¿Se ha puesto usted a pensar alguna vez cómo hubiera sido estar con Jesús, día a día, como uno de sus discípulos, durante su breve, pero eficaz, ministerio? Es de suponer que muchos de nosotros hemos imaginado la inspiración que se derivaba al caminar y hablar con el Maestro, pero podemos estar seguros de que él mismo habría sido el primero en apartar nuestra atención de su personalidad hacia la verdad que enseñó y vivió tan grandiosamente.
Una parte importante de su misión fue la de alejar el pensamiento humano de la idolatría de la adulación personal a la consagrada contemplación de Dios como fuente de todo bien — como Espíritu infinito, el centro y circunferencia de todo el ser verdadero. Cuando en cierta ocasión alguien le dijo: “Maestro bueno”, Jesús respondió “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios”. Lucas 18:18, 19; Si hubiéramos estado con Jesús durante su ministerio, habríamos sido testigos oculares del período crucial en la vida más notable jamás vivida entre los hombres. Durante tres años habríamos presenciado el mal en toda forma, destruido por el poder del Cristo — la verdad del hombre espiritual en unidad con Dios — que culminó en la victoria de Jesús sobre la muerte y la tumba, y su ascensión final por encima de todas las condiciones materiales.
Los estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. no adoran a Jesús ni consideran que es Dios, pero sí demuestran el amor y reverencia que sienten por él, al esforzarse por obedecer sus preceptos y seguir su ejemplo. Para ellos él es el Mostrador del camino, el que nos señala cómo destruir toda forma de mal — pecado, enfermedad y limitaciones materiales de toda índole. Él comprendió y demostró la Verdad, o Cristo, que sana y salva, tan supremamente que se le conoció como Cristo Jesús, o Jesús el Cristo.
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