El Quinto Mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Éxodo 20:12) establece una regla fundamental con vastas implicaciones, incluyendo la promesa de que al obedecerlo, el mandamiento aseguraría la recompensa de largos años de activo servicio en la tierra asignada por Dios a los hijos de Israel.
He aquí, sin lugar a dudas, una ley que demanda honrar no sólo a nuestros padres humanos sino también a nuestro Padre-Madre celestial, cuyo cuidado amoroso fue elocuentemente indicado en las palabras del Salmista (Salmo 27:10): “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. Este mandamiento pone énfasis en la necesidad de honrar a Dios y en los resultados gozosos que se obtienen al hacerlo. Cuando Jesús se dirigió al joven que le pidió consejo respecto a su deseo de tener la vida eterna, el Quinto Mandamiento fue uno de los que el Maestro recomendó especialmente como conducente a la meta deseada (ver Mateo 19:19).
El Maestro mismo cumplió con las obligaciones de este mandamiento en sus dos aspectos básicos. Su amor por su madre y su lealtad a ella y a José, están parcialmente indicadas en la declaración de que cuando niño “descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos” (Lucas 2:51). Luego, en su crucifixión, encargó a su madre al cuidado especial del “discípulo a quien él amaba” (Juan 19:26), quien generalmente se considera que es Juan.
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