No puedo ofrecerte una vida agradable
A la manera que el mundo estas cosas comprende.
Mi casa no está llena de tesoros preciosos,
Ni puedo prepararte una exótica comida
Y servirla con elegancia y finas actitudes.
Este arte no lo tengo.
Pero cuando llegues a la puerta de mi pensamiento,
Serás bien recibido,
Y encenderé para ti
Mi lámpara de inspiración.
Contigo partiré el pan de la Verdad.
Te mostraré todo lo que he visto
De la belleza incomparable del Alma,
Y hablaremos de la perfección
De las ideas de la Mente.
Sobre todo, con amor te envolveré,
Y al darte mi despedida
Rodeado de ángeles quedarás.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!