¿Se ha puesto usted a pensar alguna vez cómo hubiera sido estar con Jesús, día a día, como uno de sus discípulos, durante su breve, pero eficaz, ministerio? Es de suponer que muchos de nosotros hemos imaginado la inspiración que se derivaba al caminar y hablar con el Maestro, pero podemos estar seguros de que él mismo habría sido el primero en apartar nuestra atención de su personalidad hacia la verdad que enseñó y vivió tan grandiosamente. Una parte importante de su misión fue la de alejar el pensamiento humano de la idolatría de la adulación personal a la consagrada contemplación de Dios como fuente de todo bien — como Espíritu infinito, el centro y circunferencia de todo el ser verdadero.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!