien. Nada existe fuera de la Mente. Lo que la Mente concibe, produce y expresa, participa de la naturaleza de la Mente. La Mente perfecta no contiene elementos destructivos e imperfectos. Todo lo que existe y tiene existencia expresa la Mente pura, que todo lo incluye sin esfuerzo alguno. El Espíritu, la única substancia, constituye toda la atracción. Mantiene al universo y al hombre bajo la protección de la ley espiritual que anula la posibilidad de influencia magnética, control hipnótico o fuerza destructiva. El Alma revela la naturaleza incorpórea e infinita del ser, que no puede ser perturbado, frustrado o viciado. El universo del Alma ilustra el descanso rítmico de la realidad, la fácil expresión de la grandeza del poder espiritual. El Principio refleja la precisión, invariabilidad, exactitud y confiabilidad de la acción armoniosa de la Mente. La Vida, la Verdad y el Amor manifiestan la energía vibrante, constante, del ser inmortal; expresan la fuerza y la potencia tangibles de la realidad espiritual, la universalidad omnímoda de la santidad espiritual.

Esta realidad científica “repetida en la acción del hombre y de todo el universo”, no puede ser menos que armoniosa, “el ideal de la Verdad”. El hecho de que Dios es Todo impide que la Verdad pueda ser negada, porque la Verdad infinita en cada una de sus manifestaciones permanece invariablemente infalible. No hay fase ni aspecto de la Verdad que sea menos que absoluto.

Aquello que sentimos y experimentamos en creencia como la presión inexorable del vivir humano, revela el reconocimiento que la mente humana tiene de su propia ineptitud. La fácil expresión de la Mente infinita no siente presión porque es imposible que la Mente experimente limitación. El remedio para la implacable sensación de presión del error con su secuela de frustración, fatiga y fracaso, es reconocer la verdad espiritual como la única realidad del ser y reclamar nuestra identidad en el Espíritu. Este reconocimiento no es cuestión de una mente humana dando imperfecto testimonio de la Mente divina, ni tampoco una persona humana que trata de aferrarse a la identidad espiritual. Es más bien la Mente que da testimonio de sí misma, de su naturaleza absoluta, y que se identifica como Espíritu, en manifestación infalible.

La infinita autoexpresión de la Mente infalible excluye toda posibilidad de inexperiencia, decisiones erradas, flaqueza humana e ineptitud personal. Excluye toda posibilidad de que exista materia que actúe automáticamente desafiando a la Mente. La demostración de este hecho en la Ciencia Cristiana se experimenta en protección, y en un profundo sentido de dominio y firmeza. La Sra. Eddy se refiere sólo una vez a la presión: “Los Científicos Cristianos tienen que vivir bajo la presión constante del mandato apostólico de salir del mundo material y permanecer apartados de él. Tienen que renunciar a la agresión, a la opresión y al orgullo del poder. La religión cristiana, con la corona del Amor sobre sus sienes, tiene que ser la reina de su vida”.ibid., pág. 451 ; Así que la presión o exigencia ineludible de la Verdad incluye el abandono y la destrucción de toda creencia material y ejemplifica la persuasión amable y la ternura del Amor divino.

La cualidad de la unidad del Espíritu, que todo lo incluye, destruye la creencia finita de la separación y lejanía y los consecuentes esfuerzos precarios por cubrir la distancia material con la velocidad humana. La omnipresencia del Espíritu constituye la prontitud de la Verdad; la infinitud del Amor asegura la instantaneidad de su manifestación.

La Ciencia Cristiana confirma la demostración presente de la verdad espiritual en la experiencia humana al proclamar en las palabras de David: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor”. 1 Crón. 29:11.

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