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Descubriéndonos a nosotros mismos

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


De cada uno de nosotros depende encontrar su verdadero ser y serlo. Por medio del estudio de Ciencia Cristiana y su aplicación, podemos experimentar diariamente el desarrollo triunfante y gozoso de este ser verdadero. Podemos empezar a percibir y comprender que la identidad verdadera y real del hombre y su inseparabilidad de Dios, es el Cristo, que Jesús vivió y demostró.

Esta identidad incluye todo el bien y solamente el bien. En la Biblia encontramos esta declaración: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. 1 Juan 3:1, 2; El conocimiento mundano no nos puede ayudar a comprender nuestra naturaleza verdadera, porque “no nos conoce”. La comprensión espiritual viene por medio del Cristo, la Verdad, y por las enseñanzas espirituales de la Biblia y de la Ciencia Cristiana. Entonces “le veremos tal como él es” y seremos conformados a la imagen de Dios.

La Ciencia Cristiana enseña que Dios es a la vez el Padre y la Madre del hombre y así revela más claramente que nunca el elevado estado del hombre como hijo de Dios. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “La Ciencia Cristiana separa el error de la verdad, y alienta las páginas sagradas con el sentido espiritual de la vida, la substancia y la inteligencia. En esta Ciencia descubrimos al hombre a la imagen y semejanza de Dios. Vemos que el hombre nunca ha perdido su estado espiritual y su eterna armonía”.Ciencia y Salud, pág. 548;

A medida que percibimos la verdadera naturaleza de Dios, vemos que, como nos dice la Sra. Eddy: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos”.ibid., pág. 465; Empezamos a comprender que el estado presente del hombre como el hijo de Dios significa que es el reflejo de las cualidades mentales divinas de Dios y es por lo tanto inteligente, bondadoso y perfecto. Nuestra búsqueda de Dios se amplía para incluir lo que descubrimos y comprendemos del hombre en su verdadera identidad, perfecto y completo.

El libro de texto explica las enseñanzas de la Biblia y trae a luz la identidad verdadera, eternamente presente, del hombre como el hijo de Dios. La Ciencia Cristiana separa la paja del trigo en la consciencia humana. Las falsas creencias naturales concernientes al origen y a la existencia del hombre se someten a los conceptos verdaderos y espirituales del hombre y del universo. El sentido personal del yo se somete a la verdadera idea acerca de nosotros mismos como el reflejo y la expresión de Dios. Nuestra verdadera identidad, el hombre a la semejanza de Dios, empieza a desarrollarse. Esta verdadera identidad — una idea completa y única de Dios — incluye toda idea correcta que se necesita para que cumpla su propósito y tiene oportunidades ilimitadas para participar del bien. Su desarrollo bendice a todos.

El desarrollo individual del verdadero ser constituye el reino de los cielos dentro de nosotros. A medida que la identidad falsa y mortal es subordinada a esta naturaleza más elevada y nos sometemos a nuestra verdadera relación con Dios y a nuestra propia expresión individual del Cristo, el reino de los cielos (o reino de la armonía dentro de nosotros) empieza a manifestarse en una existencia humana más armoniosa. Entonces llegamos a amar a Dios supremamente y a reconocer que todos los problemas del mundo tienen una respuesta en el discernimiento y desarrollo de la verdad acerca de Dios y del hombre como Su imagen. Todo lo que aparezca como una necesidad en la experiencia humana tiene su provisión a mano en la verdadera consciencia, y esta provisión se manifiesta como la evidencia del reconocimiento de nuestra ya establecida perfección como ideas de Dios. Experimentamos más el desarrollo de las cualidades verdaderas y armoniosas cuando empezamos a expresarlas activamente en nuestra vida diaria.

La comprensión de la identidad verdadera y completa del hombre no deja lugar a los celos, el odio, el resentimiento, el temor y a las protestas sobre situaciones u oportunidades. La verdadera identidad individual tiene su propia órbita de oportunidades y relaciones. La órbita de cada idea es mantenida por Dios y no puede ser invadida por otra. Ya no tenemos por qué atisbar celosamente lo logrado por otros; estamos ocupados suficiente y satisfactoriamente con ser la expresión de aquello que Dios ha originado en nuestro ser individual. Cuando descubrimos nuestra verdadera identidad, podemos aceptarla y respetarla porque no incluye nada sensual o pecaminoso, nada egoísta ni de exaltación egoísta. Las sugestiones de la identidad material y de la presencia de rasgos poco amables, desaparecen a medida que nos sometemos a la naturaleza divina. Es como se declara en la Biblia en la visión de Daniel, cuando una gran imagen fue desmenuzada por una piedra “cortada, no con mano”. El relato prosigue: “Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las era del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra”. Dan. 2:34, 35; La verdad del ser destruye todo lo que es desemejante a sí misma y reina suprema en la consciencia individual.

El reconocimiento y aceptación de la verdadera identidad del hombre como el amado hijo de Dios, completo y espiritual, satisface abundantemente nuestras necesidades humanas — la salud, la armonía, la abundancia, la actividad correcta. Cuando la obstinación, el amor propio y otras cualidades negativas de la mente mortal se cambian por la actitud de aceptar como niños nuestra verdadera identidad, entonces la escasez, la limitación de toda clase y la enfermedad con sus síntomas físicos se ven únicamente como la manifestación de la creencia mortal errónea e ilusoria, que se resiste al desarrollo de nuestro ser verdadero. Cuando estos desiertos de la consciencia dan lugar a estados de pensamiento deseables y productivos, los áridos desiertos de la existencia humana, llamados malestar, enfermedad, limitación y escasez se transforman en campos fructíferos de salud y abundancia, de utilidad, armonía y de todo bien.

El deseo y la disposición de ser lo que ha dispuesto Dios que seamos, es la oración de amor desinteresado, que resulta en bendiciones ilimitadas. Esto fue probado en la experiencia de una estudiante de Ciencia Cristiana que atesoraba el deseo de tomar instrucción en clase y dedicarse a la práctica pública. Aparentemente no tenía los medios financieros para llevar a cabo ese deseo, y la joven señora se sintió desamparada e inadecuada. Un día, desesperada, dijo: “Padre, puedo no saber cómo ser practicista, pero estoy deseosa de ser mi verdadera identidad, sea lo que sea, y Tú puedes hacer lo que Tú quieras con esta identidad”. Se sintió liberada de una carga muy pesada que fue reemplazada con un sentido de alegría y paz.

Más tarde en la mañana, mientras la estudiante hacía sus quehaceres domésticos, tuvo este pensamiento: “Presenta tu solicitud para tomar instrucción en clase”. El sentido personal arguyó: “Pero no tengo dinero”. El mensaje angelical persistió y la estudiante sacó la solicitud del cajón en que había estado guardada durante algunos meses.

Esa tarde sonó el teléfono y una oficina del gobierno en donde ella había trabajado antes, le ofreció trabajo por un mes — no con un salario de empleada temporaria sino con el sueldo que había ganado cuando trabajaba regularmente en esa oficina. El haberse entregado a su verdadera identidad había abierto inmediatamente el camino para tomar instrucción en clase en Ciencia Cristiana, y cuando estaba llenando la solicitud recibió el primer llamado para ayudar a un amigo mediante la oración.

El descubrirnos a nosotros mismos es el resultado de procurar la comprensión de Dios y del hombre a Su imagen y semejanza y de aplicar esta comprensión en los asuntos humanos. Este descubrimiento es un esfuerzo sumamente desinteresado, desafiante y bien recompensado. Nos eleva más alto y enriquece y ennoblece la existencia humana. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Este concepto científico del ser que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más desarrollada, una esfera más extensa de pensamiento y acción, un amor más expansivo, una paz más elevada y permanente”.Ciencia y Salud, pág. 265.


Oh hombre, él te ha declarado lo
que es bueno.

Miqueas 6:8

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