Mediante el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, mi pensamiento se elevó por encima de una contemplación material del embarazo, nacimiento e infancia. Comencé a lograr una percepción espiritual del hombre como la eterna expresión de Dios, la Vida infinita, que jamás ha nacido, que jamás avanza a través de etapas de crecimiento material. ¡Cuánta liberación pueden traer estos pensamientos a una futura madre!
Comencé mi preparación para el aguardado nacimiento estudiando un párrafo de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy bajo el encabezamiento marginal “Obstetricia científica”. Una frase reza así: “Para asistir debidamente al nacimiento de la nueva criatura, o idea divina, hay que apartar el pensamiento mortal de sus conceptos materiales en forma tal que el alumbramiento venga natural y sin peligro”. Ciencia y Salud, pág. 463;
Estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana que “la nueva criatura” es en realidad una idea divina — la criatura de Dios. De inmediato comencé a darle la bienvenida a esta nueva idea en mi pensamiento. Para hacerle lugar humanamente, primero tenía que hacerle lugar en mi pensamiento. Un estudio más amplio de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy, me ayudaron a comprender que el nacimiento es la manifestación a la comprensión humana de una idea que Dios siempre ha conocido. Puesto que Dios es eterno, todas Sus ideas existen por siempre y se desarrollan eternamente en Él. Dios, como Mente, está eternamente consciente de Su propia creación, la cual es, siempre ha sido, y siempre será, completa. Para nuestra consciencia, las nuevas ideas se revelan y desarrollan, pero ellas han preexistido en la Mente antes de nuestro despertar a ellas. Cristo Jesús se refirió a su preexistencia cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Juan 8:58; Él sabía que su vida no estaba confinada dentro de los límites de su experiencia terrenal.
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