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Jesús y el Cristo

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Se ha puesto usted a pensar alguna vez cómo hubiera sido estar con Jesús, día a día, como uno de sus discípulos, durante su breve, pero eficaz, ministerio? Es de suponer que muchos de nosotros hemos imaginado la inspiración que se derivaba al caminar y hablar con el Maestro, pero podemos estar seguros de que él mismo habría sido el primero en apartar nuestra atención de su personalidad hacia la verdad que enseñó y vivió tan grandiosamente.

Una parte importante de su misión fue la de alejar el pensamiento humano de la idolatría de la adulación personal a la consagrada contemplación de Dios como fuente de todo bien — como Espíritu infinito, el centro y circunferencia de todo el ser verdadero. Cuando en cierta ocasión alguien le dijo: “Maestro bueno”, Jesús respondió “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”. Lucas 18:18, 19; Si hubiéramos estado con Jesús durante su ministerio, habríamos sido testigos oculares del período crucial en la vida más notable jamás vivida entre los hombres. Durante tres años habríamos presenciado el mal en toda forma, destruido por el poder del Cristo — la verdad del hombre espiritual en unidad con Dios — que culminó en la victoria de Jesús sobre la muerte y la tumba, y su ascensión final por encima de todas las condiciones materiales.

Los estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. no adoran a Jesús ni consideran que es Dios, pero sí demuestran el amor y reverencia que sienten por él, al esforzarse por obedecer sus preceptos y seguir su ejemplo. Para ellos él es el Mostrador del camino, el que nos señala cómo destruir toda forma de mal — pecado, enfermedad y limitaciones materiales de toda índole. Él comprendió y demostró la Verdad, o Cristo, que sana y salva, tan supremamente que se le conoció como Cristo Jesús, o Jesús el Cristo.

El nacimiento virginal de Jesús no se debió a la intervención sobrenatural de una Deidad lejana. Fue una demostración avanzada de la creación científica. Hizo a Jesús el mediador entre Dios y los hombres, y lo capacitó para ver a través de la ilusión de vida en la materia y contemplar una realidad desconocida para los mortales. Sabía mejor que nadie que el cuadro que presentan los sentidos materiales acerca de las personas, cosas y sucesos, era un sueño mesmérico, un espejismo mental, y dominó cada fase de esta falsedad mediante su conocimiento sin par acerca de Dios.

El cristiano por excelencia demostró, sin lugar a dudas, la existencia de un Dios que es Amor, un Principio divino viviente, universal, quien, cuando se le comprende y se confía en El, restaura la armonía en los asuntos humanos. Jesús vio con nítida claridad la unidad de todo el ser en la indivisible totalidad de Dios. Este concepto verdadero es el Cristo salvador, y la comprensión de Jesús acerca de ello destruía en el pensamiento del paciente la creencia de que estaba separado de Dios, creencia que era la base de la enfermedad. Mary Baker Eddy escribe: “El Cristo ejemplifica aquella fusión con Dios, su Principio divino, que da al hombre dominio sobre toda la tierra”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 316;

Este dominio otorgado por Dios se hace más evidente en nuestra vida a medida que comprendemos que la idea-Cristo nunca nos abandona. Jesús dijo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días”. Mateo 28:20; El poder del Cristo, la Verdad, está con nosotros ahora, de manera que, prácticamente, nos encontramos en igual condición que aquellos que hablaban con Jesús en persona. Él señaló la naturaleza universal y eterna del poder del Cristo cuando dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12;

La Ciencia Cristiana enseña que todo lo que Jesús dijo o hizo no nos releva de la responsabilidad de ocuparnos de nuestra propia salvación de la limitación material. La fe ciega en la vida de amor y sacrificio de otra persona no lo logrará. Sólo a medida que el elemento-Cristo se evidencie más y más en nuestros pensamientos y acciones, obtendremos el dominio sobre el pecado, la enfermedad, y, finalmente, sobre la muerte misma. Sin embargo, lejos de negar la eficacia salvadora de la expiación, la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, ha revelado a la cristiandad su verdadero significado, y el poder espiritual que lo acompaña. Ella dice: “La expiación es la ejemplificación de la unidad del hombre con Dios, por la cual el hombre refleja la Verdad, la Vida y el Amor divinos. Jesús de Nazaret enseñó y demostró la unidad del hombre con el Padre, y por esto le debemos homenaje eterno”.Ciencia y Salud, pág. 18;

Cada uno de nosotros puede encontrar refugio contra las discordancias y presiones de la existencia mortal, en el grado en que se dé cuenta de que vive en Cristo, a medida que se una a Dios mediante la calidad espiritual de su pensamiento.

Jesús fue una de las personas más ocupadas que jamás haya vivido, sin embargo, debido a su profundo conocimiento del Cristo permaneció descansado e imperturbable frente a las constantes exigencias que se le hacían. La Sra. Eddy describe esto hermosamente. Al señalar que el Cristo no está consciente de la materia ni del mal, ella nos dice: “Por consiguiente Jesús, el humano, podía recurrir a su individualidad superior y a su relación con el Padre, para encontrar allí descanso de las tribulaciones irreales en la consciente realidad y realeza de su ser, — teniendo lo mortal por irreal, y lo divino por real. Fue esta retirada de la individualidad material a la espiritual, lo que le fortaleció para triunfar sobre el pecado, la enfermedad y la muerte”.No y Si, pág. 36.

Podemos tener la certeza de que Jesús jamás hubiera podido alcanzar el grado de desarrollo espiritual que le capacitó para sanar instantáneamente la lepra y la ceguera, resucitar a los muertos, y vencer las limitaciones del tiempo y del espacio, a menos que hubiera dedicado mucho tiempo y esfuerzo para comprender y reclamar “su individualidad superior y su relación con el Padre”. En otras palabras, invariablemente apartaba su vista del sueño de vida en la materia, y comulgaba con la presencia sanadora, fortalecedora, de la única Mente divina. Éste es el sendero espiritualmente mental — el camino del Cristo — que nosotros también debemos seguir si deseamos lograr por lo menos una ínfima parte de lo que el Maestro hizo.

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