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Nochebuena

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Navidad es algo muy diferente de la mera celebración de un aniversario más. Señala el influjo poderoso y único de los valores eternos en esa construcción del tiempo hecha de días, meses, años, siglos y milenios que llamamos historia humana.

En su obra Retrospección e Introspección la Sra. Eddy dice: “Es bueno saber, querido lector, que nuestra historia material, mortal, no es sino el registro de los sueños, no de la existencia real del hombre, y los sueños no tienen lugar en la Ciencia del ser”.Ret., pág. 21; En la medida en que el mundo en general, y cada uno de nosotros en particular, comprendamos la verdadera trascendencia de la Navidad comenzaremos a despertarnos de este registro de sueños que, como un disco rayado, repite incesantemente sus fallas y fracasos. Por medio del Cristo sanador y salvador despertamos de la enfermedad, la debilidad, la frustración y toda la gama de la materialidad, que se derrota a sí misma, a la esplendorosa luz de la vida espiritual abundante y provechosa.

“¡Noche de paz! ¡Noche de amor!” Estas palabras de un hermoso villancico resumen para muchos la esencia de la Navidad. No se puede decir con certeza cuán pacífica fue realmente aquella primera noche de Navidad. El mesón en Belén estaba colmado de gente. Los pastores escuchaban el llamado y las salutaciones de los ángeles; los reyes magos apresuraban el paso por los caminos que venían del oriente. Probablemente los animales estaban inquietos a causa de los extraños acontecimientos que ocurrían en el establo o cueva donde María y José velaban cerca del pesebre.

Pero ciertamente fue una noche buena, una noche santa. Señaló la iluminación de la consciencia y vida humanas con una percepción completamente nueva de Dios y de Su relación con los hombres. El advenimiento de este Cristo, la Verdad, visto aquella noche como el niño humano Cristo Jesús, hizo mucho más que establecer una nueva era a partir de la cual contar los años. Fue algo más que otro hecho histórico. Desde aquella noche la tierra ha sido un lugar completamente diferente de lo que era hasta entonces. El avance de la humanidad ha recibido un nuevo impulso: la plenitud del Cristo, revelada a nuestra época como la Ciencia del Cristo o Ciencia Cristiana.

Desde sus tempranos comienzos los hebreos habían visto a Dios como al creador poderoso, distinto y separado de Su creación. Sin embargo, también había sido para ellos un Padre cercano lleno de ternura que los castigaba y amaba, el Dios de la historia. Ahora, en esta primera Navidad, ocurrió algo nuevo. Quienes tuvieron la necesaria agudeza espiritual pudieron ver que el creador, percibido todavía como distinto y separado de Su creación, penetraba en la historia con una nueva profundidad y dimensión. Había nacido un niño que treinta años más tarde pudo decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Juan 14:9;

En la vida y obras de Cristo Jesús, el poder del Espíritu divino abrió una ventana a través de la cual todos podían percibir la fuente y la substancia eternas del ser. Esa ventana nunca se ha cerrado desde entonces ni nunca se cerrará. El ideal del Cristo, la verdadera idea de la Vida y de la perfecta filiación espiritual, vislumbrado inciertamente en los primeros tiempos de la historia del pueblo hebreo, ahora se manifestó clara y patente; estuvo presente para despertar a la humanidad del sueño de la historia material, para curar, salvar y redimir.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy dice así acerca de este hecho estupendo y único: “Jesús fue el concepto humano más elevado del hombre perfecto. Era inseparable del Cristo, el Mesías, — la idea divina de Dios, fuera de la carne. Esto capacitó a Jesús para demostrar su dominio sobre la materia. Los ángeles anunciaron a los Magos de antaño este aparecimiento dual, y ángeles lo susurran, por medio de la fe, a los corazones hambrientos en toda época”.Ciencia y Salud, pág. 482;

En el libro de Malaquías leemos: “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Mal. 3:10; Mediante “este aparecimiento dual” en la primera Navidad, a través de esta ventana en los cielos que capacitó a los hombres para ver con claridad en la vida de Cristo Jesús la naturaleza de la verdadera fuente y substancia de ellos mismos, se han derramado innumerables bendiciones sobre la humanidad. Cualquier limitación que parezca haber existido, se ha debido a nuestra lentitud en aceptar estas bendiciones. La Navidad es una época del año en que podemos abrir nuestros pensamientos y corazones, más que nunca, para recibir esas bendiciones en la plenitud del Cristo.

En el centro de estas bendiciones está la revelación espiritual y científica hecha a la humanidad, de Dios perfecto y hombre perfecto, del Espíritu eterno y de su idea individual indestructible, indisolublemente ligados en amor.

En un mensaje navideño publicado en The Ladies' Home Journal, la Sra. Eddy se expresó así respecto de esta unidad de Dios y Su idea, el hombre: “Dios crea al hombre perfecto y eterno a Su imagen. Por lo tanto, el hombre es la imagen, idea o semejanza de la perfección — un ideal que no puede caer de su inherente unidad con el Amor divino, de su pureza inmaculada y su perfección original”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 262. Ésta es la buena nueva, el mensaje sanador y salvador, de la santa temporada que llamamos Navidad.

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