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Amigos de Jesús

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Biblia nos cuenta de unos amigos de Cristo Jesús que vivían en un pueblo llamado Betania. Había dos hermanas, María y Marta, y su hermano, Lázaro. Jesús amaba a estos amigos y a veces los visitaba.

A María le gustaba oír las cosas espirituales que Jesús les decía, y ella se sentaba a sus pies y escuchaba. Pero Marta se ocupaba de servir la comida y estaba molesta porque María no la ayudaba.

Jesús se dio cuenta de que Marta estaba molesta, pero él le dijo que María había elegido la mejor parte la cual no le sería quitada.

Todos nosotros necesitamos poner las cosas espirituales primero en nuestra vida. De esta manera, no dejaremos que nuestras tareas de la escuela y nuestros quehaceres de la casa y cosas así tomen todo nuestro tiempo y no permitan que estudiemos las maravillosas lecciones que Jesús enseñó, las cuales encontramos en la Biblia. Podemos leer la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana antes de hacer otra cosa. Podemos volvernos a Dios en oración antes de tomar decisiones importantes.

Un día Lázaro se enfermó y murió, y Jesús fue a Betania a resucitarlo. María y Marta habían enviado a buscarlo, y Marta corrió a recibirlo cuando él llegó al pueblo. Jesús la consoló, diciendo (Juan 11:23): “Tu hermano resucitará”.

Luego Jesús dijo algo que nosotros siempre deberíamos recordar: “Todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás” (versículo 26, según Versión Moderna).

La verdad de que somos hijos espirituales de Dios es lo que nos hace vivir, y esta verdad debiera significar más para nosotros que cualquier otra cosa.

Mary Baker Eddy dice en su libro Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 42): “La diferencia entre la creencia de existencia material y la verdad espiritual de la Vida, reside en que la primera es un sueño y es irreal, mientras que la segunda es real y eterna”.

Jesús resucitó a Lázaro porque comprendió que la verdadera vida no puede morir. Es tan eterna como Dios, la Vida divina, que nos hace vivir.

Más adelante, Jesús fue a ver a sus amigos en Betania, y ellos le hicieron una cena. Lázaro estaba allí, y mucha gente creyó en Jesús porque sabían que él había resucitado a Lázaro.

Jesús dijo a la gente (Juan 12:26): “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”.

Nosotros seguimos a Jesús cuando comprendemos que somos los hijos espirituales de Dios, y obedecemos a Dios.

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