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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Una serie señalando el desarrollo progresivo del Cristo, la Verdad, a través de las Escrituras.]

Josué y el repartimiento de la tierra de Canaán

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Entusiasmados por su éxito en la captura de Jericó bajo el mando de Josué, los hebreos estaban convencidos de que con menos hombres podrían tomar la ciudad de Hai (ver Josué 7:3), pero muy a pesar de ellos sufrieron una abrumadora derrota. Al recurrir a Dios en busca de una explicación de este cambio, Josué descubrió que la causa era la desobediencia de Acán, que había tomado para sí algunos objetos de los ricos despojos de Jericó, despojos que debían haber sido destruidos u ofrecidos al servicio de Dios (ver Josué 6:24; 7:11–13, 19–21). Después del castigo de Acán, y la renovada consagración de Israel a la obediencia, Hai fue vencida por medio de una estratagema (ver Josué 8:1–28).

La eficaz defensa en favor de sus aliados, los gabaonitas, del ataque combinado de los ejércitos de cinco reyes amorreos, es un ejemplo típico del éxito de Israel en el sur de Canaán. Hasta las fuerzas de la naturaleza parecían ayudar a los israelitas (ver Josué 10:11–14), mientras ciudad tras ciudad caía ante ellos.

Por un tiempo las provincias del norte permanecieron sin conquistar, pero la base de su oposición fue destruida cuando Israel derrotó concluyentemente otra alianza de reinos encabezada por el rey Hazor, a pesar de la fama que tenían sus ejércitos de ser invencibles (ver Josué 11:4).

Ahora que la mayor parte de Palestina estaba bajo su dominio, Josué procedió a repartir la tierra entre las tribus hebreas. Naturalmente, accedió de buena gana al pedido de Caleb, uno de los jefes leales de la tribu de Judá (ver Números 13:6), de que él podía tener el territorio de los alrededores de Hebrón. Indudablemente Josué recordaba el firme apoyo que Caleb le prestó cuando los dos hombres instaron a los israelitas a entrar en Canaán hacía casi medio siglo (ver Números 14:6–9). En aquella oportunidad, Caleb no había demostrado signo alguno de temor de enfrentarse a los gigantes “hijos de Anac” (Números 13:28), que vivían cerca de Hebrón. Ahora, aunque era “de edad de ochenta y cinco años” (Josué 14:10), Caleb estaba dispuesto y ansioso de vencer a sus enemigos con la ayuda de Dios.

A esta altura Josué confirmó gustosamente la heredad que Moisés les había dado a Rubén, a Gad, y a la media tribu de Manasés de manera que tuvieran el territorio situado al oriente del río Jordán. A pesar de la heredad que se les aseguró en esta zona, estas tribus acordaron apoyar a sus hermanos israelitas en la conquista de la tierra que está al occidente del río, dejando en el ínterin a sus familias y a sus animales en la provincia oriental de Galaad (ver Números 32:25–33).

El territorio que iba a ser asignado al occidente de Palestina a las nueve tribus y media restantes fue concedido echando suertes bajo la supervisión de Josué, como lo había planeado Moisés (ver Josué 14:2). En la parte sur, Judá recibió el extenso territorio que bordea la costa del Mar Muerto y cerca del territorio que rodea a Hebrón, que ya había sido cedido específicamente a Caleb. Simeón recibió tierras en el sur de Judá (ver Josué 19:1, 9) las que pronto se iban a unir al territorio de Judá. A la tribu de Benjamín le tocó el territorio que está situado al norte de Jerusalén, y entre éste y el Mediterráneo se extendía el territorio asignado a la tribu de Dan.

Efraín ocupaba una posición central al sur de la heredad concedida a la mitad occidental de la tribu de Manasés, que se extendía entre el Mediterráneo y el Jordán. La tribu de Isacar limitaba con la de Manasés al sur y con el río al oriente. El territorio que más tarde se llamaría Galilea contenía a la tribu de Zabulón al sur, a la de Aser al noroeste y a la de Neftalí al noreste. Josué recibió para sí “la ciudad que él pidió, Timnat-sera, en el monte de Efraín” (Josué 19:50).

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