Poco antes de finalizar la guerra de 1914— 1918, fui relevado de la Banda Militar del Ejército por no estar apto, de acuerdo con el pronóstico médico, para continuar en el servicio militar. Se me presentaban toda clase de complicaciones. Sin embargo, trabajé mucho durante dos años, y ahorré suficiente dinero para estudiar en un buen conservatorio de música.
Poco depués vi un anuncio de una conferencia de la Ciencia Cristiana, y fui con mi esposa. El teatro estaba lleno, y nunca había visto tantas caras felices. Una frase que citó el conferenciante me quedó grabada. Está en el libro de texto, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 425): “La consciencia construye un cuerpo mejor, cuando la fe en la materia se haya vencido”. Yo necesitaba un cuerpo mejor, pero no podía comprender cómo la Ciencia Cristiana podría dármelo.
Entonces un día llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana que había ayudado a un compañero mío del conservatorio. Le conté que desde chico sufría de dolores de cabeza. Durante la conversación expresé de casualidad que desearía poder dejar de fumar, y él me contestó de una manera muy alentadora y paternal: “¡Oh! no se preocupe por eso. Cuando llegue el momento el vicio de fumar y los dolores de cabeza lo dejarán a usted, o sea, cuando usted vea que es un hombre libre”. Le pregunté, “¿A qué se refiere con esto de ser un hombre libre?” Me habló por un rato citándome lo que la Sra. Eddy dice en sus escritos sobre fumar. El impacto que me produjo lo que me dijo, unido a mi deseo de curarme, me sanó. Salí de su oficina como un hombre libre y no volví a fumar jamás. Tampoco volvieron los dolores de cabeza.
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