Como individuos, ¿qué tenemos realmente para dar? Esta pregunta desafiante, que nos obliga a examinarnos el pensamiento, nos lleva mucho más allá de los conceptos materiales respecto a las riquezas materiales, más allá de las fluctuantes billeteras y cuentas bancarias. Va al fondo mismo de nuestra consciencia espiritualizada.
Las Escrituras nos informan: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17; Esta fuente divina es el Espíritu infinito. Vierte libremente, dando continuamente sus ideas divinas. Comprender esto amplía y realza nuestros conceptos de lo que realmente es dar.
Las insondables y espirituales riquezas de Dios nunca pueden ser medidas, pesadas, contadas, limitadas o agotadas. El constante dar de nuestro amoroso Padre incluye imparcialmente a todos Sus hijos. Algunas personas usan estas dádivas; algunas hacen mal uso de ellas; otras desconocen su existencia. Dar es una bendición recíproca. El que da es bendecido por su deseo desinteresado de compartir, y por excluir de su pensamiento las limitaciones. El que recibe es bendecido con la prueba del amoroso cuidado y provisión del Amor. Lo mucho o lo poco que aceptamos o damos es una demostración individual.
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