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Poco antes de finalizar la guerra de 1914— 1918,...

Del número de diciembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Poco antes de finalizar la guerra de 1914— 1918, fui relevado de la Banda Militar del Ejército por no estar apto, de acuerdo con el pronóstico médico, para continuar en el servicio militar. Se me presentaban toda clase de complicaciones. Sin embargo, trabajé mucho durante dos años, y ahorré suficiente dinero para estudiar en un buen conservatorio de música.

Poco depués vi un anuncio de una conferencia de la Ciencia Cristiana, y fui con mi esposa. El teatro estaba lleno, y nunca había visto tantas caras felices. Una frase que citó el conferenciante me quedó grabada. Está en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 425): “La consciencia construye un cuerpo mejor, cuando la fe en la materia se haya vencido”. Yo necesitaba un cuerpo mejor, pero no podía comprender cómo la Ciencia Cristiana podría dármelo.

Entonces un día llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana que había ayudado a un compañero mío del conservatorio. Le conté que desde chico sufría de dolores de cabeza. Durante la conversación expresé de casualidad que desearía poder dejar de fumar, y él me contestó de una manera muy alentadora y paternal: “¡Oh! no se preocupe por eso. Cuando llegue el momento el vicio de fumar y los dolores de cabeza lo dejarán a usted, o sea, cuando usted vea que es un hombre libre”. Le pregunté, “¿A qué se refiere con esto de ser un hombre libre?” Me habló por un rato citándome lo que la Sra. Eddy dice en sus escritos sobre fumar. El impacto que me produjo lo que me dijo, unido a mi deseo de curarme, me sanó. Salí de su oficina como un hombre libre y no volví a fumar jamás. Tampoco volvieron los dolores de cabeza.

Nuestra segunda hija continuamente contraía resfriados y uno de éstos resultó en pulmonía. Estaba aterrorizado y me preguntaba si debería quedarme en casa y cancelar algunos de mis compromisos orquestales, especialmente el contraído en Londres. Parecía correcto que cumpliera con mi contrato, pero tuve que consultar mucho con mi corazón. Después del concierto corrí al teléfono para enterarme acerca de la condición de nuestra hija. Casi no podía creer la calma y confianza expresadas por mi esposa. Me dijo que una practicista de la Ciencia Cristiana había pasado el día con ella y que la niña había sanado.

Hace aproximadamente veinte años un director de programas educacionales me invitó a que me hiciera cargo de una orquesta de jóvenes, cuyos miembros se habían reducido a menos de una docena. Durante los años que he estado a cargo del grupo de jóvenes, el número de ellos ha aumentado a ciento veinte, de manera que hemos tenido que hacer ensayos adicionales cada semana. De acuerdo con la norma, debiera haberme jubilado hace quince años, pero se me solicitó permanecer, asegurándome que las autoridades educacionales están contentos con mi trabajo. La Sra. Eddy ha escrito: “Si no fuera por el error de medir y limitar todo lo que es bueno y bello, el hombre gozaría de más de setenta años, y aun mantendría su vigor, su lozanía y su promesa” (ibid., pág. 246). Mucho antes de conocer la Ciencia Cristiana oraba por un pensamiento tranquilo, y mis oraciones hallaron respuesta.

Me gusta mucho el diario The Christian Science Monitor porque me ha dado una visión más amplia, no sólo de los sucesos actuales sino particularmente del mundo de la música. ¿Puede resultar asombroso que no vacile en decir que soy Científico Cristiano? Tengo el privilegio de ser miembro de La Iglesia Madre y de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en mi localidad, donde tuve la alegría de ser Segundo Lector. Estoy muy agradecido por haber tomado instrucción en clase, y cada vez me doy más cuenta de que el estudio de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy contiene la solución para todos nuestros problemas.


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