[Este articulo sobre la Escuela Dominical aparece en inglés en el The Christian Science Journal de esta misma fecha.]
A veces parecería que esta labor — o la perspectiva de ella — alarma a un mayor número de posibles maestros de la Escuela Dominical de los que atrae. ¡Pero qué lástima que sea así! Enseñar Ciencia Cristiana al niño de dos, tres, o cuatro años de edad puede ser una de las más recompensadoras y enriquecedoras experiencias en la vida de un maestro.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud, pág. 236: “Jesús amaba a los niños pequeños a causa de su carencia de mal y su receptividad para el bien”. Pero el maestro novel es posible que se haga la pregunta: “¿Y si la clase consiste de niños traviesos, desobedientes, indisciplinados? ¿Y qué decir si no están libres del mal ni son receptivos al bien? Yo fracasaría el domingo mismo en que empezara a enseñar porque nunca he tenido que tratar con niños pequeños y no sabría cómo manejarlos”.
La Sección Escuela Dominical de La Iglesia Madre tiene en sus archivos informes de muchos maestros que han tenido éxito con grupos de esa edad, y las páginas siguientes son una compilación de algunos de ellos. Muestran algunas de las maneras en que los maestros han llevado exitosamente la Ciencia al pensamiento de estos inocentes y receptivos niños, superando al mismo tiempo los elementos discordantes y desorganizadores que sostendrían que la buena enseñanza es difícil a esa temprana edad.
El común denominador en todos los casos fue la expresión por parte del maestro del espíritu benévolo y comprensivo del Cristo que caracterizaba a Jesús. Este espíritu del Cristo capacitó a cada maestro para que descubriera lo que cada niño necesitaba, respondiera a su necesidad, y, finalmente, pudiera decir como Jesús: “De los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:14).
Creemos que una maestra llegó exactamente a la raíz del problema cuando nos escribió:
“No necesitamos pensar que tenemos que enseñarles a estos niños algo que todavía no saben o que les es difícil aprender. La idea de la Mente no puede tener ‘sólo tres años de edad’. Cada niño está naturalmente consciente del bien y es receptivo a la Verdad. Nosotros, los maestros, aprendemos que, en su ser espiritual, cada alumno ya es una expresión completa de la Mente divina que todo lo sabe”.
Otra maestra nos envió este útil informe:
“Como ustedes saben, yo no tenía experiencia en este trabajo, ni tuve el privilegio de asistir a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana durante mi juventud. Pero me he dado cuenta de que los niños pequeños deben ser tratados como individuos, desde una base de igual a igual, no ser ignorados, o subestimados por ser niños, ni mimados. Por esta razón, me siento en las mismas sillas pequeñas en que ellos se sientan en la Escuela Dominical, para así estar en su mismo nivel, y les hablo de igual a igual, no con vocabulario infantil.
“En mi clase actual había una nueva alumna que era muy inquieta; parecía que no podía quedarse sentada tranquila; no escuchaba y distraía a los otros alumnos. Un domingo llegó antes que los demás y se sentó en su sillita frente a mí. Le dije: ‘Verdaderamente eres una nenita amorosa'. El efecto fue dinámico. Saltó de su sillita, se sentó en mi falda y me abrazó con tal fuerza que yo no podía creer que ello fuera posible para una personita tan pequeña. Era obvio que estaba respondiendo al cariño, y su necesidad de afecto parecía ser muy grande. Estoy sorprendida de la intensidad con que estos pequeños expresan sus sentimientos”.
A través de la expresión misma del maestro de un amor compasivo y comprensivo, se perciben las necesidades de los niños, como lo ilustra el siguiente relato:
“Mi primera experiencia como maestra de la Escuela Dominical hace algunos años fue con niños de cuatro años de edad. Había un niñito que semana tras semana llegaba llorando. Cada domingo me tomaba algún tiempo el consolarlo e interesarlo en hablar sobre la tarea que le había sido enviada a su casa por correo.
“A medida que trabajaba metafísicamente sobre esto durante la semana, mantenía en mis pensamientos la paternidad y maternidad de Dios, y sabiendo que puesto que el niño estaba siempre con su Padre-Madre Dios, no podía sentir temor de estar separado de su madre — que era quien siempre lo traía — ni sufrir a causa de esa creencia.
“Después de varias semanas así, se me ocurrió preguntarle al chico por qué lloraba. Sollozando me contó de una terrible pelea que tenían sus padres todos los domingos por la mañana porque la madre le rogaba al padre que viniera a la iglesia, él se negaba y se iba a su juego de golf, y la madre se quedaba preocupada por el papá porque él no estaba en la iglesia aprendiendo acerca de Dios.
“Mientras le secaba las lágrimas, le pregunté: ‘¿Dónde está Dios?’ Con sus manitas haciendo un arco sobre su cabeza, dijo con alegría: ‘¡En todas partes, en todas partes!’
“ ‘Bueno’, le dije, ‘entonces no tienes que preocuparte por tu papá, porque Dios está con él en su juego de golf, y debes confiarlo a Dios. Cuando tu papá esté listo para venir a la iglesia, vendrá. Dios está con tu papá en la oficina, en el autobús, en el juego de golf, y ¡simplemente en todas partes! ’
“Esto pareció satisfacer al niño, y participó de buen grado en las actividades de la Escuela Dominical. El domingo siguiente vino a la Escuela Dominical radiante, acompañado por su igualmente radiante joven papá, quien dijo: ‘¡Sencillamente no puedo dejar de venir a una iglesia que le enseña a mi hijo que Dios está en el juego de golf!’ Y desde entonces el padre vino a la iglesia con la familia”.
Los maestros han ideado una variedad de métodos para comunicarse con sus alumnos pequeños y despertar su interés en las primeras lecciones enseñadas. Los siguientes son algunos de los métodos que han compartido con nosotros:
“Al enseñar a niños de cuatro y cinco años, descubrí que cuanto más escuchaba yo a Dios mientras me preparaba para la Escuela Dominical, tanto más disfrutaban los niños escuchándome y participando en la clase.
“Cada semana dedico una tarde para organizar la clase para la Escuela Dominical. Primero oro para ver nuevas maneras de interesar a mi grupo que aún no lee, poniendo énfasis en el espíritu, no meramente en la letra. Cada semana recibo la inspiración de un nuevo enfoque o un nuevo tema como consecuencia de este escuchar en oración. El resultado es que los niños reciben una variedad de técnicas educativas e ideas en lugar de simplemente la forma establecida por la costumbre de contarles historias seguidas por preguntas y respuestas, aunque también uso este sistema de cuando en cuando.
“Es esencial que nuestros niños amen la Escuela Dominical, pues aquí se les enseña quién es Dios y qué hace Él por Su creación. Simplificando las palabras y usándolas de manera vívida y clara, podemos utilizar muchas de las ideas contenidas en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy al enseñar a los más pequeños.
“Por ejemplo, en la página 237 de Ciencia y Salud, la Sra. Eddy habla de enseñárseles a los niños la cura de la Verdad, la Ciencia Cristiana. Los adultos saben que esta cura de la Verdad incluye tanto afirmación como negación. El método puede explicársele a los niños como el decir ‘sí’ a Dios y ‘no’ al error. En todo caso, tengo cuidado de no hablar a los niños como si los subestimara. Todos somos estudiantes de Ciencia Cristiana, y Dios es el único maestro”.
“Como maestra de niños de cuatro y cinco años de edad, decidí tomar como tema principal para cada domingo ‘Escuchando a Dios’. Utilizábamos historias de la Biblia, pero en medio del relato nos deteníamos para darnos cuenta, por ejemplo, de que la madre de Moisés estaba orando — es decir, estaba escuchando a Dios, pues ¡de qué otra manera podría haber pensado sobre una forma tan maravillosa para salvar a su bebé!
“O, considerando la historia del enfrentamiento de David con Goliat, nos dimos cuenta de que David estaba escuchando a Dios y por eso pudo correr sin temor a enfrentarse con el gigante vestido con brillante armadura. Y también vimos que Daniel, por haber escuchado a Dios en lugar de escuchar al error, encontró amor y paz en el foso de los leones”.
“La flexibilidad es primordial cuando uno enseña la primera clase, o sea, la de niños de dos a cuatro años de edad. Estos pequeños responden espontáneamente a un corazón alegre y están ansiosos por aprender, pero el maestro debe ser flexible e imaginativo. Durante la semana me impongo la tarea de saber más sobre el amor, y el domingo ésta es mi primera expresión cuando saludo a la clase, pues para el Amor todas las cosas son posibles, y la receptividad humana a un enfoque inspirado por el Amor, es natural y buena. Siempre deben tenerse preparados algunos temas e historias, aunque no por eso tengan que usarse. El maestro flexible tiene su pensamiento abierto a la inspiración y, escuchando y percibiendo, capta rápidamente una declaración o pensamiento del niño y lo utiliza.
Era la manifestación del Cristo en el Maestro lo que le permitía ver a los niños como debían ser vistos — como realmente lo son en la verdad. Y era la manifestación del Cristo que Jesús expresaba lo que los niños amaban y por lo cual eran amados. Mediante la Ciencia Cristiana también nosotros tenemos acceso a esta misma manifestación del Cristo, y al ponerla en práctica ayudará a sacar a luz en nuestros niños esas preciosas cualidades que tan maravillosamente expresa la niñez — inocencia, dulzura, fe inquebrantable, disposición para aceptar el amor, receptividad a la Palabra de Dios.
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[Esta columna aparece trimestralmente en El Heraldo de la Ciencia Cristiana.]