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La verdad acerca de usted, y de todos

[Original en alemán]

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Usted es hijo de Dios, el Espíritu. Él es la fuente de su ser. Usted no es el Espíritu, pero es espiritual, como el rayo de sol que no es el sol pero lo expresa.

Dios es Espíritu, eterno e infinito, y Dios es Todo. Vivimos y tenemos nuestro ser en Dios como Su idea inmortal, y no en la creencia de que existe la materia, variable, limitada y perecedera.

Dios, la Mente divina, no tiene pensamientos de naturaleza perecedera ni de mortalidad. De lo contrario, Él sería mortal. Lo que Dios conoce es todo lo que es realmente verdadero. El escritor bíblico que se llama a sí mismo el Predicador afirma en Eclesiastés: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá”. Ecl. 3:14; Usted es y permanece como Dios lo conoce porque ésa es la manera en que Dios creó al hombre, perfecto e inmortal. No hay otra posibilidad. La Vida está donde Dios está y es lo que Dios es — está en todas partes y es eterna. Dios es Vida, y lo que existe en Él no muere.

Dios, la Mente divina, es la única consciencia, omnisciente y que todo lo llena, y sólo conoce la divina perfección de todo ser verdadero. Por lo tanto usted puede estar siempre consciente de que usted es espiritual, una expresión individual del Espíritu. Pensamientos de carencia, enfermedad, pecado, o de cualquier otra imperfección no tienen lugar en el conocimiento que usted tiene del ser verdadero. Si parecen persistir, puede saber que son ilusiones del pensamiento mortal que no tienen nada que ver con usted. Nunca son verdaderos porque Dios nunca los creó. Él no los conoce.

Cualquier cosa que no corresponde a lo divino, a lo espiritual, no tiene realidad y no le pertenece a usted. Refiriéndose al llamado de Pablo: “Haya ... en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”, Filip. 2:5; la Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “El hombre y su Hacedor están correlacionados en la Ciencia divina, y la consciencia verdadera sólo percibe las cosas de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 276; Las cosas de Dios son buenas.

Jesús desenmascaró el error de creer que Dios manda el pecado, la enfermedad y la muerte y que se les ha dado dominio sobre el hombre. Por medio de su obediencia a la ley de Dios en todas sus enseñanzas y curaciones, Jesús invirtió las leyes de la materia. Los individuos que desconocen la verdad del ser espiritual llaman a las obras de Jesús “milagros”. La Ciencia Cristiana muestra que son divinamente naturales y prueban el dominio del Espíritu, Vida y Amor infinitos. Jesús trajo a la percepción humana el orden divino, en el cual sólo hay perfección.

La perfección no es el resultado de esfuerzos humanos y voluntad humana. La perfección es la naturaleza del Principio divino. Reina con la omnipotencia de la Verdad, la Vida y el Amor infinitos. El Cristo revela este poder. Jesús dejó que el Cristo trabajase. Usted también puede hacer esto.

El Cristo no es una persona. Es la evidencia inmortal del Espíritu, revelando la verdad sobre Dios y el hombre. El Cristo, la Verdad, no lucha con el mal sino que lo desplaza con su luz y revela la filiación eterna del hombre con Dios, la Vida y el Amor divinos. La Sra. Eddy escribe: “El Cristo es la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la consciencia humana. El Cristo es incorpóreo, espiritual, — es la imagen y semejanza divina, que disipa las ilusiones de los sentidos; el Camino, la Verdad y la Vida, sanando enfermos y echando fuera males, destruyendo pecado, enfermedad y muerte”.ibid., pág. 332;

Yo he sentido su efecto sanador una y otra vez. Una tarde, mientras iba hacia mi casa pensando profundamente y sintiéndome perfectamente bien, pasé junto a una mujer que estaba tosiendo fuertemente. Cuando llegué a mi casa, sentí los síntomas de un fuerte resfriado. Recordé inmediatamente que la Ciencia Cristiana exige que contemplemos al Cristo como real y no a las condiciones materiales. Mientras seguía esta indicación, reconocí lo que equivocadamente había sido instado a hacer. Automáticamente había pasado haciendo un semicírculo para alejarme de la mujer, y ahora el contagio que había temido se manifestaba en mí. Pero Dios no envía enfermedad alguna; por lo tanto no hay infección. En la realidad, sólo existe la idea de Dios, el hombre creado por Dios y siempre preservado por Él en perfección.

A la luz de esta verdad vi la naturaleza mesmérica de la creencia en el contagio. Negué que tuviese realidad o poder alguno, y afirmé el poder sanador del Cristo, la Verdad. A la mañana siguiente fui a trabajar sintiéndome perfectamente bien. Ésta fue mi primera experiencia en la aplicación de la Ciencia Cristiana para curar una enfermedad física, y me brindó una valiosa lección, desenmascarando la naturaleza engañosa del mal — el que a menudo actúa bajo el pretexto de ayudar y ser bueno — y demostrando el poder omnipresente del Cristo, la Verdad.

El Cristo nos ayuda a reconocer al hombre, no como a un mortal enfermo y pecador, sino como Dios lo creó, a Su imagen y semejanza, por lo tanto, espiritual y “bueno en gran manera”. Gén. 1:31; Entonces, la curación de la enfermedad y el pecado, y la solución de los problemas de la vida diaria, confirman la omnipotencia y omnipresencia del Espíritu y la nada de la materia.

Como en muchas de sus declaraciones, Jesús habló del Cristo cuando dijo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”, Mateo 28:20. — hasta el fin de toda creencia material y del establecimiento de la comprensión espiritual de que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo.

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